hubiera ocupado toda la manana en ello, no era demasiado extenso -yo calculaba menos de ochenta paginas, insuficientes para constituir por si solas toda una novela: por corta que fuera, a juzgar por el grosor del original, La travesia del horizonte-, pero al mismo tiempo pensaba que el tono del ultimo parrafo podia muy bien responder al de un final abierto, sin verdadero desenlace, y puesto que nuestro anfitrion habia senalado la noche anterior que su amigo no habia llegado a establecer con exactitud las causas que habian motivado la retirada de Victor Arledge, dudaba entre emitir una opinion o preguntar cuantos capitulos quedaban todavia. Y cuando me decidi a hablar, mas que nada para romper el embarazoso silencio que tanto la senorita Bunnage, ocupada en recoger sus instrumentos de trabajo, como Branshaw, que nos miraba imperterrito y a la espera de algun comentario, habian provocado, solo se me ocurrio decir, en cierto modo tambien para contentar al dueno de la casa, cuya impaciencia yo adivinaba al verle repiquetear con los dedos sobre la cubierta del libro, que la novela era mas que interesante aunque a veces el relato resultara un poco premioso y a pesar de que las partes dialogadas fueran muy inferiores a las otras. Al oir esto Branshaw parecio incomodarse y, todavia durante unos segundos, guardo silencio. Esto me hizo temer que cuando hablara seria para echarnos de alli sin mas contemplaciones, tan hostil fue la expresion que adquirio su rostro ante mi inocente observacion, que yo creia un elogio. Pero cuando por fin rompio su mutismo fue para exponer sus deseos de proseguir la lectura en otro momento, quiza a la manana siguiente, ya que, segun manifesto, por un lado se encontraba demasiado fatigado para continuar leyendo en voz alta con claridad -lo cual era imprescindible- despues del almuerzo, y por otro tenia compromisos ineludibles durante la tarde, concertados muchos dias antes de que la idea que nos habia reunido en su casa hubiera surgido. La senorita Bunnage, mas perspicaz que yo (en aquel instante me di cuenta de que si habia actuado con tanta decision cuando Branshaw cerro el libro era porque habia adivinado en el acto que el gesto de este significaba un descanso y no un punto final), se precipito hacia la salida sin titubeos y, despues de dar las gracias al senor Branshaw y despedirse de el hasta el dia siguiente, insinuo que lo correcto por mi parte seria acompanarla hasta su casa, a lo cual yo respondi, temo que con cierto rubor en las mejillas, que lo haria con mucho gusto.

Salimos a la calle y echamos a andar; ella, vivaracha y con paso ligero, parecia tal vez un poner de Manchuria que trotaba; yo, aun no del todo satisfecho por las derivaciones que mi fiesta estaba teniendo, me limitaba a ofrecerle el brazo.

Cuando llegamos a su casa (un edificio bajo de fachada blanca, puertas y contraventanas verdes, aspecto agradable y anticuada sencillez) y yo ya me disponia a despedirme, ella me invito a almorzar; y ante mi negativa inicial insistio tanto que tuve que aceptar, muy a reganadientes. Al parecer, vivia sola con una criada entrada en anos que salio a recibirnos refunfunando, y su fortuna, a todas luces heredada, debia de ser considerable a juzgar por los cuadros que adornaban las paredes y por la calidad de los muebles. La senorita Bunnage me introdujo en un espacioso comedor y me pregunto si deseaba algun aperitivo. Salio de la habitacion en su busca -aunque volvia a tener mucha hambre y en absoluto queria avivarla preferi evitar el riesgo de tener que soportar un nuevo despliegue de ruegos e insistencias- y luego, mientras yo bebia una copa de sack a pequenos sorbos, ella y la criada pusieron mesa para dos.

El primer plato dejo mucho que desear, y los prolongados silencios que se sucedieron entre las multiples, distanciadas y aburridas indagaciones que la senorita Bunnage pretendia hacer sobre mi persona fueron intolerables; pero ya en el segundo plato, advertido de que la situacion no podria cambiar a menos que yo lo quisiera, y reacio a permitir la aparicion de violencias excesivas y superfluas, toque el para mi carente de interes tema de La travesia del horizonte con la esperanza de que por lo menos la sonrisa de la senorita Bunnage, que habia desaparecido para ceder su puesto a un mohin continuo de decepcion mal llevada, retornara. Pero en contra de lo que yo suponia, al escuchar de mis labios el titulo de la obra en cuestion, la senorita Bunnage dio un respingo y su rostro se torno grave. Yo, sorprendido por su reaccion, deje de hablar durante unos segundos para darle tiempo a que se repusiera, y cuando ya se hubo serenado con la ayuda de su servilleta -que habia ocultado su alterada faz mientras procuraba sosegarse-, volvi a insistir sobre el tema, no con el deseo de que volviera a pasar un mal rato -nada mas lejos de mis intenciones- sino con el fin de que no se diera cuenta de que yo habia advertido que su turbacion se habia debido a la mencion de la novela del amigo muerto de! senor Branshaw. Y en efecto, asi fue: esta vez la senorita Bunnage, sabedora de mis intereses y preparada para cualquier eventualidad, sonrio ante mi pregunta -?sabe usted si realmente Victor Arledge emprendio el viaje que narra el manuscrito de Branshaw y si existieron los demas personajes?-, tomo un bocado de carne, volvio a sonreir enigmaticamente y dijo:

– Piensa que la historia es disparatada, ?verdad? Bueno, en cierto modo lo es. Pero he de advertirle que de momento no puedo decirle mucho acerca de este asunto; y lo siento de veras, porque creo que usted y yo ya somos como companeros de armas o de viaje, y por tanto me parece justo que sepa la verdad. Pero no hoy; manana tal vez, cuando el senor Branshaw haya dado por finalizada su lectura. Vera, si ahora contestara a su pregunta tendria la impresion de estarme comportando como uno de esos escritores que dejan leer sus novelas antes de que esten terminadas, y eso no me gustaria: demostraria que soy muy impaciente y que no se callar en los momentos adecuados. Hay que saber prolongar la incertidumbre. Le ruego que me disculpe y le prometo que manana le dare una respuesta convincente y satisfactoria, que seguramente le sorprendera.

He de recalcar que si habia hecho aquella pregunta no habia sido en aras de recibir una contestacion que sanase mi curiosidad, pues tal no existia, y por ello no dejo de intrigarme la incomprensible parrafada de la senorita Bunnage, que por un lado no me aclaraba si los hechos de La travesia del horizonte eran veridicos -ya que lo habia preguntado, ?por que no saberlo?- y por otro, sin que yo me lo hubiera propuesto, abria incognitas en mi mente que tal vez no en aquel instante, pero si en algun otro momento dado -en el que no hallara nada mejor o mas interesante para objeto de mis pensamientos-, me podrian resultar molestas. Pienso que mi sorpresa fue visible y que la senorita Bunnage, quiza adivinando mi incipiente y desconcertado interes, gozo con ello, por lo que lejos de intentar hacer mas averiguaciones, me limite a decir:

– No faltaba mas.

El resto de la comida discurrio sin variaciones palpables y la charla fue trivial, pero cuando, ya tarde, abandone la casa de la senorita Bunnage, la opinion que en un principio me habia formado de ella habia cambiado notablemente. Ahora, no puedo evitarlo, la recuerdo con mas que carino, y aunque solo la vi dos veces en mi vida, su fragil figura, que ella trataba de investir con atributos ingenuamente misteriosos sin lograr con ello disimular su buen caracter, tiene un muy especial significado para mi que no acierto a concretar. No habiamos vuelto a mencionar la novela del amigo del senor Branshaw, pero, superada la tensa situacion de las primicias del almuerzo, habiamos encontrado multiples temas, banales pero entretenidos, de que hablar, y el tiempo habia pasado rapidamente mientras tomabamos te o mirabamos el atardecer. Durante aquellas tres o cuatro horas que pase en Finsbury Road descubri que aquella damita indefinida y seguramente otonal era mucho mas inteligente de lo que habia supuesto en un principio, y fue tal vez esta nueva apreciacion lo que hizo que mi interes por La travesia del horizonte, primero pasivo y mas tarde indolente, se hiciera -mas que nada, me temo, como un tributo a la simpatia y a la admiracion que poco a poco me fueron provocando las opiniones de la senorita Bunnage- muy agudo y tentador; tanto que, al despedirme de ella hasta la manana siguiente, estuve a punto de recordarle la promesa que me habia hecho: me parecio indelicado y calle, quedando asi a merced de sus deseos, de su capricho, de sus sentimientos, de su voluntad y del azar.

El senor Branshaw me recibio con su cortesia caracteristica que nada tenia de cordial y me rogo que le acompanara en la bebida mientras aguardabamos la llegada de la senorita Bunnage, que ya se retrasaba. Durante la espera el senor Branshaw y yo nos limitamos a beber vino italiano y a cruzar frases anodinas. Su falta de vitalidad me hacia preguntarme que habria tenido de especial su amigo para que a su muerte Branshaw se hubiera erigido en proclamador de las excelencias de su unica obra y hubiera asumido un papel para el que, en teoria, se requeria un entusiasmo del que el carecia en absoluto: a medio camino entre el albacea y el biografo, el senor Branshaw no reunia los requisitos necesarios para adoptar ninguna de las dos posturas, y por otro lado, si bien no rebosaba de felicidad por el hecho de tener que leer a dos extranos lo que el consideraba la mas importante novela de los ultimos tiempos, tampoco, sin lugar a dudas, se lamentaba por tener que hacerlo. Si aquella frialdad era realidad, apariencia o adquisicion yo no lo sabia, y en otras circunstancias habria dicho que poco me interesaba, pero aquel dia, tal vez como continuacion del homenaje que con mi curiosidad acerca de La travesia del horizonte le habia rendido a la senorita Bunnage, saber el porque de su conducta me resultaba imprescindible. Enemigo de las indagaciones, no preferi callar, sin embargo, una vez mas, y, ya con cierta impaciencia, confiar en los conocimientos de la senorita Bunnage sobre la materia y en que su

Вы читаете Travesia Del Horizonte
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату