encontre a Seth, que venia hacia la casa.
De vuelta vimos que todas las ventanas estaban cerradas y que salia humo del interior. Vinimos corriendo y te encontramos sin sentido. Sheere ya no estaba.
– Jawahal se la ha llevado. Ian y Seth se miraron de refilon.
– ?Que pasa? ?Que has averiguado? Seth se llevo las manos a su espesa mata de pelo y lo aparto de su frente. Sus ojos le delataban.
– No estoy seguro de que ese Jawahal exista, Ben -afirmo el robusto muchacho-. Creo que Aryami nos mintio.
?De que estas hablando? -pregunto Ben-. ?Por que iba a mentirnos?
Seth resumio sus averiguaciones en el museo con Mr. De Rozio y explico que no existia mencion alguna a Jawahal en toda la documentacion del juicio excepto en una misiva particular firmada por el coronel Hewelyn, encubridor del asunto por oscuras razones, dirigida al ingeniero. Ben escucho las revelaciones con incredulidad.
– Eso no prueba nada -objeto-. Jawahal fue condenado y encarcelado. Se fugo ha-ce dieciseis anos y entonces empezaron sus crimenes.
Seth suspiro, negando de nuevo.
– Estuve en la prision de Curzon Fort, Ben -dijo con tristeza-. No hubo ninguna fuga ni ningun incendio hace dieciseis anos. La penitenciaria ardio en 1857. Jawahal nunca pudo haber estado alli ni fugarse de una prision que ya no existia desde decadas antes de que se celebrase su juicio. Un juicio donde ni se le menciona. Nada encaja.
Ben le miro boquiabierto. -Nos mintio, Ben -dijo Seth-. Tu abuela nos mintio.
– ?Donde esta ella ahora? -Michael esta buscandola -aclaro Ian-. Cuando la encuentre, la traera aqui.
– ?Y donde estan los demas? -Inquirio de nuevo Ben.
Roshan miro con indecision a Ian. Este asintio gravemente.
– Diselo- dijo.
Michael se detuvo a contemplar la bruma crepuscular que cubria la orilla oeste del Hooghly.
Decenas de siluetas envueltas parcialmente en sus mantos blancos y raidos se sumergian en las aguas del rio y la suma de sus voces se perdia en el murmullo de la corriente. El sonido de las palomas que batian sus alas al viento elevandose en la jungla de palacios y cupulas descoloridas y alineadas frente a la lamina de luz del Hooghly recor-daba una Venecia de las tinieblas.
– ?Eres tu quien me busca? -dijo la anciana, que yacia sentada a unos metros de el, su rostro oculto en un velo.
Michael la miro y la anciana alzo su velo. Los ojos tristes y profundos de Aryami Bose palidecieron al crepusculo.
– No tenemos mucho tiempo, senora -dijo Michael-. Ya no.
Aryami asintio y se incorporo lentamente. Michael le ofrecio su brazo y ambos par-tieron rumbo a la casa del ingeniero Chandra Chatterghee al amparo del ocaso.
Los cinco muchachos se reunieron en silencio en torno a Aryami Bose. Esperaron pacientemente a que la anciana se acomodase y encontrara el instante oportuno en que saldar la deuda que habia contraido con ellos al ocultarles la verdad. Ninguno oso pro-nunciar palabra antes que ella. La angustiosa urgencia que les consumia interiormente se transformo momentaneamente en una tensa calma, una sombra de incertidumbre ante la sospecha de que el secreto que la dama habia guardado con tanto celo supusiera un desa-fio insalvable.
Aryami observo los rostros de los muchachos con profunda tristeza y esbozo un amago de sonrisa que apenas afloro a sus labios. Finalmente, bajando la mirada, suspiro debilmente y, examinando las palmas de sus manos pequenas y nerviosas, empezo a hablar. Esta vez, sin embargo, su voz les parecio desposeida de la autoridad y la determi-nacion que habian aprendido a esperar de ella. Al final del camino, el miedo habia borra-do la fortaleza de animo que emanaba de su persona y los muchachos comprobaron que quien les hablaba no era mas que una anciana debil y mortalmente asustada, una nina que habia vivido demasiado.
«Antes de empezar, permitidme decir que, si alguna vez en mi vida he mentido, y me he visto obligada a hacerlo en numerosas ocasiones, siempre fue para proteger a al-guien. Si esta vez os menti a vosotros, fue con la certeza de que de este modo os protegeria a ti, Ben, y a tu hermana Sheere de algo que quiza pudiera danaros mas que las estratage-mas de un criminal enloquecido. Nadie sabe el dolor que me ha causado tener que llevar esta carga en solitario desde el dia de vuestro nacimiento. Todo cuanto os diga ahora sera la verdad hasta donde yo la conozco. Escuchadme bien y dad por cierto cuanto salga de mis labios, aunque nada hay tan terrible y dificil de creer como la pura y desnuda realidad de los hechos…
Parece que hayan transcurrido anos desde el dia en que os narre la historia de mi hija Kylian. Os hable de ella, de su maravillosa luminosidad y de como, de entre todos cuantos la pretendian, el elegido para ser su esposo fue un hombre horrible de origen sencillo y de gran talento, un joven ingeniero en quien todo eran promesas, pero que llevaba desde la infancia una pesada carga sobre sus espaldas, un secreto que habria de llevarle a la muerte a el y a otros muchos. Y aunque os parezca paradojico, permitidme que por una vez em-piece este relato por el final y no por el principio, en respuesta a los hallazgos que sagaz-mente habeis desentranado.
Chandra Chatterghee fue siempre un sonador, un hombre poseido por una vision de un futuro mejor y mas justo para su gente, a la que veia morir en la miseria en las calles de esta ciudad. Mientras, tras los muros de sus opulentas casas, aquellos a quienes el consi-deraba como invasores y explotadores del legado natural de nuestro pueblo se enrique-cian y vivian una vida de lujo y frivolidad a costa de la miseria de millones de almas con- denadas a la pobreza en el gran orfanato sin techo que es este pais.
Su sueno era poder dotar de un instrumento de progreso y de riqueza a la nacion que el siempre creyo que llegaria a romper el yugo opresor de la corona. Un instrumento para abrir nuevas rutas entre las ciudades, nuevos enclaves, y nuevos caminos hacia el futuro de las familias de la India. El siempre sono con un invento de hierro y fuego: el ferrocarril. Para Chandra, los railes del ferrocarril eran las arterias que tenian que llevar la nueva sangre del progreso por toda esta tierra y para ellas proyecto un corazon del cual brotaria toda esa energia: su obra cumbre, la estacion de Jheeter's Gate.
Pero la linea que separa los suenos de las pesadillas es tan fina como un alfiler y, muy pronto, las sombras del pasado volvieron a cobrarse su precio. Un alto mandatario del ejercito britanico, el coronel Arthur Hewelyn, habia realizado una meteorica carrera, edificada sobre sus hazanas y matanzas de inocentes, ancianos y ninos, hombres desarma-dos y mujeres aterrorizadas en pueblos y aldeas de toda la peninsula de Bengala. Alli don-de llegaba el mensaje de paz y union de la nueva India, llegaban sus fusiles y sus bayone-tas. Un hombre de gran talento y futuro, como proclamaban sus superiores con orgullo. Un asesino con la bandera de la corona y el poder de su ejercito en las manos. Uno entre tantos.
Hewelyn no tardo en reparar en el talento de Chandra y sin excesivos problemas trazo un circulo negro en torno a el, bloqueando todos sus proyectos. En unas semanas, no habia una sola puerta en Calcuta o en toda la provincia que se le abriera. Excepto, claro esta, la de Hewelyn. Este le propuso realizar obras para el ejercito, puentes, lineas ferreas… Todos estos ofrecimientos fueron rechazados por tu padre, que prefirio mante-nerse con el misero sueldo que los editores de Bombay se complacian en enviarle como li-mosna a cambio de sus manuscritos. Con el tiempo, el circulo de Hewelyn se relajo y Chandra empezo a trabajar de nuevo en su obra cumbre.
Al pasar los anos, Hewelyn retomo su colera. Su carrera estaba en peligro y necesitaba urgentemente un golpe de efecto, un bano de sangre fresca con que renovar el interes de la jerarquia de Londres en sus hazanas y restaurar su reputacion como la pantera de Bengala. Su solucion era clara. Presionar a Chandra, pero esta vez, con otras ar-mas.
Durante anos le habia estado investigando y sus esbirros terminaron por olfatear el rastro de los crimenes asociados con Jawahal. Hewelyn permitio que el caso casi aflorase a la luz publica y, cuando tu padre estaba mas comprometido que nunca en su proyecto de Jheeter's Gate, intervino, ocultandolo y amenazandole con revelar la verdad si no creaba para el un arma nueva, un instrumento de represion mortifero y capaz de acabar con todos los disturbios que pacifistas e independentistas sembraban en el camino de Hewelyn. El tuvo que claudicar y ese fue el nacimiento del Pajaro de Fuego, una maquina que podria convertir una ciudad o una aldea en un oceano de llamas en cuestion de segundos.
Chandra desarrollo paralelamente los proyectos del ferrocarril y del Pajaro de Fuego, con la constante presion