vengadas, el bien prevalecia sobre el mal.

Sin embargo, en la vida real nada de eso era verdad. A veces, las victimas recibian una compensacion de la justicia. A veces se castigaba a los malos. A veces el bien derrotaba al mal.

Pero, con la misma frecuencia, el que vencia era el mal.

Oyo unos pasos que llegaban hasta su puerta y se detenian. No queria hablar con Michael. Tenia buenas intenciones, pero era imposible que la entendiera. Por suerte, los pasos pasaron de largo y se alejaron por el suelo de baldosas.

Respiro como si hubiera estado conteniendo la respiracion sin darse cuenta y miro la pistola que sostenia en la mano. Todo su dolor podia desaparecer en ese instante con una sola bala.

Era una cobarde. No se atrevia a acabar con su propia vida. Solo queria que ese cabron viniera a por ella antes de que nadie mas muriera.

El director adjunto Roger Collins tomo el primer vuelo a Portland para inspeccionar la ultima escena del crimen del «Asesino Imitador», el nombre que los medios de comunicacion habian dado al ultimo asesino en serie de Estados Unidos. Tres horas mas tarde, volvia al este, pero no al aeropuerto de Dulles.

– ?A que hora esta previsto que lleguemos a Logan? -le pregunto a un auxiliar de vuelo que pasaba.

– Aterrizamos a las dieciseis y diez, hora del Este.

Collins saco su cartera y extrajo una tarjeta que guardaba debajo de su carne de conducir. La miro un rato largo antes de sacar el telefono movil del respaldo del asiento delantero, marco la clave de su tarjeta de credito y pidio hablar con el director.

– Roger.

La voz del doctor Milton Christopher era grave y aspera, y no habia cambiado en los mas de veinte anos que Roger lo conocia.

– Milt, ojala te estuviera llamando para charlar.

– ?Que pasa?

– Voy camino de Boston y necesito hablar con MacIntosh.

Siguio una larga pausa.

– No ha habido cambios.

– Ya lo se, pero tengo que verlo. Llegare despues de las horas de visita.

– ?Tiene algo que ver con ese asesino en serie de la costa Oeste?

Ahora le toco a Roger hacer una pausa.

– Puede ser.

– Estare aqui -dijo el medico, con un suspiro.

– Gracias. -Roger colgo y miro por la ventana. Tenia que hacer una llamada mas. Marco el numero.

– Penitenciaria de Shreveport.

– Tengo que hablar con el director acerca de un preso.

Cuando Roger aparco el sedan de alquiler frente al Hospital de Bellevue para Presos Discapacitados Mentales, acababa de hablar por telefono con las autoridades del sistema penitenciario de Texas. Se miro en el espejo retrovisor y no le sorprendio ver que tenia ojeras. El pelo canoso que a Gracie siempre le parecia tan «distinguido» le daba un aspecto mas avejentado que sus cincuenta y nueve anos.

Iban a rodar cabezas por haber trasladado a esa semilla del diablo sin haberle informado. Sin embargo, despues de cuatro horas y media de llamadas, desvios de llamadas y amenazas, Roger habia descubierto donde estaba y habia hablado con el director de Beaumont, una carcel de alta seguridad en Texas. El director James Cullen tenia respuestas a todas sus preguntas y habia pasado la noche revisando una copia de todos los antecedentes pertinentes.

Roger iba a bajar de su coche en Bellevue cuando sono su movil. Estuvo a punto de no contestar. Eran mas de las seis y no queria que Milt esperara mucho mas. Pero echo una mirada al numero y enseguida reconocio el de Rowan.

Sintio un nudo en el estomago, porque sabia que si algun dia se sabia la verdad, ella nunca lo perdonaria. El hecho de que todo lo que hiciera fuera para protegerla no le serviria de excusa.

– Collins -contesto.

– ?Ha hablado Quinn contigo hoy?

– Si. -Por eso estaba en Boston, pero no podia decirselo.

– Le has puesto proteccion a Peter, ?no? Si se entera de lo de Dani, puede que…

– Peter esta a salvo, Rowan.

– Contratare a un guardaespaldas, si es necesario. Si hay un problema de dinero, tengo suficiente.

– Ya esta hecho.

– Gracias. -Siguio una pausa y Roger tuvo ganas de contarselo todo. Pero no lo hizo.

– ?Alguna otra cosa?

Sonaba derrotada. Deseaba estar alli con ella, ser el padre que necesitaba y que nunca habia tenido. Incluso cuando Rowan vivia con el y Gracie, el trabajaba doce y catorce horas al dia. Sobre todo al principio, cuando ella lo habia necesitado mas.

– Vamos a coger a ese hijo de perra.

– Lo se. -No daba la impresion de que Rowan le creyera-. Adios.

– Espera… -Pero Rowan ya habia colgado.

Cerro el movil de un golpe y dio un punetazo en el techo del coche. Mierda, mierda, mierda.

– ?Te puedo ayudar en algo?

Roger se giro rapidamente. Milt Christopher ya lo habia visto. En realidad, estaba demasiado cansado para hacer las cosas bien. Sacudio la cabeza.

– Solo quiero que me lleves a ver a MacIntosh.

Caminaron en silencio por el cesped. Se suponia que los prados amplios y bien cuidados calmaban la locura que se escondia tras las paredes.

Milt utilizo su pase de seguridad para abrir una puerta en un extremo del patio. El y Roger tuvieron que firmar ante un guardia y luego siguieron por un pasillo ancho y blanco; cruzaron otras dos puertas de seguridad hasta llegar a la entrada de la habitacion de Robert MacIntosh.

– ?Estas seguro de que no confias en mi para esto?

– Confio en ti, Milt, pero tengo que verlo en persona.

Milt asintio con la cabeza y luego abrio la puerta con una llave.

Robert MacIntosh estaba sentado en una silla frente a una ventana con barrotes que daba al patio que acababan de cruzar. Estaba casi oscuro, pero por la mirada vacia de sus ojos azules, Roger penso que MacIntosh no lo sabia o no le importaba. Acerco una silla, la puso frente a el y lo miro, deseando ver algo, cualquier cosa menos la expresion vacia que recordaba.

Roger creia que la mayoria de las personas no estaban desequilibradas cuando cometian crimenes odiosos. Segun todos los documentos publicos, Robert MacIntosh habia estado en sus cabales veintitres anos antes. ?Que lo habia quebrado? ?Que habia cortado el fino hilo de la cordura? ?Acaso estaba desequilibrado cuando mato a su mujer, o su brutal asesinato le vacio la mente para encontrarse con su alma muerta?

No era justo. Habia querido que el peso de la ley cayera sobre ese cabron mas que sobre cualquier otro asesino que habia conocido en sus treinta y cinco anos en el FBI. Y MacIntosh no habia pronunciado ni una palabra desde el dia en que lo encontraron sentado junto al cuerpo desmembrado de su mujer muerta, embadurnado con la sangre que manchaba la cocina donde ella murio.

– Cabron -susurro.

Milt, el medico, carraspeo.

Roger busco los ojos ciegos de Robert MacIntosh, y no encontro nada humano, nada que estuviera vivo en sus profundidades. Aquel caparazon vacio de ser humano vivia del erario publico a un coste de mas de cien mil dolares al ano. Tendrian que haberlo ajusticiado en la escena del crimen cuando el primer agente de policia llego a la casa de los horrores de Boston.

Roger se incorporo.

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