contra el? No tenian motivos para matarlo, a el, que caminaba solo por la avenida, que no tenia nada que ver con aquella lucha a muerte entre dos facciones. Sin embargo, si lo alcanzaban, ?quien seria testigo? De repente se dio cuenta de que corria el riesgo de morir de un disparo sin comerlo ni beberlo, y que su destino dependia por completo de la suerte. Se metio en una callejuela que tambien estaba vacia; daba la sensacion de que todos los habitantes hubieran abandonado el barrio. De pronto tuvo miedo, y en aquel momento comprendio como una ciudad podia entrar en una guerra sin dificultad, como las personas se podian convertir en enemigos en un instante y enzarzarse en una lucha a vida o muerte en nombre de una linea politica totalmente invisible.

En la plaza de delante de la estacion, un gran numero de personas hacian cola frente a las taquillas cerradas. Eran viajeros que esperaban. Pregunto a alguien que tenia delante de el cuando empezaria la venta de billetes. El hombre hizo una mueca para mostrarle que no tenia ni idea. Se puso en la fila de inmediato. Poco despues, otras personas que no supo de donde habian salido, se anadieron a la cola detras de el. Nadie llevaba mucho equipaje, y no habia ninos ni ancianos, tan solo mozos robustos, a excepcion de una chica con trenzas que estaba a dos pasos de el. A veces ella miraba de reojo hacia atras, y, cuando cruzaba la vista con alguien, bajaba de inmediato la cabeza. Daba la sensacion de que tenia miedo de que alguien la reconociera. Penso que todos los que estaban haciendo cola para comprar los billetes debian de estar huyendo del peligro. Sin embargo, el hecho de que hubiera tantas personas en la plaza lo tranquilizo. Se sento en el suelo y encendio un cigarrillo.

De pronto, los de su alrededor se agitaron y la fila se rompio sin que supiera que estaba ocurriendo. Paro a alguien para averiguar que pasaba. Le dijeron que iban a cerrar el rio. No supo lo que eso significaba hasta que le explicaron que ni el barco ni el tren podrian pasar. Otro dijo que habria una masacre. ?Quien iba a masacrar a quien? Imposible conseguir una respuesta. La cola desaparecio en un instante y no quedaron mas que unas pocas personas aisladas que, como el, no tenian adonde ir. Se aproximaron poco a poco y volvieron a hacer cola delante de las taquillas de la estacion. Formaron una cola menor, como si fuera el unico medio de mantenerse. Cuando el sol se inclinaba hacia el oeste y la aguja gorda del reloj de la estacion marco las cinco pasadas, todavia no se habia presentado nadie en las taquillas.

Sin saber que estaba ocurriendo, las personas que esperaban empezaron a tomar conciencia de la situacion y dejaron de esperar estupidamente. Se pusieron a la sombra a charlar o a fumarse un cigarrillo. Uno de ellos daba su opinion sin cesar, afirmaba que los dos bandos estaban entablando las ultimas negociaciones, que el ejercito intervendria pronto, que el transito ferroviario no podia estar cortado por mucho tiempo y que seguramente se reanudaria al dia siguiente, al menos eso era lo que creia. El ya no buscaba mas informacion, la chica todavia estaba alli, con la cabeza gacha, los brazos abrazando las rodillas, acurrucada en un rincon, a cierta distancia de los demas.

Tuvo ganas de comprar algo de comer antes de que se hiciera de noche. En el peor de los casos se acostaria sobre el suelo de cemento, pondria la mochila de almohada, y contemplaria las estrellas. Era verano, seria facil. Se alejo de las taquillas para ir a dar una vuelta. Todos los comercios cercanos a la estacion estaban cerrados y no habia ni un solo restaurante abierto. A cada lado de la plaza las calles estaban igualmente desiertas, hacia horas que no pasaba por alli ningun vehiculo. Empezo a notar que aquel ambiente era muy tenso y a preocuparse de verdad. No se atrevio a ir muy lejos y regreso a la estacion. La sombra de la torre se alargaba hasta el centro de la plaza, y delante de las taquillas el grupo todavia habia disminuido mas, pero la chica continuaba acurrucada en el mismo lugar, mientras que el hombre que no paraba de hablar se habia callado.

La sombra de la torre del reloj cubria ahora casi toda la plaza. Su contorno parecia mucho mas claro en contraste con la luz del sol, que disminuia. ?Para que quedarse esperando un tren que no se sabia cuando iba a pasar en una estacion donde nadie se conocia? ?Y si la via estaba totalmente cortada? ?Y si habia estallado una guerra civil?

«?Bang, bang, bang!» Sintieron las detonaciones sordas en el pecho. Todos se levantaron. Luego oyeron otros disparos, sin duda de una ametralladora, no lejos de alli. La gente se disperso, el tambien corrio, inclinado hacia adelante, bordeando un muro. Ya esta, es la guerra, penso. Entro por un pasaje estrecho al abrigo de las balas, rodeado de sacos amontonados a la altura de un hombre, y se refugio en un almacen. Se detuvo, jadeando, y escucho otra respiracion fuerte; la chica tambien estaba alli, apoyada contra los sacos, sin aliento.

– ?Donde se han metido los demas? -pregunto el.

– No se.

– ?Adonde vas?

La joven no respondio.

– Yo voy a Beijing.

– Yo… yo tambien -respondio ella tras un instante de vacilacion.

– ?No eres de aqui? -pregunto sin obtener respuesta.

– ?Estudiante? -insistio, sin exito.

La noche caia, se habia levantado un viento fresco, sintio que su camisa empapada de sudor se le pegaba a la espalda.

– Hay que encontrar un lugar para pasar la noche, seria peligroso quedarse aqui -dijo. el.

Una vez salio del almacen, se volvio hacia atras y vio que la joven le seguia en silencio manteniendo una distancia de dos o tres pasos. El le pregunto:

– ?Sabes donde hay un hotel?

– Cerca de la estacion, pero seria muy peligroso ir alli. Al lado del rio tambien hay uno, pero esta un poco lejos -respondio la muchacha en voz baja; parecia conocer muy bien el lugar. El se dejo llevar.

Llegaron a una pequena calle de viejas casas, situada por debajo del dique. Algunos jovenes estaban de pie delante de las viviendas o sentados a la entrada, y hablaban sobre la inminente situacion de guerra. Como las balas no podian alcanzarles, sentian curiosidad y una cierta excitacion. Las tiendas y las casas de comidas estaban cerradas, pero dos entradas iluminadas senalaban los hoteles, en realidad albergues antiguos, como los que hospedaban antano a los comerciantes que estaban de viaje o a los pequenos artesanos. Uno tenia el letrero de completo, en el otro solo habia una habitacion con una cama.

– ?La quiere o no? -pregunto la mujer gorda que agitaba su abanico de junco tras el mostrador.

El dijo que si y saco sus papeles. La mujer los tomo y abrio el registro.

– ?Que lazo hay entre ustedes? -pregunto ella, dispuesta a anotar.

– Marido y mujer -dijo el dirigiendo un guino a la chica.

– ?Apellido, nombre?

– Xu… Ying. -La joven tardo un poco en responder.

– ?Lugar de trabajo?

– Ella todavia no trabaja. Volvemos a Beijing -respondio el en su lugar.

– Deben pagar cinco yuans de deposito. La habitacion cuesta un yuan por dia, se paga a la salida.

Pago el deposito. La mujer guardo sus papeles, se levanto y tomo un manojo de llaves antes de salir del mostrador. Abrio una pequena puerta junto a la escalera y encendio la bombilla, que colgaba del techo inclinado, con un interruptor de cuerda. En el cuchitril que hacia de habitacion bajo la escalera habia una cama individual que tenia uno de los extremos metido en el rincon en que no se podia estar de pie. Del otro lado, habian colocado una estanteria en la que habia una palangana. Ninguna silla. La mujer gorda, que calzaba sandalias de plastico, salio haciendo sonar las llaves.

El cerro la puerta y se puso enfrente de la muchacha, llamada Xu Ying.

– Saldre dentro de un instante -le dijo.

– No vale la pena -respondio la joven, sentada al borde de la cama-, asi ya esta bien.

Entonces miro con atencion su palido rostro.

– ?Estas cansada? Tumbate a descansar.

Ella se quedo sentada sin moverse. Escucharon pasos sobre sus cabezas. Alguien bajaba. Luego oyeron un ruido de agua. Debian de estar lavandose en el patio. Aquella pequena habitacion sin ventanas era asfixiante.

– ?Quieres que abra la puerta?

– No -dijo ella.

– ?Te voy a buscar algo de agua? Yo ire a lavarme fuera.

La joven asintio con la cabeza.

Cuando volvio a la habitacion, ella ya habia acabado de lavarse y se habia puesto una camisa de cuello redondo sin mangas que tenia dibujadas unas pequenas flores amarillas; estaba sentada descalza sobre la cama. Tenia de nuevo las trenzas cortas, su rostro habia adquirido algo de color, era una chiquilla. Doblo las piernas

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