impidieron a Starling ver al hombre durante medio minuto y, al no advertir que se habia detenido, se encontro a su altura. Estaba justo al otro lado de la calle. Quiza tambien el la hubiera visto, pero no estaba segura.

Barney se habia quedado inmovil con las manos en los bolsillos de la chaqueta y la cabeza adelantada, mirando con los ojos entornados algo que se movia en mitad de la calzada. Sobre el asfalto yacia una paloma muerta, cuyas plumas se agitaban movidas por el aire de los coches que pasaban a su lado. Su companera daba una y mas vueltas a su alrededor mirandola con uno de los ojillos y agitando la cabeza a cada salto de sus patas rosaceas. Gira que gira, sin dejar de arrullar con el suave zureo de su especie. Pasaron varios coches y una furgoneta, que la atribulada viuda sorteaba en el ultimo instante con cortos vuelos.

Era posible que Barney hubiera levantado la vista un segundo y la hubiera visto; Clarice no podia afirmarlo. Pero tenia que moverse, o la descubriria. Cuando miro hacia atras por encima del hombro, vio a Barney en cuclillas en medio de la calzada, con un brazo levantado para detener el trafico.

Torcio en la primera esquina, se quito la chaqueta y saco del capazo un jersey de chandal, una gorra de beisbol y una bolsa de deporte; se cambio a toda prisa, metio la chaqueta y el capazo en la bolsa de deporte, y se encasqueto la gorra. Se cruzo con varias mujeres de la limpieza que volvian a sus casas, y volvio a doblar la esquina hacia la calle donde habia dejado a Barney.

El celador habia recogido el cadaver de la paloma y lo sostenia entre las manos. La companera del ave volo hasta los cables del telefono y lo observo desde alli. Barney deposito la paloma en la hierba de un parterre y le aliso las plumas. Alzo el ancho rostro hacia los cables y dijo algo. Cuando el hombre continuo su camino, la paloma descendio al cesped y volvio a merodear en torno a su pareja, dando saltitos por la hierba. Barney no miro atras. Cuando subio los escalones de una casa de apartamentos cien metros mas adelante y se puso a buscar las llaves en su bolsillo, Starling, que estaba a media manzana de distancia, echo a correr para alcanzarlo antes de que abriera la puerta.

– Barney… Hola.

El hombre se dio la vuelta sin prisa y la miro. Starling habia olvidado que Barney tenia los ojos mas separados de lo normal. Vio brillar en ellos una mirada de inteligencia y sintio como el pequeno clic de una conexion.

Se quito la gorra y dejo que el cabello le resbalara por los hombros.

– Soy Clarice Starling. ?Te acuerdas de mi? Soy…

– La novata -dijo, sin cambiar de expresion. Starling junto las palmas de las manos y asintio.

– Pues, si, soy la novata. Barney, necesito hablar contigo. No es oficial, solo quiero hacerte unas preguntas.

Barney bajo los escalones. Cuando estuvo en la acera, frente a ella, Starling tuvo que seguir levantando la vista. No se sentia amenazada por su tamano, como le hubiera ocurrido a un hombre.

– Agente Starling, ?reconoce usted oficialmente que no me ha leido mis derechos? -tenia una voz aspera y fuerte, como la de Tarzan, version Johnny Weissmuller.

– Por supuesto. No te he aplicado la ley Miranda. Estamos de acuerdo.

– ?Que tal si se lo dices a tu bolsa de deporte?

Starling abrio la bolsa, metio la cara y hablo en voz alta, como si dentro llevara un enano.

– No he leido sus derechos a Barney ni le he ofrecido hacer una llamada.

– Al final de la calle hay un sitio donde preparan un cafe estupendo -dijo Barney-. ?Cuantas gorras llevas en la bolsa? -le pregunto cuando se pusieron en marcha.

– Tres -contesto Starling.

Cuando el microbus matriculado como transporte para minus-validos paso ante ellos, Starling se dio cuenta de que los ocupantes la miraban; pero los desdichados se ponen cachondos a menudo, derecho que nadie puede negarles. Los jovenes que ocupaban un coche parado ante el siguiente semaforo tambien se la quedaron mirando, aunque, como iba con Barney, no le dijeron nada. Cualquier cosa que hubiera asomado por las ventanillas habria captado la atencion instantanea de Starling, prevenida contra la venganza de los Tullidos, pero no le quedaba mas remedio que aguantar las miradas silenciosas de los babosos.

Cuando entraron en la cafeteria, el microbus dio marcha atras, entro en una calleja y volvio por donde habia venido.

El establecimiento, especializado en almuerzos de jamon y huevos, estaba abarrotado y esperaron a que quedara libre un reservado, mientras el camarero le gritaba en hindi al cocinero, que manejaba la carne con unas largas pinzas y expresion culpable.

– Comamos algo -propuso Starling, cuando por fin pudieron sentarse-. Paga el tio Sam. ?Como te van las cosas, Barney?

– Tengo un buen trabajo.

– ?Que haces?

– Celador. Bueno, auxiliar de enfermeria.

– Pensaba que serias ya un enfermero diplomado, o que estarias en la facultad de medicina.

Barney se encogio de hombros y alargo la mano hacia la jarrita de la crema. Alzo la vista y miro a Starling.

– ?Te estan apretando por lo de Evelda?

– Ya veremos. ?La conocias?

– La vi una vez, cuando trajeron a su marido, Dijon. Estaba muerto, se desangro antes de que pudieran meterlo en la ambulancia. Cuando llego al hospital no le quedaba una gota de sangre. Ella no queria soltarlo y les pego a las enfermeras. Tuve que… Ya sabes… Era guapa. Y fuerte. No la trajeron cuando tu…

– No, la declararon muerta oficialmente alli mismo, en la escena del tiroteo.

– Ya me lo imagine.

– Barney, cuando entregaste al doctor Lecter a los de Tennessee…

– No lo trataron con educacion.

– Cuando tu…

– Y ahora estan todos muertos.

– Si. No duraron vivos ni tres dias. Tu en cambio fuiste su guardian durante ocho anos.

– Solo seis. El ya llevaba alli dos cuando yo llegue.

– ?Como lo hacias, Barney? Si no te molesta la pregunta, ?como conseguiste aguantarlo tanto tiempo? No bastaba con tratarlo con educacion.

Barney miro su reflejo en la cuchara, primero convexo y luego concavo, y penso durante un instante.

– El doctor Lecter tenia unas maneras exquisitas, nada estiradas, sino naturales y elegantes. Yo estaba estudiando por correspondencia y el me ayudaba. Eso no quita que me hubiera matado en cuestion de segundos a la menor oportunidad. En las personas, una cualidad no anula las otras. Pueden coexistir unas con otras, las buenas con las terribles. Socrates lo dijo mucho mejor que yo. Si trabajas en maxima seguridad, no puedes permitirte olvidarlo en ningun momento. Si procuras recordarlo, todo ira bien. Puede que el doctor Lecter llegara a lamentar haberme explicado lo de Socrates -para Barney, libre del lastre de una formacion academica, Socrates habia sido una experiencia de primera mano, que habia tenido la inmediatez de un encuentro personal-. La seguridad y la conversacion eran dos cosas totalmente independientes -prosiguio-. La seguridad no era algo personal, ni siquiera cuando tenia que suprimirle el correo o ponerle las correas.

– ?Hablabas a menudo con el?

– A veces se pasaba meses sin abrir la boca, y otras veces hablabamos por las noches, cuando los otros dejaban de gritar. De hecho, yo seguia esos cursos por correspondencia y no entendia una mierda; fue el quien me abrio los ojos a todo un mundo de cosas que desconocia: Suetonio, Gibbon, cosas asi.

Barney cogio la taza. Tenia un trazo naranja de yodo en un rasguno reciente que le cruzaba el dorso de la mano.

– Cuando se escapo, ?pensaste alguna vez que iria a por ti?

Barney meneo la cabezota.

– Una vez me dijo que, siempre que fuera «factible», preferia comerse a los maleducados. «Maleducados en sentido amplio», los llamo.

Barney rio, cosa rara en el. Tenia los dientes pequenos como los de un nino, y en su regocijo habia algo de perverso, como en la alegria de un bebe cuando embadurna de papilla la cara de un familiar embelesado.

Starling se pregunto si no habria estado encerrado con los majaras mas tiempo de la cuenta.

– Y tu, ?que? ?Tuviste miedo cuando se escapo? ?Pensaste que iria a buscarte? -le pregunto Barney.

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