Verger, numero de la Seguridad Social 475989823, en su domicilio y en la fecha que figura en la etiqueta, bajo juramento y en forma de atestado. El senor Verger esta al tanto de que se le garantiza inmunidad por parte del fiscal del distrito treinta y seis, y por las autoridades locales en un memorando adjunto, bajo juramento y en la forma establecida. Y ahora, senor Verger…

– Quiero hablarle del campamento -la interrumpio aprovechando una exhalacion de la maquina-. Fue una maravillosa experiencia de mi infancia, a la que en esencia he vuelto.

– Hablaremos de ello mas adelante, senor Verger, primero…

– Vamos a hablar de ello ahora, senorita Starling. ?Sabe?, en esta vida todo consiste en aguantar. Asi fue como encontre a Jesus, y nada que pudiera contarle sera mas importante que eso -hizo una pausa a la espera de que la maquina le bombeara oxigeno-. Era un campamento cristiano pagado por mi padre. Lo pagaba todo, los gastos de ciento veinticinco campistas a orillas del lago Michigan. Algunos de ellos eran unos muertos de hambre que hubieran hecho cualquier cosa por un piruli. Tal vez me aproveche de esa circunstancia, quiza fui grosero con ellos cuando no querian aceptar el chocolate y hacer lo que les decia; ya no tengo interes en ocultar nada, ahora todo esta en regla.

– Senor Verger, discutamos ciertas cuestiones con la misma…

Pero Verger no la escuchaba; tan solo esperaba que la maquina volviera a proporcionarle oxigeno.

– Tengo inmunidad, senorita Starling, todo esta en regla. Jesus me garantiza inmunidad, el fiscal del distrito me garantiza inmunidad, las autoridades de Owings Mills me garantizan inmunidad, aleluya… Soy libre, senorita Starling, todo esta en regla. Estoy en paz con el Senor, todo en regla. El es Nuestro Redentor, y en el campamento lo llamabamos Red. Nadie puede con Red. Lo convertimos en un contemporaneo, ?se da cuenta? Lo servi en Africa, aleluya, lo servi en Chicago, alabado sea, y lo sirvo ahora, y El me elevara sobre esta cama y vencera a mis enemigos y los pondra ante mi, y oire el llanto de sus mujeres. Y todo estara en regla.

Empezo a tragar saliva y callo, con las venas de la cara oscuras e hinchadas.

Starling se levanto para ir a buscar al enfermero, pero la voz del hombre la detuvo antes de que llegara a la puerta.

– Estoy bien, todo arreglado.

Starling penso que quiza una pregunta directa surtiera mas efecto que intentar dirigir el rumbo de la conversacion.

– Senor Verger, ?habia visto usted al doctor Lecter alguna vez, antes de que el tribunal se lo asignara como terapeuta? ?Tenian trato social?

– No.

– Sin embargo, los dos formaban parte del patronato de la Filarmonica de Boston.

– No. Tenia un asiento en el consejo por la contribucion economica de mi familia. Pero cuando habia que votar algo, enviaba a mi abogado.

– Usted no declaro en el juicio contra el doctor Lecter. ?Por que?

Estaba aprendiendo a espaciar las preguntas para acompasarlas al ritmo del respirador.

– Dijeron que tenian mas que suficiente para condenarlo seis veces, nueve veces. Y los engano recurriendo y declarandose enfermo mental.

– Fue el tribunal el que lo declaro enfermo mental. El doctor Lecter no recurrio.

– ?Le parece importante la distincion? -le pregunto Mason.

Aquella pregunta permitio a Starling vislumbrar el funcionamiento de su cerebro, prensil y tortuoso, que se compadecia mal con el vocabulario que utilizaba con ella.

Acostumbrada a la luz, una enorme anguila de la especie de las morenas salio de las rocas del acuario e inicio su incansable danza circular; parecia una cimbreante cinta marron con un hermoso diseno de manchas claras distribuidas irregularmente.

Starling era consciente de su presencia en todo momento, pues se movia en la periferia de su campo de vision.

– Es una Muraena kidako -dijo Mason-. Hay una todavia mayor en cautividad, en Tokio. Esta es la segunda en tamano. Su nombre vulgar es «murena asesina». ?Le gustaria ver por que?

– No -dijo Starling, y paso la hoja de su libreta-. De forma que, mientras seguia la terapia decretada por el juez, senor Verger, invito al doctor Lecter a su casa.

– Ya no me averguenzo de nada. Estoy dispuesto a contarselo todo. Ahora todo esta en regla. Me libraria de todos aquellos cargos amanados por abusos si hacia quinientas horas de servicios a la comunidad, trabajaba en la perrera municipal y asistia a las sesiones de terapia del doctor Lecter. Pense que si conseguia complicar al doctor de alguna manera, el haria la vista gorda con la terapia y no me delataria si faltaba de vez en cuando o si cuando iba estaba un poco distraido.

– Fue entonces cuando compro la casa en Owings Mills.

– Si. Le habia contado al doctor Lecter todo lo refeiente a Africa, Idi y lo demas, y le habia prometido ensenarle algunas cosas.

– ?Algunas cosas?

– Parafernalia. Juguetes. En aquel rincon esta la guillotina portatil que usabamos Idi Amin y yo. Se puede cargar en un jeep y llevarla a cualquier parte, al poblado mas remoto. Se monta en quince minutos. El condenado tarda diez minutos en tensarla con un torno, un poco mas si es una mujer o un nino. Ya no me averguenza todo aquello, porque ahora estoy purificado.

– El doctor Lecter fue a su casa.

– Si. Le abri la puerta vestido de cuero, ya me entiende. Lo observe esperando descubrir alguna reaccion, pero no vi ninguna. Me preocupaba que pudiera asustarse, pero no parecia asustado en absoluto. Asustarse de mi… Que divertido suena eso ahora. Lo invite a acompanarme arriba. Le ensene los perros que habia adoptado en el deposito. Habia encerrado en la misma jaula a dos que eran muy amigos, con agua fresca en abundancia pero sin comida. Sentia curiosidad por ver lo que acabaria pasando.

»Luego, le ensene mi instalacion de lazos corredizos, ya sabe, asfixia autoerotica; uno se ahorca, pero no en serio, es estupendo mientras… ?Me sigue?

– Lo sigo.

– Bien, pues el no parecia seguirme. Me pregunto como funcionaba y yo le conteste que era un psiquiatra un tanto raro si no lo sabia; y el dijo, y nunca olvidare su sonrisa: «Ensenemelo». Entonces pense: «Ya eres mio».

– Y se lo enseno.

– No me averguenzo de nada de ello. Nuestros errores nos hacen crecer. Ahora estoy purificado.

– Por favor, senor Verger, continue.

– Baje la horca a la altura del enorme espejo y me la pase por el cuello. Tenia el trinquete en una mano mientras me la meneaba con la otra, y observaba su reaccion, pero no podia adivinar lo que pensaba. Por lo general soy bueno leyendo la mente de los demas. El estaba sentado en una silla, en una esquina del cuarto. Tenia las piernas cruzadas y las manos entrelazadas alrededor de la rodilla. De pronto se levanto y se metio la mano en el bolsillo, todo elegancia, como James Mason buscando el encendedor, y dijo: «?Quieres una capsula de amilo?». Y yo pense: «Guau, si me da una ahora, tendra que seguir dandomelas siempre, si no quiere perder la licencia. Esto va a ser el paraiso de las recetas». Si ha leido el informe, sabra que habia mucho mas que nitrato de amilo.

– Polvo de angel, metanfetaminas, acidos… -recito Starling.

– Una pasada, creame. Se acerco al espejo al que me estaba mirando, le pego una patada y cogio una esquirla. Yo flipaba en colores. Se me acerco y me dio el trozo de cristal. Me miro a los ojos y me pregunto si no me apetecia rebanarme la cara con el cristal. Solto a los perros. Les di trozos de mi cara. Paso un buen rato hasta que me la vacie del todo, segun dijeron. Yo no me acuerdo. Lecter me partio el cuello con el lazo. Recuperaron mi nariz cuando les lavaron el estomago a los perros en la perrera, pero el injerto no agarro.

Starling empleo mas tiempo del necesario en ordenar los papeles sobre la mesa.

– Senor Verger, su familia ofrecio una recompensa despues de que el doctor Lecter escapara de Memphis.

– Si, un millon. Un millon de dolares. Lo anunciamos en todo el mundo.

– Y ademas ustedes ofrecieron pagar por cualquier informacion relevante, no solo por la captura y condena. Se suponia que compartirian esa informacion con nosotros. ?Lo han hecho siempre?

– No exactamente, pero nunca hubo nada lo bastante bueno para compartirlo.

– ?Como lo sabe? ?Es que siguieron ustedes mismos algunas de las pistas?

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