– No me digas tonterias. Sabes que era el.

Tras una pausa, Moore asintio.

Se quedaron sentados por un momento sin hablar. Ya era tarde, y casi todas las mesas estaban vacias. Detras del mostrador, los empleados de la cafeteria retiraban las bandejas con comida, y el vapor se elevaba en columnas etereas. Un cajero solitario abrio con un crujido un paquete de monedas, que comenzaron a tintinear dentro de la caja.

– ?Y que hay de mi oficina? -dijo ella.

– No dejo huellas digitales.

– O sea que no tienes ninguna pista.

– No tenemos nada -admitio.

– Entra y sale de mi vida como el aire. Nadie lo ve. Nadie sabe como es. Podria poner rejas en todas mis ventanas y aun asi seguiria con miedo de dormirme.

– No tienes que volver a casa. Te puedo llevar a un hotel.

– No importa donde me oculte. El sabra donde estoy. Por alguna razon, me eligio a mi. Ya me dijo que soy la proxima.

– No lo creo. Advertir a su proxima victima hubiera sido un movimiento increiblemente estupido de su parte. Y el Cirujano no es estupido.

– ?Y por que me contacto? ?Por que me deja notas en…? -Trago saliva.

– Podria ser un desafio para nosotros. Una manera de burlarse de la policia.

– ?Entonces ese hijo de puta tendria que haberte escrito a ti! -El timbre de su voz fue tan agudo que una enfermera que se servia cafe se volvio para mirarla.

Sonrojandose, Catherine bajo a tierra. Se sentia incomoda por su arrebato, y se mantuvo en silencio mientras salian del hospital. El queria tomarla de la mano, pero penso que ella lo rechazaria, interpretandolo como un gesto condescendiente. Por sobre todo, no queria que ella pensara que el era condescendiente. Mas que cualquier otra mujer que conociera, Catherine le inspiraba respeto.

Sentada en su auto, le dijo suavemente:

– Perdi el control alli. Lo siento.

– En estas circunstancias, cualquiera lo haria.

– No tu.

Su sonrisa era ironica.

– Yo, desde luego, nunca pierdo el control.

– Si, ya lo note.

«?Y que quiere decir con eso?», se pregunto mientras manejaba hacia Back Bay. ?Que lo consideraba inmune a las tormentas que exasperan al comun de los mortales? ?Desde cuando una logica clara y distinta significaba ausencia de emociones? Sabia que sus companeros en la Unidad de Homicidios se referian a el como Santo Tomas, el sereno. El hombre al cual dirigirse cuando las situaciones se volvian incontrolables y hacia falta una voz tranquila. No conocian al otro Thomas Moore, el hombre que se quedaba frente al armario de su esposa por la noche, inhalando la fragancia cada vez mas tenue de sus ropas. Solo veian la mascara que el les permitia ver.

– Es facil para ti conservar la calma frente a todo esto. Tu no eres su blanco -dijo con una nota de resentimiento.

– Tratemos de considerarlo racionalmente…

– ?Considerar la propia muerte? Por supuesto que puedo ser racional.

– El Cirujano ha establecido un patron en el que se siente comodo. Ataca por la noche, no durante el dia. En el fondo es un cobarde, incapaz de enfrentar a una mujer en igualdad de condiciones. Quiere que su presa sea vulnerable. Que este en la cama y dormida. Incapaz de defenderse.

– ?Entonces nunca deberia dormir? Es una solucion facil.

– Lo que quiero decir es que evitara atacar a alguien en horas del dia, cuando la victima es capaz de defenderse. Es en la oscuridad donde todo cambia.

Freno el auto frente a la casa de Catherine. Aunque el edificio carecia del encanto de las viejas residencias de ladrillo sobre la avenida Commonwealth, tenia la ventaja de un estacionamiento cerrado y bien iluminado. Para acceder a la entrada principal se necesitaban tanto las llaves como el codigo de seguridad indicado, que Catherine marco en un tablero.

Entraron en la recepcion, decorada con espejos y con pisos cubiertos de marmol pulido. Elegante pero esteril. Frio. Un ascensor de inquietante silencio los llevo al segundo piso.

Frente a la puerta de su departamento vacilo, con la nueva llave en la mano.

– Puedo pasar y echar una mirada, si te hace sentir mejor -dijo Moore.

Ella parecio tomar la sugerencia como una afrenta personal. Por toda respuesta hundio la llave en la cerradura, abrio la puerta y entro. Parecia que tenia que probarse a si misma que el Cirujano no habia ganado. Que ella todavia tenia control sobre su propia vida.

– ?Por que no revisamos todos los cuartos, uno por uno? -dijo el-. Solo para asegurarnos de que nada ha sido alterado.

Ella asintio.

Recorrieron juntos el living y la cocina. Por ultimo el dormitorio. Ella sabia que el Cirujano se habia llevado recuerdos de las otras mujeres, y reviso con meticulosidad su caja de joyas, los cajones de la comoda, en busca de cualquier signo de una mano extrana. Moore, desde el marco de la puerta, la observaba escudrinar entre blusas y sacos y ropa interior. Y de repente lo alcanzo el recuerdo desestabilizador de otras ropas femeninas, ni por asomo tan elegantes, dobladas en una valija. Recordo un sueter gris, una blusa rosa palido. Un camison de algodon con flores azules. Nada de ultima moda, nada caro. ?Por que nunca le habia comprado a Mary algo extravagante? ?Para que pensaba destinar sus ahorros? No para lo que ese dinero termino sirviendo. Facturas de medicos y enfermeria y terapia fisica.

Se alejo de la puerta del dormitorio y camino hacia el living, donde se sento en el sillon. El sol de las ultimas horas de la tarde entraba a raudales por la ventana y su claridad le lastimaba los ojos. Se los restrego y dejo caer la cabeza sobre sus manos, afligido por la culpa de no haber pensado en Mary todo ese dia. Se sentia avergonzado por eso. Se sintio aun mas avergonzado cuando levanto la vista para mirar a Catherine y todos sus pensamientos sobre Mary se desvanecieron en el acto. «Es la mujer mas hermosa que conoci, -penso-. La mujer mas valiente que conoci».

– No falta nada -dijo ella-. Al menos por ahora.

– ?Estas segura de que quieres quedarte aqui? Me sentiria mejor si te llevo a un hotel.

Ella se cruzo hasta la ventana y miro hacia afuera, su perfil encendido por la luz dorada del atardecer. «He pasado los ultimos dos anos con miedo. Encerrandome, protegiendome del mundo exterior con cerraduras. Siempre mirando detras de las puertas y revisando los armarios». Lo miro.

– Quiero recuperar mi vida. Esta vez no lo dejare ganar.

Dijo esta vez como si se tratara de la batalla de una guerra mucho mas larga. Como si el Cirujano y Andrew Capra se hubieran fundido en una unica entidad, entidad que habia doblegado brevemente hace dos anos, pero que no habia derrotado del todo. Capra. El Cirujano. Dos cabezas del mismo monstruo.

– Dijiste que habria un patrullero afuera esta noche -dijo ella.

– Alli estara.

– ?Me lo garantizas?

– Absolutamente.

Respiro hondo, y la sonrisa que le ofrecio fue un acto de profunda valentia.

– ?Entonces no tendre que preocuparme por nada? -dijo ella.

Era la culpa lo que lo hacia conducir hasta Newton esa tarde en lugar de ir derecho a su casa. Su reaccion ante Cordell lo habia sacudido, y le preocupaba la forma en que ella habia monopolizado por completo sus pensamientos. A un ano y medio de la muerte de Mary llevaba una existencia monastica, sin interes por ninguna mujer, con todas las pasiones sumergidas en la angustia. No sabia como manejar esta nueva chispa de deseo. Solo sabia que, dada la situacion, era inapropiado. Y ademas un signo de deslealtad para con la mujer que habia amado.

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