– ?Que hay ahi dentro? -pregunto Sheere, alarmada.
Jawahal cerro sus dedos sobre su brazo como un grillete y tiro de ella con fuerza.
– La maquina del fuego -respondio Jawahal abriendo la puerta y empujando a la muchacha al interior-. Esta es mi casa y mi carcel. Pero muy pronto todo eso cambiara gracias a ti, Sheere. Despues de todos estos anos, nos hemos reunido de nuevo. ?No es eso lo que siempre has deseado?
Sheere se protegio el rostro de la bocanada de calor mordiente que le asalto subitamente y observo entre sus dedos el interior de aquel vagon. Una gigantesca maquinaria formada por grandes calderas metalicas unidas a un interminable alambique de tuberias y valvulas rugia frente a ella amenazando con estallar por los aires. De entre las junturas de aquel monstruoso ingenio exhalaban furiosos escapes de vapor y gas, que adquirian el intenso tinte cobrizo que revestia las paredes del vagon. Sobre una plancha de metal que sostenia todo un juego de llaves de presion y manometros, Sheere reconocio una figura labrada en el hierro que representaba un aguila alzandose majestuosamente de entre las llamas. Bajo la efigie del ave Sheere advirtio unas palabras grabadas en un alfabeto que desconocia.
– El Pajaro de Fuego -dijo Jawahal junto a ella- “mi alter ego”.
– Mi padre construyo esta maquina… -murmuro Sheere-. Usted no tiene ningun derecho a utilizarla. No es mas que un ladron y un asesino.
Jawahal la observo pensativo y se relamio los labios.
– ?Que mundo hemos construido donde ya ni los ignorantes pueden ser felices? -pregunto Jawahal-. Despierta, Sheere.
Sheere se volvio a contemplar con desprecio a Jawahal.
– Usted le mato… -dijo dirigiendole una intensa mirada de odio.
Los labios de Jawahal se encogieron en una mueca silenciosa y grotesca. Segundos mas tarde, Sheere comprendio que se estaba riendo. Mientras lo hacia, Jawahal la empujo suavemente contra la pared ardiente del vagon y la senalo con un dedo acusador.
– Quedate ahi y no te muevas -ordeno.
Sheere observo a Jawahal acercarse a la palpitante maquinaria del Pajaro de Fuego y vio que posaba las palmas de las manos sobre el metal ardiente de las calderas. Sus manos se adhirieron a la plancha y Sheere pudo oler el hedor a piel chamuscada entre el espeluz-nante sonido que producia la carne al quemarse. Jawahal entreabrio lentamente los labios y las nubes de vapor que flotaban en el vagon parecieron adentrarse en sus entranas. Luego se volvio y sonrio ante el rostro horrorizado de la joven.
– ?Te asusta jugar con fuego? Entonces jugaremos a otra cosa. No podemos decep-cionar a tus amigos.
Sin esperar replica, Jawahal se aparto de las calderas y se dirigio hasta el extremo del vagon, donde cogio un gran cesto de mimbre con el que se acerco a Sheere sosteniendo una inquietante sonrisa en los labios.
– ?Sabes cual es el animal que mas se parece al hombre? -pregunto amablemente Jawahal.
Sheere nego.
– Veo que la educacion que te ha proporcionado tu abuela es mas pobre de lo que cabria suponer. La ausencia de un padre es irreparable…
Abrio el cesto e introdujo el puno en el interior. Sus ojos despidieron un brillo mali-cioso. Cuando lo extrajo, sostenia en sus manos el cuerpo sinuoso y brillante de una ser-piente. Un aspid.
– Este es el animal mas parecido al hombre. Se arrastra y cambia de piel a conveniencia. Roba y se come las crias de otras especies en sus propios nidos, pero es incapaz de enfrentarse a ellos en una lucha limpia. Su especialidad, con todo, es aprovechar la menor oportunidad para asestar su picadura letal. Solo tiene veneno para una mordedura y necesita horas para rehacerse, pero aquel que lleva su marca esta condenado a una muerte lenta y segura. Mientras el veneno penetra por las venas, el corazon de la victima late cada vez mas despacio, hasta detenerse. Incluso esta pequena bestia, en su mezquindad, dispone de un cierto gusto por la poesia. Como el hombre. Aunque ella, a diferencia de este, nunca morderia a sus semejantes. Un fallo. ?No crees? Tal vez por eso hayan acabado sirviendo de divertimiento callejero de faquires y curiosos.
Todavia no esta a la altura del rey de la creacion.
Jawahal acerco el reptil a Sheere y la muchacha se apreto contra la pared. Jawahal sonrio complacido ante la mirada de terror que advirtio en sus ojos.
– Siempre tememos a lo que mas se nos parece. Pero no te preocupes la tranquilizo Jawahal-. no es para ti.
Jawahal tomo una pequena caja de madera roja e introdujo la serpiente en su interior. Sheere respiro con mas calma una vez que el reptil estuvo fuera de su campo de vision.
?Que piensa hacer con ella?
– Como he dicho, es para llevar a cabo un pequeno juego -explico Jawahal-. Esta noche tenemos invitados y debemos procurarles toda suerte de entretenimientos.
– ?Que invitados? -pregunto Sheere, rogando que Jawahal no confirmase sus peores temores.
– Una cuestion superflua, querida Sheere. Reserva tus preguntas para los verdaderos interrogantes, como por ejemplo, ?veran nuestros amigos la luz del dia?, o, ?cuanto tarda el beso de nuestra pequena amiga en templar un corazon sano y joven, rebosante de la salud de los dieciseis anos? La retorica nos ensena que eso son preguntas con sentido y estructura. Si no sabes expresarte, Sheere, no sabes pensar. Y si no sabes pensar, estas per-dida.
– Esas palabras pertenecen a mi padre -acuso Sheere-. El las escribio.
– Entonces veo que ambos leemos los mismos libros -replico Jawahal-. ?Que me-jor principio para una amistad eterna, querida Sheere?
Sheere asistio en silencio al pequeno discurso de Jawahal sin apartar la vista de la caja de madera roja que cobijaba al aspid, imaginando su cuerpo escamoso retorciendose en el interior. Jawahal alzo las cejas.
– Bien -concluyo-, ahora deberas disculparme si me ausento unos momentos para ultimar el recibimiento de nuestros huespedes. Ten paciencia y esperame. Valdra la pena.
Acto seguido, Jawahal asio de nuevo a Sheere y la condujo hasta un minusculo cubiculo al que se accedia por una estrecha puerta practicada en uno de los muros del tunel y que en otro momento habia hecho las veces de cuarto para cobijar las clavijas de seguridad del cambio de vias. Empujo a la muchacha al interior y deposito la caja roja a sus pies. Sheere le miro suplicante, pero Jawahal cerro la puerta frente a ella y la dejo en la mas absoluta de las oscuridades.
– Saqueme de aqui, por favor -suplico Sheere.
– Te sacare muy pronto, Sheere -susurro la voz de Jawahal al otro lado de la puerta-. Y entonces nadie nos separara.
?Que quiere hacer conmigo?
– Voy a vivir dentro de ti, Sheere. En tu mente, en tu alma y en tu cuerpo -respondio Jawahal-. Antes de que amanezca, tus labios seran los mios y tus ojos veran lo que yo vea. Manana seras inmortal, Sheere. ?Quien podria pedir mas?
Sheere gimio en la oscuridad.
– ?Por que hace usted todo esto? -suplico la muchacha.
Jawahal guardo silencio unos instantes.
– Porque te quiero, Sheere… -respondio-. Y ya conoces el dicho: siempre matamos aquello que mas amamos.
Tras una interminable espera, Seth aparecio finalmente al pie de la plataforma que rodeaba la parte superior de la sala. Ian suspiro aliviado.
?Donde te habias metido? -exigio Ian. Su voz reboto en la sala, formando un extra-no dialogo con su propio eco. Sus escasas esperanzas de pasar desapercibidos durante el registro se estaban esfumando a toda prisa.
– No es facil llegar hasta aqui -voceo Seth-. Este lugar es el peor nido de corredo-res y pasillos oscuros, quitando las piramides de Egipto. Da gracias que no me haya perdi-do.
Ian asintio e indico a Seth que se dirigiera al conducto que se internaba en el corazon de la arana de cristal. Seth recorrio la plataforma y se detuvo a su inicio.
– ?Algo va mal? -pregunto Ian observando a su companero situado a unos diez metros sobre el.
Seth nego en silencio y siguio caminando sobre la estrecha pasarela hasta detenerse de nuevo a dos metros