aposito. Un chorro de sangre negra broto y salpico en el piso.
– ?La carotida! -dijo uno de los residentes.
Catherine aplico una esponja contra la herida y respiro profundo.
– No, no. Si fuera la carotida ya estaria muerta. -Miro a la enfermera-. Escalpelo.
El instrumento fue depositado sobre su palma. Se detuvo un instante, preparandose para la delicada tarea, y coloco la punta del escalpelo sobre el cuello. Manteniendo la herida presionada, Catherine hizo una incision veloz en la piel hacia arriba, en direccion a la mandibula, exponiendo la vena yugular.
– No corto lo suficientemente profundo como para alcanzar la carotida -dijo-. Pero si corto la yugular. Y el extremo se retrajo dentro de este tejido blando. -Dejo a un lado el escalpelo y tomo los forceps pulgares-. ?Residente? Necesito que pase la esponja. ?Con cuidado!
– ?Va a volver a anastomosar?
– No, solo voy a atarla. Ha desarrollado un drenaje colateral. Necesito exponer la vena lo suficiente como para poder suturarla. Pinzas vasculares.
El instrumento estuvo al instante en su mano.
Catherine ubico las pinzas y las cerro sobre la vena expuesta. Luego dejo escapar un suspiro de alivio y miro a Kimball.
– La hemorragia esta detenida. La cosere mas tarde.
Volvio su atencion al abdomen. Kimball y el otro residente ya habian despejado el campo con el cateter de succion y las planchas de laparotomia; la herida estaba completamente expuesta. Con cuidado Catherine removio los jirones de intestinos y miro dentro de la incision abierta. Lo que vio le produjo una nausea de furia.
Se encontro con la mirada atonita de Kimball del otro lado de la mesa.
– ?Quien pudo haber hecho esto? -dijo en un susurro-. ?Con quien carajo estamos peleando?
– Con un monstruo -dijo ella.
– La victima sigue en el quirofano. Todavia vive. -Rizzoli cerro su celular y miro a Moore y al doctor Zucker-. Ahora tenemos un testigo. Nuestro asesino se esta volviendo descuidado.
– No descuidado -dijo Moore-. Apurado. No tuvo tiempo de terminar el trabajo. -Moore estaba de pie junto a la puerta del dormitorio, estudiando la sangre en el piso. Todavia estaba fresca, todavia brillaba. «No tuvo tiempo de secarse. El Cirujano acaba de pasar por aqui».
– La foto fue enviada por correo electronico a Cordell a las siete y cuarto de la tarde -dijo Rizzoli-. El reloj en la fotografia indicaba las dos y veinte. -Apunto al reloj sobre la mesa de luz-. Esta en hora. Lo que significa que debe de haber tomado la foto anoche. Mantuvo viva a la victima, en esta casa, por mas de veinticuatro horas.
«Prolongando el placer».
– Se esta volviendo arrogante -dijo el doctor Zucker, y su voz traiciono una perturbadora nota de admiracion. El reconocimiento de que alli habia un oponente digno de el-. No solo mantiene viva a la victima durante todo un dia, sino que la deja aqui por un tiempo para enviar un correo electronico. Nuestro muchacho esta jugando a juegos de mente con nosotros.
– O con Catherine Cordell -dijo Moore.
La cartera de la victima descansaba encima de la comoda. Con las manos enguantadas, Moore reviso su contenido.
– Billetera con treinta y cuatro dolares. Dos tarjetas de credito. Carta triple A. Identificacion laboral de Suministros Cientificos Lawrence, departamento de ventas. Licencia de conducir, Nina Peyton, veintinueve anos de edad, un metro sesenta y cuatro, cincuenta y nueve kilos. -Dio vuelta la tarjeta-. Es donante de organos.
– Creo que acaba de hacerlo -dijo Rizzoli.
Abrio el cierre del bolsillo interno.
– Hay una agenda.
Rizzoli volvio la cara con interes.
– ?Si?
Abrio el cuaderno en el mes en curso. Estaba en blanco. Paso las paginas hacia atras, hasta que encontro una anotacion escrita cerca de ocho semanas atras: pagar alquiler. Paso un par de paginas mas y encontro diversas anotaciones: Cumpleanos de Sid. Tintoreria. Concierto a las 8:00. Reunion de personal. Todos los pequenos detalles mundanos que constituian una vida.
?Por que las anotaciones se habian detenido subitamente ocho semanas atras? Penso en la mujer que habia escrito esas palabras, imprimiendolas nitidamente con tinta azul. Una mujer que probablemente esperaba con ansiedad llegar a la pagina de diciembre y que se imaginaba la Navidad y la nieve con todas las razones para creer que estaria viva para verlo.
Cerro el cuaderno, y de pronto lo embargo una tristeza tan grande que por un momento no pudo hablar.
– No hay nada mas entre las sabanas -dijo Frost encorvado sobre la cama-. No hay hilos quirurgicos ni instrumental ni nada.
– Para un tipo que supuestamente estaba apurado por largarse -dijo Rizzoli- hizo un muy buen trabajo de limpieza. Y miren. Tuvo tiempo para doblar el camison. -Apunto a un camison de algodon pulcramente doblado sobre una silla-. Esto no concuerda con su supuesto apuro.
– Pero dejo a su victima viva -dijo Moore-. El peor error de todos.
– Hay algo que no cierra, Moore. Dobla el camison, recoge todas sus cosas. ?Y luego es tan descuidado como para dejar una testigo? Es demasiado astuto como para cometer un error de esa clase.
– Hasta el mas astuto puede arruinarlo todo -dijo Zucker-. Ted Bundy fue descuidado al final.
Moore miro a Frost.
– ?Tu llamaste a la victima?
– Si. Cuando revisabamos esa lista de numeros telefonicos que nos dio la biblioteca. Llame a esta casa cerca de las dos, dos y cuarto. Me atendio un contestador. No deje mensaje.
Moore miro alrededor del cuarto, pero no vio ningun contestador. Camino hasta el living y ubico el telefono sobre una mesa. Tenia un identificador de llamadas, y el boton de la memoria estaba manchado de sangre. Utilizo la punta de un lapiz para apretar el boton, y el numero del telefono de la ultima llamada aparecio en la pantalla digital: Departamento de Policia de Boston. 2:14 A.M.
– ?Sera eso lo que lo asusto? -pregunto Zucker, que lo habia seguido hasta el living.
– Estaba aqui cuando Frost llamo. Hay sangre en el boton del identificador.
– Entonces el telefono sono. Y nuestro asesino no habia terminado. Nohabia colmado su satisfaccion. Pero el telefono que sono en medio de la noche debe de haberlo sacudido. Vino hasta aqui, al living, y vio el numero en el identificador de llamadas. Vio que era la policia tratando de localizar a la victima. -Zucker hizo una pausa-. ?Que harias tu en su lugar?
– Saldria de aqui.
Zucker asintio, y una sonrisa se dibujo en sus labios.
«Todo esto es un juego para ti», penso Moore. Se acerco a la ventana y miro hacia la calle, que ahora se iluminaba con un brillante caleidoscopio de relampagueantes luces azules. Media docena de patrulleros estaban estacionados frente a la casa. La prensa estaba alli tambien; podia ver las camionetas de la television local instalando sus conexiones satelitales.
– No llego a disfrutarlo -dijo Zucker.
– Completo la extirpacion.
– No, eso es solo el recuerdo. Un pequeno recordatorio de su visita. No vino aqui solo para llevarse un organo. Vino en busca del estremecimiento total: sentir como se va agotando la vida de una mujer. Pero esta vez no lo consiguio. Fue interrumpido, distraido por el miedo de que la policia llegase. No se quedo lo suficiente para ver morir a su victima. -Zucker hizo una pausa-. La proxima sera muy pronto. Nuestro asesino esta frustrado, y la tension se le volvera insoportable. Lo que significa que ya esta un busca de una nueva victima.
– O tal vez ya la eligio -dijo Moore. Y penso: «Catherine Cordell».
Las primeras franjas de claridad encendian el cielo. Moore no dormia desde hacia cerca de veinticuatro horas, habia estado ocupado casi toda la noche, funcionando solo con cafe. No obstante, cuando miro el cielo no fue cansancio lo que sintio, sino una agitacion renovada. Habia alguna conexion entre Catherine y el Cirujano, una conexion que se le escapaba. Algun trazo invisible que la ataba a ese monstruo.