– No se si darte las gracias o desear que tus padres hubieran tomado mas medidas anticonceptivas - refunfuno Kovac mientras echaba a andar hacia su cubiculo.
– ?Conocias a Andy?
– A decir verdad, no. Lo habia visto un par de veces… Suicidio… Dios, yo no quiero decirselo a Mike.
– ?Prefieres que se lo diga algun agente de uniforme? ?O alguien de la oficina del forense? -replico Liska, desaprobadora.
Kovac lanzo un resoplido y cerro los ojos en un intento de aliviar la carga que acababa de asentarse sobre sus hombros.
– No.
El destino lo habia vinculado a Iron Mike muchos anos antes y de nuevo la noche anterior. Lo menos que podia hacer era garantizar cierta continuidad al anciano, garantizar que una cara familiar le diera la noticia.
– ?No crees que deberiamos ocuparnos del tema? -sugirio Liska mientras buscaba con la mirada a Copeland y Springer-. Deberiamos mantener el asunto bajo control, teniendo en cuenta que Andy pertenecia al cuerpo y esas cosas.
– Tienes razon -convino Kovac, observando que la luz del contestador de su telefono parpadeaba-. Larguemonos antes de que Leonard nos cargue otro de sus asesinatos de manana.
Andy Fallon vivia en una casa de planta baja y desvan al norte del barrio de moda, que recibia el nombre de Zona Alta. La Zona Alta, morada de trepas y gentes a la ultima, se hallaba al sur del centro, lo cual nunca habia tenido sentido para Kovac. Suponia que el concepto de «Zona Alta» era demasiado elegante para tipos de su calana. El centro comercial era un cumulo de edificios restaurados y reformados que albergaban cafes, restaurantes finos y cines de arte y ensayo. Las casas situadas en la parte occidental, cerca del lago de las Islas y el lago Calhoun, se vendian a precios exorbitantes. Fallon vivia a suficiente distancia al norte y al este del lugar para poder permitirse el precio de una vivienda con sus ingresos de policia soltero.
Ante la casa vieron aparcados dos coches patrulla. Liska caminaba delante de el, siempre ansiosa por investigar un nuevo caso. Kovac la seguia casi a reganadientes, pues aquel asunto no le hacia ni pizca de gracia.
– Esperen a ver esto -les advirtio el agente uniformado que los recibio en la puerta-. Es de antologia.
Hablaba en tono casi sarcastico. Llevaba tanto tiempo trabajando como policia, se habia embrutecido de tal modo por la cantidad de cadaveres que habia visto a lo largo de su carrera, que aquellos cadaveres ya no eran personas para el, sino tan solo cuerpos. Todos los policias acababan igual, o se apartaban de las calles antes de perder el juicio. La muerte no podia afectarlos de manera personal cada vez que se topaban con ella. Kovac sabia que tampoco el era una excepcion, pero aquel caso seria distinto. De hecho, ya lo era.
Liska lanzo al policia la mirada vacua que todos los detectives aprenden a utilizar al inicio de su carrera.
– ?Donde esta el cadaver?
– En el dormitorio, arriba.
– ?Quien lo encontro?
– Un «amigo» -repuso el agente, marcando las comillas con los dedos-. Esta llorando en la cocina.
Kovac se acerco mucho a el y echo un vistazo a su placa identificativa.
– ?Se llama usted Burgess?
– Si -asintio el policia, resistiendose visiblemente a retroceder ante el acoso.
Liska garabateo su nombre y numero de placa en el cuaderno.
– ?Fue usted el primero en llegar? -pregunto Kovac.
– Si.
– ?Y uso esa boquita para hablar con el hombre que encontro el cadaver?
Burgess fruncio el ceno con suspicacia.
– Si…
Kovac se adentro un paso mas en el espacio del agente.
– Burgess, ?es usted siempre tan cretino o solo hoy?
El agente se ruborizo, y sus facciones se tensaron.
– Haga el favor de tener cuidado con lo que dice -ordeno Kovac-. La victima era policia, al igual que su padre, de modo que un poco de respeto.
Burgess apreto los labios y por fin retrocedio un paso con expresion gelida.
– Si, senor.
– No quiero que entre nadie a menos que lleve placa o sea de la oficina del forense, ?queda claro?
– Si, senor.
– Y quiero un registro del nombre, numero de placa, hora de entrada y hora de salida de todas las personas que vengan. ?Podra hacerse cargo de eso?
– Si, senor.
– Huy, huy, eso no le ha gustado nada -murmuro Liska con alegria malsana cuando dejaron a Burgess en la entrada y se dirigieron a la parte posterior de la casa.
– ?Tu crees? Pues que se joda-replico Kovac-. ?Andy Fallon era marica?
– Se dice homosexual -puntualizo Liska-. ?Y yo que se? No me mezclo con esas ratas de Asuntos Internos. ?Por quien me has tomado?
– ?De verdad quieres que te lo diga? -bromeo Kovac-. ?Trabajaba en Asuntos Internos? No me extrana que Mike dijera que el chico estaba muerto para el.
La cocina era de color verde oliva con inmaculados muebles de madera blanca, y en ella reinaba un perfecto orden. Era la cocina de una persona que sabia hacer algo mas que poner el microondas. Buen fogon, cacerolas colgadas de una barra de hierro sobre la isleta con mostrador de granito llena de grandes cuchillos en su soporte…
En el extremo mas alejado de la estancia, sentado a una mesa redonda situada junto a una ventana con saledizo, estaba el «amigo» con el rostro sepultado entre las manos. Era un tipo apuesto ataviado con traje oscuro, cabello rojo cortado a la moda, cara rectangular toda angulos y pecas que en ese momento destacaban la palidez cenicienta de la piel, acentuada por la fria luz grisacea que entraba por las ventanas. Apenas alzo la vista cuando los dos detectives entraron en la cocina.
Liska le mostro la placa y presento a ambos.
– Tenemos entendido que usted encontro el cadaver, senor…
– Pierce -repuso el hombre con voz ronca antes de sorber por la nariz-. Steve Pierce. Si, yo… lo encontre.
– Sabemos que ha sido un duro golpe para usted, senor Pierce, pero tendremos que hablar con usted cuando terminemos. ?Lo comprende?
– No -denego el hombre-. No comprendo nada. No puedo creerlo. No puedo creerlo.
– Lo acompanamos en el sentimiento -recito Liska automaticamente.
– Andy no haria una cosa asi -farfullo el hombre con la mirada clavada en la mesa-. Nunca haria una cosa asi. Es imposible.
Kovac guardo silencio. Al subir la escalera sintio que un puno de temor le oprimia el pecho.
– Este asunto me da mala espina, Tinks -mascullo mientras se ponia los guantes de latex-. O eso o estoy sufriendo un ataque al corazon. Eso si que seria ironico. Por fin dejo de fumar y voy y la palmo de un ataque al corazon.
– Bueno, no te mueras aqui -advirtio Liska con sequedad-. El papeleo seria un conazo.
– Eres un dechado de compasion.
– Prefiero no decirte de que eres tu un dechado. No estas sufriendo un ataque al corazon.
La primera planta de la casa tenia aspecto de haber sido en su momento una buhardilla abierta, pero la habian convertido en una hermosa suite con vigas vistas que le conferian aspecto de loft. Un precioso y acogedor rincon para morir, se dijo Kovac mientras examinaba los detalles.
El cadaver pendia de una soga anudada al modo tradicional a apenas un metro de distancia de la cama con dosel. La soga estaba echada sobre una viga del techo y atada al cabezal del lecho, si bien el lugar exacto quedaba oculto por la ropa de cama. La cama estaba hecha con gran pulcritud. Nadie habia dormido en ella ni se habia sentado siquiera sobre ella. Kovac advirtio aquellos pormenores de forma casi inconsciente, pues su