Gray lo miro sonriendo y mostrando sus dientes blancos y torcidos.
– Si, yo se lo conte. Los chicos a veces vienen a caballo hasta aqui. Tenemos buenos senderos para explorar. Ellos ya habian oido hablar, desde luego. Los ninos en el cole dicen que esta embrujado y que solo se puede encontrar de noche y con luna llena. -Rio con una especie de graznido y se puso a toser.
– ?Has estado alli?
– No. Ni siquiera se si existe de verdad -dijo el, sacudiendo la cabeza-. Sospecho que si existe. He oido hablar de ese lugar desde que era nino. Pero mi madre nunca me dijo donde estaba. Eso si, siempre estabamos buscandolo. Asi no nos metiamos en otros problemas. ?Tiene algo que ver con el asesinato? -pregunto, despues de una pausa.
– Lo dudo. Solo queria comprobar la historia del chico -dijo Quinn, sacudiendo la cabeza.
– Ryan es un buen chico -dijo Gray.
– ?Conoces bien a los Parker?
– En realidad, no. Pero doy un curso de seguridad sobre el uso de armas de fuego. El ano pasado se apunto Ryan con el mayor de los chicos McClain. Y, como he dicho, ya que andan por nuestros caminos, quiero estar seguro de que conozcan bien las reglas.
Bill se incorporo.
– Puedes quedarte el rato que quieras, o llevarte la botella a tu habitacion. Yo tengo que levantarme temprano, asi que sera mejor que me vaya a dormir.
Quinn acabo su vaso y dijo que no con la cabeza.
– Gracias por la conversacion. -Les dio las buenas noches y subio a su habitacion.
Una hora mas tarde, todavia estaba despierto. No podia dejar de pensar en los motivos que tendria el Carnicero para no buscar a Miranda. Creia que, por alguna razon, era importante saberlo, pero no conseguia imaginar por que.
Encendio las luces y se sento a la mesa. Apunto unas notas cripticas que solo el podia descifrar.
Vigo. Hans Vigo era el experto del departamento en perfiles de asesinos, y un buen amigo. Quiza tuviera alguna informacion relevante.
Antiguos casos. Tenia que volver a mirar las carpetas de las victimas. Quizas habia algo en comun, mas alla del sexo y la edad, que concernia a todas las victimas. O quiza Miranda era unica. ?Por que? ?Por que la habia dejado vivir? Si, habia escapado, pero para el Carnicero ella seria un estorbo.
Penny Thompson.
Lo primero que haria por la manana era ir a la universidad y usar todas las influencias que tuviera para conseguir los viejos archivos.
Olivia.
Eran las dos de la manana en Virginia, demasiado tarde para llamar a Olivia, aunque el sabia que a ella no le importaria. La llamaria por la manana y le preguntaria si disponia de un poco de tiempo para colaborar con las pruebas en el laboratorio estatal en Helena. Deberia actuar con mucha diplomacia si queria conseguir que un tecnico criminologo del FBI entrara en el laboratorio del estado, pero confiaba en su habilidad para negociar y en la capacidad que tenia Olivia para entablar relaciones cordiales.
Al final, entendio por que no podia conciliar el sueno. Tenia hambre. Con Nick, habian parado a comer algo rapido y el se habia dejado media hamburguesa sin acabar en la oficina.
Sabiendo que a Bill no le importaria que mirara en la cocina, bajo a hacerse un bocadillo.
Sharon dormia y Miranda pensaba en un plan.
Tenia que haber una manera de escapar. Alguna manera. Como fuera.
Aunque tenia los ojos vendados, sabia que era de dia. No por la luz sino por la diferencia de temperatura.
Pensaba que nunca volveria a recuperar el calor. Por la noche, pensaba que se moriria de frio. Pero nunca hacia tanto frio, solo lo necesario para que ella no dejara de tiritar. Solo lo suficiente para que ella no pudiera sentir los dedos de pies y manos.
Ya habia dejado de desear tener a mano su edredon de plumon o un cafe caliente. A esas alturas, el calor era un lujo. La supervivencia era lo unico que ocupaba su pensamiento.
Dos cosas la mortificaban.
?Las tendria ahi para siempre? ?Alimentandolas a pan y agua y obligandolas a revolverse en su propia suciedad?
?O acaso las mataria en cuanto se cansara de hacerles dano?
La libertad no era una de las opciones. Intuia, sin que el hubiera dicho nada, que nunca las dejaria libres. Durante los tres primeros dias, le habia suplicado. Pero ahora lo sabia con certeza. Su muda respuesta le decia que no tenia intencion alguna de dejarlas en libertad.
Tenia que haberse dormido, porque el ruido del metal contra el metal la sobresalto.
Clic. Clic.
El hombre estaba abriendo la puerta del cuarto donde las tenia encerradas. Miranda se retorcio, con todos los instintos puestos en la idea de escapar, pero estaba encadenada a la madera basta y fria.
Dios quiera que no vuelva a comenzar.
El ruido de las cadenas desperto a Sharon.
– ?No! -exclamo esta, con un grito ronco que escapo de su garganta herida-. No, no, por favor - balbuceo entre sollozos. Miranda guardo silencio.
Ya no le quedaban lagrimas, ni le quedaban suplicas. Habia venido a violarlas o a matarlas. Iban a morir.
Papa, te quiero. Te quiero y lo siento mucho. Espero que nunca sepas lo que me ocurrio, porque te destrozaria.
Anoraba a su padre, anoraba verlo y dejar que le acariciara el pelo, como hacia cuando era una nina y su madre habia muerto.
– Esta en el cielo, carino -solia decirle, y luego le murmuraba palabras dulces acerca de lo maravilloso y bello que era el cielo, donde el dolor no existia.
Miranda ignoraba que le esperaba. ?Veria a la madre que apenas recordaba? ?Era un paraiso como el que le describia su padre?
?O acaso era la nada? La nada seria preferible a lo vivido durante esos ultimos cinco dias. ?Cinco? ?O eran seis dias? Intentaba llevar la cuenta, pero no lo sabia. Quizas habia pasado mas tiempo.
Era un cuarto pequeno. Un paso. Dos pasos. Sharon grito.
– ?No me toques! ?No me toques!
Al oir el ruido de las cadenas, Miranda tuvo que reprimir su propio terror. Oir que le hacian dano a Sharon realzaba su propio espanto, porque lo que le hiciera a Sharon se lo haria mas tarde a ella.
– ?Que? -Sharon parecia confundida.
Y entonces Miranda sintio que le levantaba los brazos. Tras el sonido metalico, de pronto se vio libre.
Un leve asomo de esperanza le hincho el corazon.
Las habia tenido con los ojos vendados, ?no? No podian identificarlo. ?Acaso las soltaria?
?Estaban libres?
Ahora le tocaba a los pies.
– De pie.
Una orden de solo dos palabras. Miranda intento levantarse, pero tropezo y cayo.
– No… no puedo.
Habia procurado mantener los musculos en forma con ejercicios, pero llevaba tanto tiempo tendida de espaldas que sus extremidades ya no estaban conectadas con su cuerpo. Tenia toda la columna