– ?Y esta siguiendo algun programa?

– No, simplemente vive alli, a oscuras.

– Creo que deberias avisar. Es diabetico cronico, no aguantara mucho. ?Sabes por que hizo Lecter que Miggs se tragara su propia lengua?

– Tengo una ligera idea.

– Lo mato por haberte ofendido. Ese fue el motivo inmediato. Pero no te sientas mal, hubiera acabado haciendolo de todos modos.

Dejaron atras el edificio de apartamentos donde vivia Barney y llegaron al jardin, donde la paloma seguia dando vueltas alrededor del cadaver de su companera. Barney procuro espantarla haciendo aspavientos con las manos.

– Vete de una vez -le dijo al pajaro-. Ya has guardado bastante luto. Si sigues dando vueltas, acabara cazandote un gato.

La paloma alzo el vuelo. No pudieron ver donde se posaba.

Barney recogio el cadaver de la otra. El cuerpo cubierto de suaves plumas se deslizo facilmente en su bolsillo.

– Sabes, una vez el doctor Lecter hablo de ti un poco. Puede que fuera la ultima vez que hable con el, o una de las ultimas. Me lo ha recordado el pajaro. ?Te gustaria saber lo que dijo?

– Como no -dijo Starling. El desayuno se le revolvio en el estomago, pero no estaba dispuesta a dejarse acobardar.

– Estabamos hablando de los comportamientos hereditarios, que no tienen vuelta de hoja. Puso como ejemplo los experimentos geneticos en un tipo de pichones que giran sobre si mismos durante el cortejo. Vuelan bien alto y luego giran y giran hacia atras, mientras se dejan caer hacia el suelo. Los hay que hacen piruetas muy cerradas, y otros que las dan mas abiertas. No puedes cruzar dos de los primeros, porque las crias darian vueltas cayendo en picado hasta estrellarse contra el suelo. Lo que dijo el doctor Lecter fue esto: «La agente Starling es uno de esos pichones que giran como locos, Barney. Esperemos que alguno de sus progenitores no lo fuera».

Starling tenia que rumiar aquello.

– ?Que haras con el pajaro? -le pregunto.

– Desplumarlo y comermelo -contesto Barney-. Sube a casa y te dare la radiografia y los libros.

Cuando regresaba cargada con el enorme paquete hacia el hospital y el coche, Starling oyo entre los arboles la patetica llamada de la paloma viuda.

CAPITULO 13

Gracias a la delicadeza de un loco y a la obsesion de otro, Starling habia obtenido por el momento lo que siempre habia deseado, un despacho en el famoso pasillo subterraneo de la Unidad de Ciencias del Comportamiento. Conseguirlo de aquel modo resultaba amargo.

Starling nunca habia imaginado que la fueran a destinar a la elitista Unidad de Ciencias del Comportamiento nada mas graduarse en la Academia del FBI; pero siempre tuvo la conviccion de que acabaria ganandose la plaza. Sin embargo, sabia que deberia pasar anos en centros operativos antes de conseguirlo.

La agente especial era buena en su trabajo, pero le faltaba mano izquierda para los cabildeos de despacho; hasta pasados unos anos no se dio cuenta de que nunca llegaria a Ciencias del Comportamiento, por mas que el jefe de la unidad, Jack Crawford, tambien lo deseara.

El motivo fundamental no se le hizo evidente hasta que, como un astronomo que localiza un agujero negro, descubrio la existencia de Paul Krendler, ayudante del inspector general, por su influencia en los hombres que lo rodeaban. Aquel hombre nunca le habia perdonado que encontrara al asesino en serie Jame Gumb antes que el, y no podia soportar la atencion que la prensa habia dedicado a la novata.

En cierta ocasion, Krendler la llamo a casa una lluviosa noche de invierno. Starling cogio el telefono envuelta en un albornoz, calzada con zapatillas de Bugs Bunny y con el pelo envuelto en una toalla. Siempre se acordaria de la fecha, porque era la primera semana de la operacion Tormenta del desierto. Starling trabajaba por entonces como agente tecnico y acababa de volver de Nueva York, donde habia dado el cambiazo a la radio de la limusina de la delegacion iraqui en las Naciones Unidas. La nueva era identica a la anterior, salvo por el hecho de que las conversaciones mantenidas en el interior del vehiculo eran captadas por un satelite del Departamento de Defensa. Habia sido una jugada comprometida en el interior de un garaje privado, y Starling todavia tenia los nervios de punta.

Por un segundo, se le ocurrio la loca idea de que Krendler la llamaba para felicitarla por haber hecho un buen trabajo.

Recordaba la lluvia tamborileando en los cristales y la voz de Krendler en el auricular, un tanto farfullante sobre un fondo de ruidos de bar.

Le pregunto si podian verse y anadio que podia llegar en media hora. Krendler estaba casado.

– Me parece que no, senor Krendler -respondio Starling al tiempo que pulsaba el boton de grabacion del contestador automatico. El aparato produjo el pitido que exige la ley, y la comunicacion se corto.

Ahora, pasados los anos y sentada en el despacho que siempre habia querido ganarse, Starling escribio su nombre en un trozo de papel y lo pego con celo en la puerta. Como el rotulo no parecia serio, lo arranco y lo arrojo a la papelera.

Habia una carta en su bandeja para el correo. Se trataba de un cuestionario del Libro Guinness de los records, que queria incluirla en sus paginas como el agente del orden de sexo femenino que mas criminales habia matado en la historia de Estados Unidos. Empleaban el termino «criminales», le explicaba el editor, con todas las de la ley, dado que todos los fallecidos habian cometido multiples delitos mayores, y sobre tres de ellos pesaban ordenes de busca y captura que se salian de lo habitual. El cuestionario fue a hacer compania al rotulo con su nombre.

Llevaba dos horas tecleando en la mesa auxiliar del ordenador y apartandose mechones sueltos de la cara cuando Crawford llamo a la puerta con los nudillos y asomo la cabeza al interior del despacho.

– Ha llamado Brian desde el laboratorio, Starling. La radiografia de Mason y la que conseguiste de Barney coinciden. Es el brazo de Lecter. Van a digitalizarlas y compararlas, pero segun el no hay duda posible. Incluiremos los datos en el archivo VICAP de Lecter.

– ?Que hacemos con Mason Verger?

– Le diremos la verdad -dijo Crawford-. Los dos sabemos que el no compartira nada mas con nosotros a no ser que le demos algo que no puede conseguir por sus propios medios. Y si intentamos tomarle la delantera en Brasil en este momento, lo echaremos todo a perder.

– Usted me dijo que no hiciera nada, y eso he hecho.

– Entonces, ?que estabas haciendo, jugando con el ordenador?

– La radiografia le llego a Mason por DHL Express. La mensajeria retuvo el codigo de barras, la etiqueta de informacion y el lugar en que se hicieron cargo del envio. El hotel Ibarra, en Rio de Janeiro -Starling levanto una mano para adelantarse a una interrupcion-. Hasta ahora solo he utilizado fuentes de Nueva York. No he hecho ninguna pesquisa en Brasil.

»Mason hace sus llamadas telefonicas, o muchas de ellas, a traves de la centralita de una agencia de apuestas deportivas de Las Vegas. Imaginese la cantidad de llamadas que mueven.

– No se si atreverme a preguntar como has averiguado todo eso.

– Sin salirme de la legalidad -respondio Starling-. Bueno, casi. Pero no deje ningun microfono en su casa. Tengo los codigos para acceder a su cuenta telefonica, eso es todo. Todos los agentes tecnicos los tienen. Mire, podriamos acusarlo de obstruccion a la justicia. Con sus influencias, ?cuanto tiempo tendriamos que suplicar hasta conseguir una orden que nos permitiera tenderle una trampa? Y en caso de que lo condenaran, ?de que nos serviria? Ahora bien, esta usando una correduria de apuestas deportivas.

– Comprendo -dijo Crawford-. La Comision para el Juego de Nevada podria pinchar el telefono o apretarles las tuercas a los de la correduria de apuestas para que nos dieran la informacion que necesitamos, o sea, a quien van dirigidas las llamadas.

Starling asintio.

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