– Si comenzamos a mentir, ?como trazamos la linea entre ellos y nosotros? ?Donde termina?
Ella se quito la bolsa de hielo de la cara y senalo su mejilla. Uno de sus ojos estaba cerrado por la hinchazon y toda la parte izquierda de su cara crecia como un globo livido. La apariencia brutal de su herida lo impacto.
– Esto es lo que me hizo Pacheco. No precisamente una palmadita amistosa, ?no? Tu hablas de
– Karl Pacheco no era el Cirujano. Le disparaste al hombre equivocado.
Ella lo miro fijo, con su cara como un espeluznante Picasso medio grotesco, medio normal.
– ?Tenemos una concordancia de ADN! Fue el quien…
– Quien violo a Nina Peyton, si. Nada en el concuerda con el Cirujano.
Arrojo el informe de Pelos y Fibras sobre su escritorio.
– ?Que es esto?
– El analisis microscopico del pelo de la cabeza de Pacheco. Distinto color, distinto rizado, distinta densidad de cuticula en relacion con el cabello encontrado en el borde de la herida de Elena Ortiz. No hay evidencia de pelo con formacion en bambu.
Ella permanecio inmovil, mirando el informe del laboratorio.
– No entiendo.
– Pacheco violo a Nina Peyton. Eso es todo lo que podemos decir con alguna certeza.
– Tanto Sterling como Ortiz fueron violadas…
– No podemos probar que Pacheco lo hizo. Ahora que esta muerto, no lo sabremos nunca.
Ella volvio a mirarlo, y el lado sano de su cara se tenso de rabia.
– Tiene que haber sido el. Toma tres mujeres al azar en esta ciudad, ?y cuales son las probabilidades de que todas ellas hayan sido violadas? Eso es lo que el Cirujano se ingenio para hacer. Les dio a tres de tres. Si no es el el que las viola, ?como sabe entonces a quien elegir, a quien masacrar? Si no era Pacheco, entonces es un amigo, un socio. Algun maldito buitre que se alimenta de la carrona que Pacheco deja a su paso. -Le devolvio bruscamente el informe-. Tal vez no le dispare al Cirujano. Pero el hombre al que le dispare era escoria. Todos parecen olvidar ese hecho. Pacheco era escoria. ?No merezco una medalla? -Se levanto y golpeo violentamente la silla contra el escritorio-. Tareas administrativas. Marquette me convirtio en una secretaria ejecutiva de mierda. Muchas gracias.
La miro alejarse en silencio, y no pudo pensar en nada que decirle, nada que pudiera reparar la brecha que se abria entre ambos.
Se dirigio a su propia oficina y se hundio en la silla.
«Soy un dinosaurio, -penso-, que se mueve pesadamente en un mundo donde los que dicen la verdad son despreciados».
Ahora no podia pensar en Rizzoli. El caso contra Pacheco se habia desintegrado, y estaban de vuelta en cero, a la caza de un asesino sin nombre.
Tres mujeres violadas. Seguia volviendo a lo mismo. ?Como hacia el Cirujano para encontrarlas? Solo Nina Peyton habia denunciado su violacion a la policia. Elena Ortiz y Diana Sterling no lo hicieron. El suyo era un trauma privado, conocido solo por los violadores, sus victimas y los medicos profesionales que las habian tratado. Pero las tres mujeres habian buscado asistencia medica en lugares distintos: Sterling en el consultorio de una ginecologa en Back Bay. Ortiz en la sala de emergencias del Centro Medico Pilgrim. Nina Peyton en la clinica para mujeres de Forest Hills. No habia yuxtaposicion de personal ni medicos o enfermeras o recepcionistas que hubieran podido estar en contacto con mas de una de esas mujeres.
De algun modo el Cirujano sabia que esas mujeres habian sido danadas, y le atraia su panico. Los asesinos sexuales eligen a su presa entre los miembros mas vulnerables de la sociedad. Buscan mujeres que puedan controlar, mujeres que puedan degradar, mujeres que no los amenacen. ?Y quien es mas fragil que una mujer que ha sido violada?
Mientras salia, se detuvo para mirar en la pared las fotos de Sterling, Ortiz y Peyton clavadas en ella. Tres mujeres. Tres violaciones.
«Y una cuarta». Catherine habia sido violada en Savannah.
Parpadeo cuando la imagen de su cara repentinamente cruzo por su mente, una imagen que no podia evitar anadir a la galeria de victimas en la pared.
«De algun modo, todo se remonta a lo que sucedio esa noche en Savannah. Todo se remonta a Andrew Capra».
Dieciseis
En el corazon de Ciudad de Mexico la sangre humana corrio alguna vez en forma de rio. Bajo la fundacion de la moderna metropolis yacen las ruinas del Templo Mayor, el gran sitio azteca que dominaba la antigua Tenochtitlan. Aqui, cientos de miles de desafortunadas victimas eran sacrificadas a los dioses.
El dia que camine por los parajes de aquel templo, senti algo de diversion ante el hecho de que cerca se erigiera una catedral, donde los catolicos prenden velas y susurran plegarias a un Dios piadoso que esta en el cielo. Se arrodillan cerca del lugar mismo donde alguna vez hubo piedras resbaladizas de sangre. Lo visite un domingo, sin saber que los domingos la entrada es gratis, y que el museo del Templo Mayor hormigueaba de ninos sus voces produciendo un eco claro en los corredores. No me interesan los ninos, ni la agitacion y el desorden que producen; si vuelvo alli, recordare evitar los museos en domingo.
Pero era mi ultimo dia en la ciudad, de modo que me adapte a esos irritantes ruidos. Queria ver la excavacion, y queria recorrer el Pabellon Dos. El Pabellon de los Rituales y Sacrificios.
Los aztecas creian que la muerte era necesaria para la vida. Para mantener la sagrada energia del mundo, para mantener las catastrofes a distancia y asegurar que el sol continuase saliendo, los dioses debian alimentarse con corazones humanos. Parado en el Pabellon de los Rituales vi, en una vitrina de vidrio, el cuchillo de sacrificio que se habia enterrado en la carne. Tenia un nombre: Tecpatl Ixcuahua. El Cuchillo de la Frente Ancha. La hoja estaba hecha de obsidiana, y la empunadura tenia la forma de un hombre arrodillado.
?Como hace uno para andar por ahi cortando corazones humanos equipado unicamente con un cuchillo de piedra?, me pregunte.
Esa pregunta me consumia mientras caminaba mas tarde, esa noche, por la Alameda Central, ignorante de los harapientos callejeros que formaban fila detras de mi, mendigando monedas. Tras unos momentos advirtieron que no podian seducirme los ojos castanos ni las sonrisas llenas de dientes, y me dejaron solo. Finalmente me fue concedida cierta medida de paz, si tal cosa es posible en la cacofonia de Ciudad de Mexico. Encontre una confiteria, me sente en una mesa en la acera sorbiendo un cafe fuerte, y era el unico cliente que habia elegido sentarse afuera con el calor. Busco desesperadamente el calor; alivia mi piel quebradiza. Lo busco en la misma forma en que un reptil busca una piedra caliente. Y asi, ese dia bochornoso, tome mi cafe y considere el pecho humano, preguntandome desconcertado como aproximarme mejor al tesoro palpitante que yace dentro.
El ritual propiciatorio de los aztecas fue descrito como rapido, con un minimo de tortura, y esto plantea un dilema. Se que es un trabajo duro romper el esternon y separar el hueso que protege al corazon como un escudo. Los cirujanos cardiacos realizan una incision vertical bajando hasta el centro del pecho, y separan el esternon en dos con un serrucho. Tienen asistentes que los ayudan a abrir las dos mitades oseas, y utilizan una variedad de sofisticados instrumentos para ensanchar el campo, cada herramienta disenada en reverberante acero inoxidable.
Un sacerdote azteca, solo con un cuchillo de piedra, hubiera tenido problemas para utilizar semejante metodo. Debe de haber necesitado un buril para machacar el esternon y separarlo hasta su centro, y alli debe haber habido mucho forcejeo. Y una buena cuota de gritos.
No, el corazon debe de haber sido extirpado con otro metodo.