siempre junto a aquel cadaver y en un tono cada vez mas perentorio:

– ?Por que?… ?Por que?… ?Por que?…

Entonces, el Traductor dijo: [140]

Epilogo

Levanto, tremulo, la pluma del papiro, tras haber escrito las ultimas palabras de mi obra. No puedo imaginarme que opinara Platon -quien, con ansia similar a la mia, tanto ha esperado a que la concluyera- sobre ella. Quiza su luminoso semblante se distienda en una fina sonrisa durante algunos momentos de la lectura. En otros, bien lo se, fruncira el ceno. Es posible que me diga (me parece escuchar su mesurada voz): «Extrana creacion, Filotexto; sobre todo, el doble tema que desarrollas: por una parte, la investigacion de Heracles y Diagoras; por otra, este curioso personaje, el Traductor (no le otorgas ningun nombre), que, situado en un inexistente futuro, anota al margen sus hallazgos, dialoga con otros personajes y, por fin, es secuestrado por el loco Montalo… ?Triste suerte la suya, pues ignoraba ser una criatura tan ficticia como las de la obra que traducia!». «Pero tu has imaginado muchas palabras en boca de tu maestro Socrates», le dire yo. Y agregare: «?Que destino es peor? ?El de mi Traductor, que no ha existido nunca salvo en mi obra, o el de tu Socrates, que, a pesar de su existencia, se ha convertido en una criatura tan literaria como la mia? Creo que es preferible condenar a un ser imaginario a la realidad que a uno real a lo ficticio».

Conociendolo como lo conozco, sospecho que habra mas fruncimientos de ceno que sonrisas.

Sin embargo, no temo por el: no es hombre que se deje impresionar. Sigue mirando, extasiado, hacia ese mundo intangible, lleno de belleza y de paz, de armonia y de palabras escritas, que constituye la tierra de las Ideas, y ofreciendoselo a sus discipulos. En la Academia ya no se vive en la realidad sino en la cabeza de Platon. Maestros y alumnos son «traductores» encerrados en sus respectivas «cavernas» y dedicados a encontrar la Idea en si. Yo he querido bromear con ellos un poco (perdonadme, no era mala mi intencion), conmoverles, pero tambien alzar mi voz (de poeta, no de filosofo) para exclamar: «?Dejad de buscar ideas ocultas, claves finales o sentidos ultimos! ?Dejad de leer y vivid! ?Salid del texto! ?Que veis? ?Solo tinieblas? ?No busqueis mas!». No creo que me hagan caso: seguiran, afanosos y diminutos como letras del alfabeto, obsesionados por encontrar la Verdad a traves de la palabra y el dialogo. ?Zeus sabe cuantos textos, cuantas imaginarias teorias redactadas con pluma y tinta gobernaran la vida de los hombres en el futuro y cambiaran tontamente el curso de los tiempos!… Pero me atendre a las palabras finales de Jenofonte en su reciente estudio historico: «Por mi parte, hasta aqui mi labor. De lo que venga ahora, en cualquier caso, que se ocupe otro».

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[1] Faltan las cinco primeras lineas. Montalo, en su edicion del texto original, afirma que el papiro habia sido desgarrado en este punto. Comienzo mi traduccion de La caverna de las ideas en la primera frase del texto de Montalo, que es el unico del que disponemos. (N. del T.)

[2] Llama la atencion el abuso de metaforas relacionadas con «melenas» o «cabelleras», dispersas aqui y alla desde el comienzo del texto: es posible que senalen la presencia de eidesis, pero aun no es seguro. Montalo no parece haber reparado en ello, pues nada menciona en sus notas. (N. del T.)

[3] Las metaforas e imagenes relacionadas con «bocas» o «fauces», asi como con «gritos» o «rugidos», ocupan (como el lector atento puede haber notado ya) toda la segunda parte de este capitulo. Me parece obvio que nos encontramos ante un texto eidetico. (N. del T.)

[4] Sorprende que Montalo, en su erudita edicion del original, ni siquiera haga referencia a la fuerte eidesis que revela el texto, al menos a lo largo de todo este primer capitulo. Sin embargo, tambien es posible que desconozca tan curioso recurso literario. A modo de ejemplo para el lector curioso, y tambien por relatar con sinceridad como he venido a descubrir la imagen oculta en este capitulo (pues un traductor debe ser sincero en sus notas; la mentira es privilegio del escritor), referire la breve charla que mantuve ayer con mi amiga Helena, a la que considero una colega docta y llena de experiencia. Salio a colacion el tema, y le comente, entusiasmado, que La caverna de las ideas, la obra que he empezado a traducir, es un texto eidetico. Se quedo inmovil observandome, la mano izquierda sosteniendo por el rabillo una de las cerezas del plato cercano.

– ?Un texto que? -dijo.

– La eidesis -explique- es una tecnica literaria inventada por los escritores griegos antiguos para transmitir claves o mensajes secretos en sus obras. Consiste en repetir metaforas o palabras que, aisladas por un lector perspicaz, formen una idea o una imagen independiente del texto original. Arginuso de Corinto, por ejemplo, oculto mediante eidesis una completisima descripcion de una joven a la que amaba en un largo poema aparentemente dedicado a las flores del campo. Y Epafo de Macedonia…

– Que interesante -sonrio, aburrida-. ?Y se puede saber que oculta tu anonimo texto de La caverna de las ideas?

– Lo sabre cuando lo traduzca por completo. En el primer capitulo, las palabras mas repetidas son «cabelleras», «melenas» y «bocas» o «fauces» que «gritan» o «rugen», pero…

– ?«Melenas» y «fauces que rugen»?… -me interrumpio ella con sencillez-. Puede estar hablando de un leon, ?no?

Y se comio la cereza.

Siempre he odiado esa capacidad de las mujeres para llegar a la verdad sin agotarse tomando el atajo mas corto. Fui yo, entonces, quien me quede inmovil, observandola con los ojos muy abiertos. -Un leon, pues claro… -musite. -Lo que no entiendo -prosiguio Helena sin darle importancia al asunto- es por que el autor consideraba tan secreta la idea de un leon como para ocultarla mediante… ?como has dicho?

– Eidesis. Lo sabremos cuando termine de traducirlo: un texto eidetico solo se comprende cuando se lee de cabo a rabo -mientras decia eso pensaba: «Un leon, claro… ?Como es que no se me habia ocurrido antes?».

Bien -Helena dio por terminada la conversacion,

flexiono las largas piernas, que habia mantenido estiradas sobre una silla, deposito el plato de cerezas en la mesa y se levanto-. Pues sigue traduciendo, y ya me contaras.

– Lo sorprendente es que Montalo no haya notado nada en el manuscrito original… -dije.

– Pues escribele una carta -sugirio-. Quedaras bien y ganaras meritos.

Y, aunque al pronto fingi no estar de acuerdo (para que no notara que me habia resuelto todos los problemas de un plumazo), eso es lo que he hecho. (N. del T.)

[5] «La textura es untuosa; los dedos se deslizan por la superficie como impregnados en aceite; cierta fragilidad de escamas se percibe en el area central», afirma Montalo respecto de los trozos de papiro del manuscrito al comienzo del capitulo segundo. ?Acaso se emplearon hojas procedentes de distintas plantas en su elaboracion? (N. del T.)

[6] «Frio» y «humedad», asi como cierto movimiento «ondulante» o «sinuoso» en todas sus variantes, parecen presidir la eidesis en este capitulo. Podria tratarse perfectamente de una imagen del

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