[39] Acabo de sentir un pequeno vertigo y he tenido que dejar de trabajar. No ha sido nada: simplemente una estupida coincidencia. Se da el caso de que mi padre, ya fallecido, era escritor. No puedo describir la sensacion que he experimentado mientras traducia las palabras de este personaje, Crantor, que fueron redactadas hace miles de anos en un viejo papiro por un autor desconocido. «?Habla de mi!», pense durante un enloquecedor instante. Al llegar a la frase «Te miraban» -un nuevo salto a segunda persona, como el del capitulo previo-, me aparte del papel como si fuera a quemarme y tuve que dejar de traducir. Despues he vuelto a leer lo que habia escrito, lo he leido varias veces, hasta que, por fin, he notado que mi absurdo temor amainaba. Ahora puedo continuar.
[40] ??Como a Montalo??
[41] Heracles no percibe que Crantor le ha arrancado los ojos al pajaro. Hay que colegir, por tanto, que esta brutal tortura se ha desarrollado solo en el plano eidetico, como los ataques de la «bestia» del capitulo previo o las serpientes enroscadas del final del capitulo segundo. Ahora bien: es la primera vez que
[42] ?A que ha venido este ensanamiento eidetico con el pajaro, cuya presencia -no lo olvidemos- tambien es eidetica? ?Que pretende comunicar el autor? Es una «advertencia», dice Crantor, pero ?de quien a quien? Si Crantor forma parte del argumento, de acuerdo; pero si es tan solo un portavoz del autor, la advertencia adopta un pavoroso aire de maldicion: «Ten cuidado, traductor o lector, no desveles el
[43] Si, suplicio. ?Nos encontramos ante un mensaje del autor dirigido a sus posibles traductores? ?Cabe pensar que el secreto de
[44] Podra parecer gracioso -y lo sera, sin duda-, pero aqui, en mi casa, de noche, inclinado sobre los papeles, he dejado de traducir al llegar a estas palabras y he mirado hacia atras, inquieto. Por supuesto, solo hay oscuridad (suelo trabajar con una luz en el escritorio, y nada mas). Debo atribuir mi conducta al misterioso hechizo de la literatura, que a estas horas de la noche llega a confundir las mentes, como diria Hornero.
[45] «La mayor parte de este pasaje -que, sin duda, describia la fiesta de Menecmo y los adolescentes observada por Eumarco- se ha perdido. Las palabras fueron escritas con una tinta mas soluble, y muchas de ellas se evaporaron con el paso del tiempo. Los espacios vacios parecen ramas desnudas donde antes los pajaros de los vocablos se posaban», comenta Montalo sobre este corrupto fragmento. Y se pregunta a continuacion: «?Como reconstruira cada lector su propia orgia con las palabras que quedan?».
[46] «Ojos» y «Vigilancia» son dos palabras muy repetidas en esta ultima parte, y se corresponden con los versos que el autor pone en boca del Coro: «Te vigilan». La eidesis de este capitulo, pues, es doble: por una parte continuan los Trabajos de Hercules con la imagen de las Aves de Estinfalia; por otra, se habla de un «Traductor» y de «ojos que vigilan». ?Que puede significar? ?El «Traductor» debe «vigilar» algo? ?Alguien «vigila» al «Traductor»? Aristides, el erudito amigo de Montalo, me recibira manana en su casa.
[47] Aqui concluye el capitulo quinto. He terminado de traducirlo despues de mi conversacion con el profesor Aristides. Aristides es un hombre bonachon y cordial, de amplios ademanes y sonrisa escueta. Como el personaje de Ponsica en este libro, mas parece hablar con las manos que con el rostro, cuyas expresiones mantiene bajo una ferrea disciplina. Quiza sean sus ojos… iba a decir «vigilantes»… (la eidesis se ha infiltrado tambien en mis pensamientos)… quiza sean sus ojos, digo, el unico detalle movil y humano en ese yermo de facciones regordetas y barbita negra y picuda al estilo oriental. Me recibio en el amplio salon de su casa. «Bienvenido», me dijo tras su breve sonrisa, y senalo una de las sillas que habia frente a la mesa. Comence por hablarle de la obra. Aristides no sabia de la existencia de ninguna
Cuando le mencione la eidesis, adopto una expresion mas concentrada.
– Es curioso -dijo-, pero Montalo dedico sus ultimos anos de vida a estudiar los textos eideticos: tradujo una buena cantidad de ellos y elaboro la version definitiva de varios originales. Yo diria, incluso, que llego a obsesionarse con la eidesis. Y no es para menos: conozco companeros que han empleado toda la vida en descubrir la clave final de una obra eidetica. Te aseguro que pueden convertirse en el peor veneno que ofrece la literatura -se rasco una oreja-. No creas que exagero: yo mismo, al traducir algunas, no podia evitar sonar con las imagenes que iba desvelando. Y a veces te juegan malas pasadas. Recuerdo un tratado astronomico de Alceo de Quiridon donde se repetia, en todas sus variantes, la palabra «rojo» acompanada casi siempre por otras dos: «cabeza» y «mujer». Pues bien: comence a sonar con una hermosa mujer pelirroja… Su rostro… incluso llegue a verlo… me atormentaba… -hizo una mueca-. Al fin supe, por otro texto que cayo en mis manos casualmente, que una antigua amante del autor habia sido condenada a muerte en un juicio injusto: el pobre hombre habia ocultado bajo eidesis la imagen de su decapitacion. Podras imaginarte que terrible sorpresa me lleve… Aquel hermoso fantasma de pelo rojo… transformado de repente en una cabeza recien cortada manando sangre… -enarco las cejas y me miro, como invitandome a compartir su desilusion-. Escribir es extrano, amigo mio: en mi opinion, la primera actividad mas extrana y terrible que un hombre puede realizar -y anadio, regresando a su economica sonrisa-: Leer es la segunda.
– Pero hablando de Montalo…
– Si, si. El fue mucho mas lejos en su obsesion por la eidesis. Opinaba que los textos eideticos podian constituir una prueba irrefutable de la Teoria de las Ideas de Platon. Supongo que la conoces…
– Naturalmente -replique-. Todo el mundo la conoce. Platon afirmaba que las ideas existen con independencia de nuestros pensamientos. Decia que eran entes reales, incluso mucho mas reales que los seres y los objetos.
No parecio hallarse muy complacido con mi resumen de la obra platonica, pero su pequena y regordeta