que comprenderlo. Y estaba segura de que lo haria, pero despues de enfadarse mucho con el.
Estuvieron hablando un buen rato. Santos hablo sobre su padre, y mientras lo hacia penso en lo terrible que debia ser perder a un ser amado. Habia sentido tal alivio con la muerte de su padre que no habia considerado la tragedia que habria supuesto la perdida de su madre.
Compartieron sus suenos y hablaron sobre el futuro. Al final, ya exhaustos, se separo de ella y la miro.
– Tengo que marcharme, Tina. Mi madre me matara.
– Lo se.
– Le hablare sobre ti -declaro, mientras tomaba sus manos-. Le pedire permiso para que te quedes con nosotros una temporada. Te lo prometo. No te muevas de aqui. Vendre a buscarte manana.
Santos se inclino y la beso, para sorpresa de la joven. Antes de marcharse, observo de nuevo sus ojos azules y volvio a besarla de nuevo. Tina paso los brazos alrededor de su cuello y dijo:
– Quedate conmigo, por favor, no me dejes.
Por un momento, considero la posibilidad de quedarse alli, pero no queria que su madre se preocupara terriblemente al ver que no llegaba a casa.
– No puedo hacerlo -susurro-. Me gustaria, pero no puedo.
Esta vez se aparto de ella y se levanto.
– Volvere manana -aseguro-. Es una promesa, Tina. Volvere.
Capitulo 6
Santos paso por delante de una tienda que tenia un reloj de neon en el escaparate. La luz verdosa iluminaba la acera. Eran las cuatro de la madrugada.
Tomo el camino mas corto de vuelta y no dejo de correr. Hasta las calles con mas afluencia habitual de gente estaban desiertas.
Mientras corria pensaba en el disgusto que se habria llevado su madre y en lo que tendria que hacer para que permitiera que Tina se quedara con ellos, sobre todo despues de lo que habia hecho. Pero en sus pensamientos ocupaba un lugar especial el beso que habian compartido y lo que habria sucedido si se hubiera quedado con la joven.
Solo entonces penso que podia haberla llevado a casa. Su madre no se resistia nunca a las suplicas. Era demasiado sensible. En cuanto hubiera visto los asustados ojos de Tina habria cedido.
Torcio por un callejon que salia a Dauphine Street y salio a Ursuline, a dos manzanas de su casa. Un poco mas adelante, las luces de varios coches patrulla y de una ambulancia iluminaban la calle. Entrecerro los ojos y se detuvo un momento cuando comprendio que fuera lo que fuese habia sucedido en su edificio.
Empezo a correr.
La policia habia acordonado la zona, y a pesar de la hora se habia reunido una pequena multitud. En cuanto llego, se dirigio a la vecina del primero y pregunto:
– ?Que ocurre?
– No lo se -contesto-. Alguien ha muerto. Creo que ha sido un asesinato.
– ?Quien? -pregunto, aterrorizado.
– No lo se. Puede que nadie -respondio, encogiendose de hombros.
Santos se aparto de la mujer y su miedo se desboco cuando vio que su madre no se encontraba entre el numeroso grupo. Sin embargo, eso no significaba nada. No habian bajado todos los vecinos.
Se dirigio hacia la entrada del edificio, presa del panico.
– Eh, chico…
Santos se dio la vuelta. Uno de los policias se dirigio hacia el. Por su aspecto se notaba que iba en serio. Llevaba una mano sobre la culata del revolver.
– Eh, tu, ?donde crees que vas?
– Adentro. Vivo aqui.
– ?Ah, si?
– Si. Mi madre me esta esperando. Llego tarde, y debe estar muy preocupada.
– ?Como te llamas?
Otro agente se unio al primero. De aspecto joven y calidos ojos azules, casi parecia un nino sin edad para ir armado.
– Victor Santos.
– ?Santos?
Los dos agentes intercambiaron una mirada.
– ?Donde has estado esta noche, Victor?
– Con unos amigos. Sali un rato aprovechando que mi madre estaba trabajando -explico, casi sin respiracion-. Por favor, deje que suba. Debe estar muy asustada.
– ?Llevas el documento nacional de identidad?
– No, pero mi madre puede…
– ?Cuantos anos tienes, Victor?
– Quince -contesto, temblando-. Mire, no la culpe. Es una mujer muy responsable. Es culpa mia. Me escape, y cuando entre en casa voy a tener un buen problema. Por favor, no la denuncie.
– Tranquilizate, Victor -intervino el agente de mirada amable-. Todo saldra bien.
– ?Que quiere decir? -pregunto, presa del panico-. ?Que ocurre? ?Que ha pasado? ?Que hacen ustedes aqui?
El agente mas joven paso un brazo por encima de los hombros de Santos y lo llevo hacia uno de los coches patrulla.
– Sientate dentro, Victor. Llamare a alguien para que hable contigo.
– Pero mi madre…
– No te preocupes por eso ahora -dijo, mientras abria la portezuela trasera-. Sientate unos minutos aqui y llamare a cierto amigo mio que…
– ?No! -se aparto del agente-. Me voy a casa. Tengo que ver a mi madre.
– Me temo que no puedo permitirlo. Quedate aqui hasta que yo te lo diga. ?Entendido?
El policia lo agarro del hombro con fuerza. De repente, toda su simpatia habia desaparecido.
En aquel momento se formo un revuelo entre la multitud. Victor miro hacia la entrada. Varios enfermeros sacaban en aquel instante una camilla, con un cuerpo tapado con una sabana.
Alguien habia muerto.
Asesinado.
Santos se libro del agente y corrio hacia la entrada del edificio.
Consiguio saltarse el cordon de seguridad antes de que la policia pudiera impedirlo y aparto la sabana de la camilla.
Dos agentes lo agarraron y lo apartaron del lugar, pero no antes de que pudiera ver la sangre, no antes de que pudiera contemplar el rostro aterrorizado de la victima.
Eran el rostro y la sangre de su madre.
De forma inconsciente dejo escapar un grito. Su madre habia muerto, asesinada. Se inclino y vomito sobre los limpios zapatos negros del agente con rostro de nino.
Capitulo 7
Santos estaba sentado en la sala de espera de la brigada de homicidios, mirando el suelo de linoleo. No habia imaginado nunca que pudiera sentir un dolor tan terrible.
Su madre habia muerto siete dias atras, brutalmente asesinada. Le habian asestado dieciseis punaladas; en el pecho, en el estomago, en la espalda y en lugares en los que no queria pensar.