explicaciones: era evidente que tenia problemas con la justicia y ese pueblo con su horca en la plaza era el ultimo del mundo donde un fugitivo desearia buscar asilo. Solo la crueldad del temporal pudo obligarlo a acercarse por alli. Eliza nada dijo, pero para ella la reaccion del hombre no fue una sorpresa: olia a maldad.
A los tres dias Jack habia recuperado algo de sus fuerzas, pero se le cayo la punta de la nariz y empezaron a gangrenarsele dos dedos de una mano. Ni asi lograron convencerlo de la necesidad de acudir al medico; preferia pudrirse de a poco que acabar ahorcado, dijo. Joe Rompehuesos reunio a su gente en el otro extremo del galpon y deliberaron en cuchicheos: debian cortarle los dedos. Todos los ojos se volvieron hacia Babalu, el Malo.
– ?Yo? ?Ni de vaina!
– ?Babalu, hijo de la chingada, dejate de mariconerias! -exclamo Joe furiosa.
– Hazlo tu, Joe, yo no sirvo para eso.
– Si puedes destazar un venado, bien puedes hacer esto. ?Que son un par de miserables dedos?
– Una cosa es un animal y otra muy distinta es un cristiano.
– ?No lo puedo creer! ?Este hijo de la gran puta, con permiso de ustedes, muchachas, no es capaz de hacerme un favor insignificante como este! ?Despues de todo lo que he hecho por ti, desgraciado!
– Disculpa, Joe. Nunca he hecho dano a un ser humano…
– ?Pero de que estas hablando! ?No eres un asesino acaso? ?No estuviste en prision?
– Fue por robar ganado -confeso el gigante a punto de llorar de humillacion.
– Yo lo hare -interrumpio Eliza, palida, pero firme.
Se quedaron mirandola incredulos. Hasta Tom Sin Tribu les parecia mas apto para realizar la operacion que el delicado Chilenito.
– Necesito un cuchillo bien afilado, un martillo, aguja, hilo y unos trapos limpios.
Babalu se sento en el suelo con su cabezota entre las manos, horrorizado, mientras las mujeres preparaban lo necesario en respetuoso silencio. Eliza repaso lo aprendido junto a Tao Chi?en cuando extraian balas y cosian heridas en Sacramento. Si entonces pudo hacerlo sin pestanear, igual podria hacerlo ahora, decidio. Lo mas importante, segun su amigo, era evitar hemorragias e infecciones. No lo habia visto hacer amputaciones, pero cuando curaban a los infortunados que llegaba sin orejas, comentaba que en otras latitudes cortaban manos y pies por el mismo delito. 'El hacha del verdugo es rapida, pero no deja tejido para cubrir el munon del hueso', habia dicho Tao Chi?en. Le explico las lecciones del doctor Ebanizer Hobbs, quien tenia practica con heridos de guerra y le habia ensenado como hacerlo. Menos mal en este caso son solo dedos, concluyo Eliza.
La Rompehuesos saturo de licor al paciente hasta dejarlo inconsciente, Mientras Eliza desinfectaba el cuchillo calentandolo al rojo. Hizo sentar a Jack en una silla, le mojo la mano en una palangana con whisky y luego se la puso al borde de la mesa con los dedos malos separados. Murmuro una de las oraciones magicas de Mama Fresia y cuando estuvo lista hizo una senal silenciosa a las mujeres para que sujetaran al paciente. Apoyo el cuchillo sobre los dedos y le dio un golpe certero de martillo, hundiendo la hoja, que rebano limpiamente los huesos y quedo clavada en la mesa. Jack lanzo un alarido desde el fondo del vientre, pero estaba tan intoxicado que no se dio cuenta cuando ella lo cosia y Esther lo vendaba. En pocos minutos el suplicio habia terminado. Eliza se quedo mirando los dedos amputados y tratando de dominar las arcadas, mientras las mujeres acostaban a Jack en uno de los petates. Babalu, el Malo, quien habia permanecido lo mas lejos posible del espectaculo, se acerco timidamente, con su gorro de bebe en la mano.
– Eres todo un hombre, Chilenito -murmuro, admirado.
En marzo Eliza cumplio calladamente dieciocho anos, mientras esperaba que tarde o temprano apareciera su Joaquin en la puerta, tal como haria cualquier hombre en cien millas a la redonda, como sostenia Babalu. Jack, el mexicano, se repuso en pocos dias y se escabullo de noche sin despedirse de nadie, antes que cicatrizaran sus dedos. Era un tipo siniestro y se alegraron cuando se fue. Hablaba muy poco y estaba siempre en ascuas, desafiante, listo para atacar ante la menor sombra de una provocacion imaginada. No dio muestras de agradecimiento por los favores recibidos, al contrario, cuando desperto de la borrachera y supo que le habian amputado los dedos de disparar, se lanzo en una retahila de maldiciones y amenazas, jurando que el hijo de perra que le habia malogrado la mano iba a pagarlo con su propia vida. Entonces a Babalu se le agoto la paciencia. Lo cogio como un muneco, lo levanto a su altura, le clavo los ojos y le dijo con la voz suave que usaba cuando estaba a punto de estallar.
– Ese fui yo: Babalu, el Malo. ?Hay algun problema?
Apenas se le paso la fiebre, Jack quiso aprovechar a las palomas para darse un gusto, pero lo rechazaron en coro: no estaban dispuestas a darle nada gratis y el tenia los bolsillos vacios, como habian comprobado cuando lo desvistieron para meterlo en la banera la noche en que aparecio congelado. Joe Rompehuesos se dio el trabajo de explicarle que si no le cortan los dedos habria perdido el brazo o la vida, asi es que mas le valia agradecer al cielo haber caido bajo su techo. Eliza no permitia que Tom Sin Tribu se acercara al tipo y ella solo lo hacia para pasarle la comida y cambiar los vendajes, porque el olor de la maldad le molestaba como una presencia tangible. Tampoco Babalu podia soportarlo y mientras estuvo en la casa se abstuvo de hablarle. Consideraba a esas mujeres como sus hermanas y se ponia frenetico cuando Jack se insinuaba con comentarios obscenos. Ni en caso de extrema necesidad se le habria ocurrido utilizar los servicios profesionales de sus companeras, para el equivalia a cometer incesto, si su naturaleza lo apremiaba iba a los locales de la competencia y le habia advertido al Chilenito que debia hacer lo mismo, en el caso improbable que se curara de sus malas costumbres de senorita.
Mientras servia un plato de sopa a Jack, Eliza se atrevio finalmente a interrogarlo sobra Joaquin Andieta.
– ?Murieta? -pregunto el, desconfiado.
– Andieta.
– No lo conozco.
– Tal vez se trata del mismo -sugirio Eliza.
– ?Que quieres con el?
– Es mi hermano. Vine desde Chile para encontrarlo.
– ?Como es tu hermano?
– No muy alto, con el pelo y los ojos negros, la piel blanca, como yo, pero no nos parecemos. Es delgado, musculoso, valiente y apasionado. Cuando habla todos se callan.
– Asi es Joaquin Murieta, pero no es chileno, es mexicano.
– ?Esta seguro?
– Seguro no estoy de nada, pero si veo a Murieta le dire que lo buscas.
A la noche siguiente se fue y no supieron mas de el, pero dos semanas mas tarde encontraron en la puerta del galpon una bolsa con dos libras de cafe. Poco despues Eliza la abrio para preparar el desayuno y vio que no era cafe, sino oro en polvo. Segun Joe Rompehuesos podia provenir de cualquiera de los mineros enfermos que ellas habian cuidado durante ese periodo, pero Eliza tuvo la corazonada de que Jack la habia dejado como una forma de pago. Ese hombre no estaba dispuesto a deber un favor a nadie. El domingo supieron que el 'sheriff' estaba organizando una partida de vigilantes para buscar al asesino de un minero: lo habian encontrado en su cabana, donde pasaba solo el invierno, con nueve punaladas en el pecho y los ojos reventados. No habia ni rastro de su oro y por la brutalidad del crimen echaron la culpa a los indios. Joe Rompehuesos no quiso verse en lios, enterro las dos libras de oro debajo de un roble y dio instrucciones perentorias a su gente de cerrar la boca y no mencionar ni por broma al mexicano de los dedos cortados ni la bolsa de cafe. En los dos meses siguientes los vigilantes mataron media docena de indios y se olvidaron del asunto, porque tenian entre manos otros problemas mas urgentes, y cuando el jefe de la tribu aparecio dignamente a pedir explicaciones, tambien lo despacharon. Indios, chinos, negros o mulatos no podian atestiguar en un juicio contra un blanco. James Morton y los otros tres cuaqueros del pueblo fueron los unicos que se atrevieron a enfrentar a la muchedumbre dispuesta al linchamiento. Se plantaron sin armas formando un circulo en torno al condenado, recitando de memoria los pasajes de la Biblia que prohibian matar a un semejante, pero la turba los aparto a empujones.
Nadie supo del cumpleanos de Eliza y por lo tanto no lo celebraron, pero de todos modos esa noche del 15 de marzo fue memorable para ella y los demas. Los clientes habian vuelto al galpon, las palomas estaban siempre ocupadas, el Chilenito aporreaba el piano con sincero entusiasmo y Joe sacaba cuentas optimistas. El invierno no habia sido tan malo, despues de todo, lo peor de la epidemia estaba pasando y no quedaban enfermos en los petates. Esa noche habia una docena de mineros bebiendo a conciencia, mientras afuera el viento arrancaba de cuajo las ramas de los pinos. A eso de las once se desato el infierno. Nadie pudo explicar como comenzo el