tercera parte del volumen de su sangre. Su cerebro pudo haber estado privado de circulacion sanguinea. Cuando recupere el conocimiento, si es que lo hace, es probable que no recuerde nada.
Crowe miro a traves del tabique de vidrio.
– Entonces no nos sirve.
Catherine lo miro con un desagrado que iba en aumento. Ni siquiera una vez habia demostrado interes por Nina Peyton, salvo en su eventual funcion de testigo, como algo util. Ni siquiera una vez en toda la manana se habia referido a ella por su nombre. La llamaba «la victima», o «la testigo». Lo que veia, asomado al cubiculo, no era en absoluto una mujer, sino un simple medio para un fin.
– ?Cuando saldra de terapia intensiva? -pregunto.
– Es demasiado pronto para hacer esa pregunta.
– ?No se la puede trasladar a un cuarto privado? Si mantenemos la puerta cerrada y limitamos el ingreso de personal, entonces nadie sabra que no puede hablar.
Catherine sabia exactamente hacia donde se dirigia.
– No voy a utilizar a mi paciente como carnada. Necesita estar aqui para que se le hagan observaciones constantes. ?Ve esas lineas en el monitor? Es un electrocardiograma, la presion sanguinea central y la presion arterial. Necesito estar al tanto de cada cambio en su estado. Esta unidad es el unico lugar en donde puedo hacerlo.
– ?Cuantas mujeres podriamos salvar si lo detenemos ahora? ?Ha pensado en eso? De todas las personas, doctora Cordell, es usted la que mejor sabe lo que estas mujeres han sufrido.
Se puso tensa de furia. Habia dado un golpe en la zona mas vulnerable. Lo que Andrew Capra le habia hecho era tan personal, tan intimo, que no podia hablar de ese episodio ni siquiera con su padre. El detective Crowe acababa de abrir sin contemplaciones esa herida.
– Podria ser nuestra unica oportunidad para atraparlo -dijo Crowe.
– ?Es lo mejor que puede hacer? ?Utilizar a una mujer en coma para desenmascarar al asesino? ?Poner en peligro a otros pacientes del hospital para atraer aqui al asesino?
– ?Que le hace pensar que el no esta aqui ya? -dijo Crowe mientras se alejaba.
Ya esta aqui. Catherine no pudo evitar mirar alrededor de la unidad. Vio unas enfermeras ocupadas con unos pacientes. Un grupo de cirujanos residentes reunidos cerca de unos monitores. Una flebotomista empujando su carro con muestras de sangre y jeringas. ?Cuantas personas entraban y salian de alli cada dia? ?A cuantos de ellos conocia verdaderamente como personas? A ninguno. Eso era lo que Andrew Capra le habia ensenado: que nunca podria saber lo que acechaba en el corazon de una persona.
El empleado de la guardia la llamo.
– Doctora Cordell, telefono para usted.
Catherine cruzo la estacion de enfermeria y levanto el tubo.
Era Moore.
– Me entere de que la salvaste.
– Si, todavia vive -respondio Catherine con brusquedad-. Pero no puede hablar.
Una pausa.
– Supongo que no es un buen momento para llamar.
Ella se hundio en una silla.
– Lo siento. Acabo de hablar con el detective Crowe y no estoy de buen humor.
– Parece que tiene ese efecto sobre las mujeres.
Ambos rieron con risas agobiadas que derritieron toda hostilidad mutua.
– ?Como va todo, Catherine?
– Tuvimos algunos momentos espeluznantes, pero creo que logre estabilizarla.
– No, me referia
Era mas que una pregunta de cortesia; notaba un verdadero interes en su voz, y no supo que contestarle. Solo sabia que era bueno sentir que se interesaban por ella. Que sus palabras habian logrado sonrojarla.
– ?No volveras a casa, verdad? -dijo el-. Hasta que cambien las cerraduras.
– Me da tanta rabia. Me quito el unico lugar donde me sentia segura.
– Lo volveremos a hacer seguro. Me ocupare de mandar a un cerrajero.
– ?Un sabado? Eres un trabajador milagroso.
– No. Solo tengo una excelente agenda.
Ella se reclino, sintiendo que se aflojaba la tension sobre sus hombros. Todo a su alrededor en la unidad de terapia intensiva zumbaba de actividad, pero su atencion estaba completamente enfocada en el hombre cuya voz ahora la tranquilizaba, le brindaba seguridad.
– ?Y como estas tu? -pregunto ella.
– Temo que mi dia recien comienza. -Interrumpio la conversacion para contestar a una pregunta, algo sobre que evidencia guardar. Otras voces hablaban en el fondo. Se lo imagino en el dormitorio de Nina Peyton, con todas las huellas del horror rodeandolo. Pero su voz era tranquila y serena.
– ?Me llamaras en cuanto ella despierte? -dijo Moore.
– El detective Crowe anda rondando por aqui como un buitre. Estoy segura de que el se enterara antes que yo.
– ?No crees que ella despierte?
– ?Una respuesta sincera? -dijo Catherine-. No lo se. No hago mas que repetirselo al detective Crowe, y el se niega a aceptarlo.
– ?Doctora Cordell? -Era la enfermera de Nina Peyton, llamandola desde el cubiculo. El tono de su voz alarmo instantaneamente a Catherine.
– ?Que sucede?
– Tiene que venir a ver esto.
– ?Algo anda mal? -dijo Moore en el telefono.
– No cuelgues. Dejame averiguar. -Dejo el telefono y camino hasta el cubiculo.
– Estaba limpiandola con una toalla -dijo la enfermera-. La trajeron del quirofano con un poco de sangre seca. Cuando la voltee de este lado, lo vi. Esta detras de su cadera izquierda.
– Muestremelo.
La enfermera tomo a la paciente por el hombro y la empujo suavemente.
– Ahi esta.
El terror dejo a Catherine clavada al piso. Observo el alegre mensaje que habia sido escrito con marcador negro sobre la piel de Nina Peyton.
Feliz cumpleanos, ?te gusta mi regalo?
Moore la encontro en la cafeteria del hospital. Estaba sentada en una mesa del rincon, la espalda contra la pared, asumiendo la postura de alguien que se sabe amenazado y espera el ataque que se avecina. Todavia llevaba puesto el guardapolvos quirurgico, y el pelo estaba recogido en una cola de caballo, resaltando sus atractivos rasgos angulosos, la cara lavada, los ojos brillantes. Necesariamente debia de estar tan exhausta como el, pero el miedo habia hecho aumentar su nivel de alerta, y se veia como un gato feroz, observando cada movimiento cercano a la mesa. Frente a ella habia una taza medio llena de cafe. «?Cuantas habra tomado ya?», se pregunto, y vio que temblaba mientras tomaba la taza. No era la mano firme de un cirujano, sino la mano de una mujer asustada.
Se sento frente a ella.
– Habra una patrulla estacionada frente a tu edificio toda la noche. ?Tienes tus nuevas llaves?
Ella asintio.
– El cerrajero vino a darmelas. Me dijo que coloco el Rolls Royce de las cerraduras.
– Estaras bien, Catherine.
Ella miro su cafe.
– Ese mensaje estaba destinado a mi.
– Lo sabemos.
– Ayer fue mi cumpleanos. Lo sabe. Y sabe que tenia una guardia programada.
– Si es el el que escribio eso.