los curtidores. Diagoras, que no acababa de acostumbrarse a aquellas caminatas silenciosas, dijo:
– Espero, por Zeus, que no se trate de otra hetaira a la que debamos perseguir…
– No. Estamos cerca.
Una hilera de ruinas se extendia a lo largo de la calle en la que se encontraban. Las paredes contemplaban la noche con ojos vacios.
– ?Ves a esos hombres con antorchas en la puerta de aquella casa? -senalo Heracles-. Alli es. Ahora, haz lo que yo te diga. Cuando ellos te pregunten que quieres, responderas: «Vengo a ver la representacion» y les entregaras unos cuantos obolos. Te dejaran pasar. Yo te acompanare y hare lo mismo.
– ?Que significa todo esto?
– Ya te he dicho que tu me lo explicaras despues. Vamos.
Heracles llego primero; Diagoras imito sus gestos y sus palabras. En el tenebroso zaguan de la destartalada casa se vislumbraba la entrada a una angosta escalera de piedra; varios hombres descendian por ella. Diagoras, con paso tremulo, siguio al Descifrador y se sumergio en la oscuridad. Durante un instante solo pudo percibir la robusta espalda de su companero; los peldanos, muy altos, requerian toda su atencion. Despues empezo a escuchar los canticos y las palabras. Abajo, la tiniebla era diferente, como elaborada por otro artista, y precisaba de unos ojos distintos; los de Diagoras, desacostumbrados, solo advirtieron formas confusas. El olor fuerte del vino se mezclaba con el de los cuerpos. Habia unas gradas con bancos de madera, y alli se sentaron.
– Mira -dijo Heracles.
Al fondo de la sala, un coro de mascaras recitaba versos alrededor de un altar situado sobre un pequeno escenario; los coreutas elevaban las manos mostrando las palmas. A traves de las aberturas de las mascaras, los ojos, aunque oscuros, parecian vigilantes. Antorchas en las esquinas encandilaban el resto de la vision, pero Diagoras, entrecerrando los parpados, pudo distinguir otra silueta enmascarada detras de una mesa atiborrada de pergaminos.
– ?Que es esto? -pregunto.
– Una representacion teatral -dijo Heracles.
– Ya lo se. Quiero decir que…
El Descifrador le indico con gestos que guardara silencio. El coro habia finalizado la antistrofa y sus miembros se agrupaban en fila frente al publico. Diagoras comenzo a percibir el agobio de aquel aire irrespirable; pero no era solo el aire lo que le inquietaba: tambien estaba el denso
Diagoras recordaba haberlo observado por primera vez en las representaciones de los poetas Esquilo y Sofocles: una participacion casi religiosa, un silencio tacito, inteligente, como el que yace en las palabras escritas, y cierto… ?que?… ?Placer?… ?Miedo?… ?Embriaguez?… No podia comprenderlo. Le parecia, a veces, que aquel ritual inmenso era mucho mas antiguo que la comprension de los hombres. No se trataba exactamente de teatro: era algo previo, anarquico; no existian bellos versos que un publico culto pudiera traducir a hermosas imagenes; el discurso casi nunca era racional: las madres fornicaban con sus hijos, los padres eran asesinados por estos, las esposas atrapaban a sus conyuges en sangrientas e inextricables redes, un crimen se pagaba con otro, la venganza era infinita, las Furias acosaban a culpables e inocentes, los cadaveres quedaban insepultos; por doquier, aullidos de dolor de un coro inclemente; y un terror opresivo, gigantesco, como el del hombre abandonado en medio del mar. Un teatro que era como el ojo de un Ciclope que acechara al publico desde su caverna. Diagoras siempre se habia sentido inquieto frente a aquellas obras atormentadas. ?No le sorprendia en absoluto que disgustaran tanto a Platon! ?Donde se hallaban, en tales espectaculos, las doctrinas morales, las normas de conducta, el buen hacer del poeta que debe educar al pueblo, el…?
– Diagoras -susurro Heracles-: Fijate en los dos coreutas de la derecha, en la segunda fila.
Uno de los actores se acerco a la figura que se hallaba detras de la mesa. Por los altos coturnos que calzaba y la complicada mascara que celaba su rostro parecia tratarse del Corifeo. Emprendio un dialogo esticomitico con el personaje sedente:
CORIFEO: Vamos, Traductor: busca las claves, si es que las hay.
TRADUCTOR: Largo tiempo llevo buscandolas. Pero las palabras me confunden.
CORIFEO: Asi pues, ?piensas que es inutil persistir?
TRADUCTOR: No, pues creo que todo lo que esta escrito puede descifrarse.
CORIFEO: ?No te atemoriza llegar hasta el final?
TRADUCTOR: ?Por que habria de atemorizarme?
CORIFEO: Porque es posible que no existan soluciones de ningun tipo.
TRADUCTOR: Mientras tenga fuerzas, seguire.
CORIFEO: ?Oh, Traductor: arrastras una piedra que volvera a caer desde la cima!
TRADUCTOR: ?Es mi Destino: vano seria pretender rebelarme!
CORIFEO: Al parecer, te impulsa una confianza ciega.
TRADUCTOR: ?Debe haber algo tras las palabras! ?Siempre hay un significado!
– ?Los reconoces? -dijo Heracles.
– Oh, dioses -musito Diagoras.
CORIFEO: Veo que es inutil hacerte cambiar de opinion.
TRADUCTOR: Ahi no te equivocas: atado estoy a esta silla y a estos papiros.
Se escucharon golpes de cimbalo. El coro emprendio un ritmico estasimo:
CORO: ?Lloro por tu destino, Traductor, que ata tus ojos a las palabras, haciendote creer que acabaras hallando una clave en el texto que traduces! ?Por que Atenea, de ojos de lechuza, brindarnos quiso el luminoso conocimiento? ?Ahi te ves, infortunado, intentando, como Tantalo, alcanzar la futil recompensa de tus fatigas, pero los significados, huidizos, no puedes atrapar con tus manos extendidas ni con tu experta mirada! ?Oh suplicio! [43]
Diagoras no quiso mirar mas. Se levanto y camino hacia la salida. Los cimbalos resonaron tan fuertes que el sonido se hizo luz, y todos los ojos parpadearon. El coro alzo los brazos:
CORO: ?Cuidado, Traductor, cuidado! ?Te vigilan! ?Te vigilan!
– ?Diagoras, esperame! -exclamo Heracles Pontor.
CORO: ?Un peligro te acecha! ?Ya has sido advertido, Traductor! [44]
En la fria oscuridad de la calle, bajo el ojo vigilante de la luna, Diagoras tomo aire varias veces. El Descifrador, que venia detras, tambien jadeaba, pero en su caso era debido al esfuerzo de subir las escaleras.
– ?Los reconociste? -pregunto.
Diagoras asintio.
– Llevaban mascaras, pero eran ellos.
Regresaron por las mismas calles solitarias. Heracles dijo:
– Pues bien, ?que significa? ?Por que Antiso y Eunio vienen a este lugar por las noches, embozados en largas tunicas oscuras? Tu, supongo, podras explicarmelo.
– En la Academia opinamos que el teatro es un arte imitativo vulgar -dijo Diagoras con lentitud-: Prohibimos expresamente que nuestros discipulos asistan a representaciones dramaticas, no digamos que participen en ellas. Platon cree… Bueno, todos creemos que la mayoria de los poetas son poco cuidadosos y se dedican a dar mal ejemplo a los jovenes mostrando personajes nobles que, sin embargo, estan repletos de abyectos vicios. El verdadero teatro, para nosotros, no es un entretenimiento grosero dedicado a hacer reir o gritar a la plebe. En el gobierno ideal de Platon, el…
– Por lo visto, no todos tus discipulos opinan asi -lo interrumpio Heracles.
Diagoras cerro los ojos con expresion dolorida.
– Antiso y Eunio… -murmuro-. Jamas lo hubiese creido.
– Y Tramaco, probablemente, tambien. Lo lamento.
– Pero ?que clase de… obra grotesca ensayaban? ?Y que lugar era ese? No conozco ningun teatro cubierto en la Ciudad, salvo el Odeon.
– ?Ah, Diagoras: Atenas respira mientras nosotros pensamos! -exclamo Heracles con un suspiro-. Hay muchas