montana, aunque la revolucion habia pasado por ahi, todavia se podia vivir bastante bien.

El secretario Lu, que acababa de llegar a la comarca procedente de la capital de la provincia para «volver a la base», caminaba escoltado por los funcionarios de la comuna. Unos le abrian paso, los otros cerraban el cortejo tras el, como si estuvieran acompanando a un dirigente que hiciera una visita de inspeccion. Se encontro con el frente a frente. Ese hombre que los del pueblo llamaban «secretario» Lu era un antiguo revolucionario que dirigio la guerrilla de la region. Su carrera de funcionario no tuvo mucho exito: con cada movimiento politico, fue bajando de rangos, pasando del cargo en la capital de provincia, hasta volver finalmente a su pueblo natal, como funcionario enviado a la base. Los jefes locales lo veneraban como un dios y, por supuesto, no tenia que trabajar en los campos.

– Buenos dias, secretario Lu -saludo tambien respetuosamente al rey de la comarca.

– Eres de Beijing, ?no es cierto? -pregunto el secretario Lu, que parecia estar al corriente de quien era.

– Si, senor, hace cerca de un ano que estoy aqui -dijo, inclinando la cabeza.

– ?Te has acostumbrado? -pregunto todavia el secretario, que se habia parado para conversar con el. Era un hombre delgado, alto y caminaba ligeramente encorvado.

– Si muy bien, naci en el sur, estos paisajes de montana me hacen sentir muy bien, ademas, estas tierras son muy fertiles.

Hubiera querido describirlo como un paraiso terrestre, pero se contuvo.

– Es cierto que normalmente aqui no se muere uno de hambre -dijo el secretario.

Percibio algo en sus palabras, quizas una especie de resentimiento por haber tenido que «volver a la base».

– No tengo ganas de irme de este lugar. Me gustaria que usted se ocupara de mi.

Pronuncio estas palabras como si quisiera que el secretario Lu le diera su proteccion, pero la verdad es que necesitaba realmente tener un protector. Despues de hacer un ademan de cabeza respetuoso, iba a alejarse cuando el secretario Lu le brindo realmente su proteccion al decirle:

– Entonces ven a caminar un poco conmigo.

Se incorporo al cortejo. Lu se paro para esperar que se uniera a el y pudieran seguir hablando. En ese momento dejo de prestar atencion a los funcionarios de la comuna que se agolpaban cuchicheando a su alrededor: estaba claro que el secretario Lu le daba un trato especial. Camino con el hasta el final de la calle. En las puertas de las tiendas y de las casas la gente sonreia a su paso y les saludaban, lo que le hizo ser consciente del favor que le estaba haciendo realmente el secretario Lu y de que su posicion con respecto a los habitantes del pueblo habia cambiado.

– ?Vamos a ver donde vives!

No era una orden, sino el mayor favor que Lu podia hacerle. Este hizo un ademan de mano en direccion a los funcionarios que le seguian para que los dejaran solos.

Le guio sobre los diques que bordeaban los arrozales y entraron en su casa, situada a la entrada de la aldea. Lu se sento ante la mesa, el le preparo una taza de te, unos ninos llegaron. Quiso cerrar la puerta, pero Lu le dijo:

– No es necesario, no importa.

La noticia se esparcio como la polvora por toda la aldea. Instantes mas tarde, los funcionarios y los habitantes de la aldea estaban frente a su casa y gritaban sin cesar: «Secretario Lu, secretario Lu». Lu les devolvia el saludo inclinando levemente la cabeza, y empezo a beber el te tras soplar sobre las hojas que flotaban en la superficie.

En esta tierra todavia habia buena gente, en todo caso, personas que no eran malas por naturaleza; o quizas era mejor decir que el secretario Lu habia visto mucho mundo y lo entendia perfectamente; o puede que Lu tambien estuviera pasando por una mala epoca y se encontrara solo, necesitaba hablar con alguien, y la caridad que le demostraba calmaba su propia soledad.

Lu no toco las obras de Marx y Lenin que habia sobre la mesa, comprendio perfectamente esa tecnica de disimulo. Cuando se levanto para marcharse, le dijo:

– Si tienes problemas, ven a verme.

Lo acompano hasta el borde del arrozal y miro como la silueta delgada y un poco encorvada de aquel anciano se alejaba con paso firme y decidido, lo que sorprendia en un hombre de su edad. De este modo consiguio la proteccion del gran rey de la montana, aunque en aquel momento no logro ver el sentido de la visita de Lu a su domicilio.

***

Una noche, mientras estaba escribiendo, perdido en sus pensamientos, escucho de pronto que alguien lo llamaba desde fuera, lo que le provoco un tremendo sobresalto. Se levanto de inmediato y fue a esconder su manuscrito bajo el colchon antes de abrir la puerta.

– ?Estabas durmiendo? ?Al secretario Lu le gustaria que vinieras a beber una copa al comite revolucionario!

El empleado de la comuna popular que acababa de transmitirle el mensaje se dio media vuelta y se marcho. Se sintio aliviado.

La sede del comite revolucionario de la comuna se encontraba en el burgo, sobre un dique de piedra al borde del rio, en un gran edificio de ladrillo oscuro que tenia un mirador, la antigua residencia del cacique local; lo fusilaron cuando se repartieron las tierras y empezo la lucha contra los terratenientes. El gobierno de la comarca recupero el edificio y lo transformo mas tarde en la sede de la comuna popular, y luego en la del comite revolucionario, recientemente creado. El patio y la sala principal estaban abarrotados de gente, el olor a tabaco se mezclaba con el de transpiracion, nunca hubiera imaginado que ese lugar estuviera tan concurrido en plena noche.

En una sala del fondo de la casa se encontraba el flamante jefe del comite revolucionario, Liu, asi como Lao Tao, responsable de las milicias populares de la comuna. Cerraron la puerta para beber en compania del secretario Lu y este lo invito a sentarse con ellos. En la mesa habia unos cacahuetes sobre un periodico abierto, un tazon de pescado frito y un plato de queso de soja seco, manjares que seguramente habian traido los dirigentes de la comuna popular. Los acompanantes solo se mojaron los labios con el contenido de su taza, sin beber realmente. Un joven campesino que traia un fusil empujo la puerta y echo un vistazo antes de inclinarse ante los hombres respetables que se encontraban en esa habitacion. Apoyo el canon de su arma en el marco de la puerta.

– ?Quien te ha dicho que traigas el fusil? -pregunto Lao Tao, el responsable de la milicia, en claro tono de reproche.

– ?No es una formacion de emergencia?

– ?Si que lo es, pero nadie ha dicho nada de una actividad armada!

El joven no parecia comprender la diferencia entre las dos cosas y pregunto:

– ?Que hay que hacer entonces? Hemos traido todos los fusiles de la milicia.

– ?No salgais con las armas por cualquier sitio! ?Dejadlas en la oficina de armamento y esperad las ordenes en el patio!

Asi supo que las milicias de todo el distrito, desde la cabeza de distrito hasta los pequenos pueblos y aldeas, debian proceder en conjunto, a las doce de la noche, a «una gran escucha y un gran registro»: esta orden urgente la habia dado el comite revolucionario del distrito. Las casas de los que estuvieran dentro de las cinco categorias: terratenientes, campesinos ricos, contrarrevolucionarios, malos elementos y elementos derechistas eran los principales objetivos de esta «gran escucha» y, al menor movimiento sospechoso, habia que hacer un registro profundo. Hacia medianoche, el jefe del comite revolucionario, Liu, y el responsable de la milicia, Lao Tao, fueron al patio y pronunciaron un discurso haciendo un llamamiento a la lucha de clases, luego distribuyeron las tareas de los asistentes. Las milicias se pusieron en camino una tras otra, y la tranquilidad volvio a la estancia. Los perros del pueblo fueron los primeros en ladrar, luego les siguieron muchos otros que respondian al eco.

Sentado sobre la cama de plancha de madera, Lu se quito los zapatos, estiro las piernas y le pregunto por su familia. El le explico solamente que su padre tambien habia ido al campo, pero no dijo nada de su intento de suicidio. Anadio que su tio paterno tambien habia tenido un alto cargo en la guerrilla. En aquel momento todavia no sabia lo que le ocurrio a ese viejo veterano revolucionario: nada mas ingresar en un hospital militar con

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