California era lo mas lejos que se podia ir antes de empezar a volver por el otro lado. En 1845 Jacob Todd habia descendido del barco del capitan John Sommers con renovada salud y pleno de energia, dispuesto a olvidar el bochornoso incidente en Valparaiso y dedicarse en cuerpo y alma a implantar en su pais la comunidad utopica con la cual tanto habia sonado. Llevaba su gruesa libreta, amarillenta por el uso y el aire de mar, repleta de anotaciones. Hasta el menor detalle de la comunidad habia sido estudiado y planeado, estaba seguro de que muchos jovenes -los viejos no interesaban- abandonarian sus fatigosas existencias para unirse a la hermandad ideal de hombres y mujeres libres, bajo un sistema de absoluta igualdad, sin autoridades, policias ni religion. Los candidatos potenciales para el experimento resultaron mucho mas tercos de entendimiento de lo que supuso, pero al cabo de unos meses contaba con dos o tres dispuestos a intentarlo. Solo faltaba un mecenas para financiar el costoso proyecto, se requeria un terreno amplio, porque la comunidad pretendia vivir alejada de las aberraciones del mundo y debia satisfacer todas sus necesidades. Todd habia iniciado conversaciones con un lord algo desquiciado, quien disponia de una inmensa propiedad en Irlanda, cuando el rumor del escandalo en Valparaiso lo alcanzo en Londres, acosandolo como un perro tenaz sin darle respiro. Tambien alli se le cerraron las puertas y perdio a los amigos, los discipulos y el noble lo repudiaron y el sueno de la utopia se fue al diablo. Una vez mas Jacob Todd intento encontrar consuelo en el alcohol y de nuevo se sumio en el atolladero de los malos recuerdos. Vivia como una rata en una pension de mala muerte, cuando le llego el mensaje salvador de su amigo. No lo penso dos veces. Se cambio el apellido y se embarco hacia los Estados Unidos, dispuesto a iniciar un nuevo y flamante destino. Su unico proposito era enterrar la verguenza y vivir en anonimato hasta que surgiera la oportunidad de reavivar su idilico proyecto. Lo primordial seria conseguir un empleo; su pension se habia reducido y los tiempos gloriosos del ocio estaban terminando. Al llegar a Nueva York se presento a un par de periodicos ofreciendose como corresponsal en California y luego hizo el viaje al Oeste por el Istmo de Panama, porque no le dio el coraje para hacerlo por el Estrecho de Magallanes y volver a pisar Valparaiso, donde la verguenza lo esperaba intacta y la hermosa Miss Rose volveria a oir su nombre mancillado. En California su amigo Feliciano Rodriguez de Santa Cruz lo ayudo a instalarse y conseguir empleo en el diario mas antiguo de San Francisco. Jacob Todd, ahora convertido en Jacob Freemont, se puso a trabajar por primera vez en su existencia, descubriendo pasmado que le gustaba hacerlo. Recorria la region escribiendo sobre cuanto asunto captaba su atencion, incluyendo las masacres de indios, los inmigrantes provenientes de todos los rincones del planeta, la especulacion desenfrenada de los mercaderes, la justicia rapida de los mineros y el vicio generalizado. Uno de sus reportajes por poco le cuesta la vida. Describio con eufemismos, pero con perfecta claridad, la forma en que operaban algunos garitos con dados marcados, naipes aceitados, licor adulterado, drogas, prostitucion y la practica de intoxicar con alcohol a las mujeres hasta dejarlas inconscientes, para vender por un dolar el derecho a violarlas a cuantos hombres desearan participar en la diversion. 'Todo esto amparado por las mismas autoridades que debieran combatir tales vicios', escribio como conclusion. Le cayeron encima los gangsteres, el jefe de la policia y los politicos, debio hacerse humo por un par de meses hasta que se enfriaran los animos. A pesar del tropiezo, sus articulos aparecian regularmente y se estaba convirtiendo en una voz respetada. Tal como le dijo a su amigo John Sommers: buscando el anonimato estaba encontrando la celebridad.

Al finalizar la cena Jacob Freemont invito a sus amigos a la funcion del dia: una china que se podia observar, pero no tocar. Se llamaba Ah Toy y se habia embarcado en un cliper con su marido, un comerciante de edad provecta que tuvo el buen gusto de morirse en alta mar y dejarla libre. Ella no perdio tiempo en lamentos de viuda y para animar el resto de la travesia se convirtio en amante del capitan, quien resulto ser un hombre generoso. Al bajar en San Francisco, rozagante y enriquecida, noto las miradas de lascivia que la seguian y tuvo la brillante idea de cobrar por ellas. Alquilo dos cuartos, perforo agujeros en la pared divisoria y por una onza de oro vendia el privilegio de mirarla. Los amigos siguieron a Jacob Freemont de buen humor y con unos cuantos dolares de soborno pudieron saltarse la fila y entrar entre los primeros. Los condujeron a una habitacion estrecha, saturada de humo de tabaco, donde se apretujaba una docena de hombres con la nariz pegada a la pared. Se asomaron por los incomodos agujeros, sintiendose como escolares ridiculos, y vieron en el otro cuarto a una hermosa joven vestida con un kimono de seda abierto en ambos lados de la cintura a los pies. Debajo estaba desnuda. Los espectadores rugian ante cada uno de los languidos movimientos que revelaban parte de su delicado cuerpo. John Sommers y los hermanos Rodriguez de Santa Cruz se doblaban de risa, sin poder creer que la necesidad de mujeres fuera tan agobiante. Alli se separaron y el capitan con el periodista fueron a tomar una ultima copa. Despues de escuchar el recuento de los viajes y aventuras de Jacob, el capitan decidio confiar en el.

– ?Se acuerda de Eliza, la nina que vivia con mis hermanos en Valparaiso?

– Perfectamente.

– Escapo de la casa hace casi un ano y tengo buenas razones para creer que esta en California. He tratado de encontrarla, pero nadie ha oido de ella o de alguien con su descripcion.

– Las unicas mujeres que han llegado solas aqui son prostitutas.

– No se como vino, en caso que lo haya hecho. El unico dato es que partio en busca de su enamorado, un joven chileno de nombre Joaquin Andieta…

– ?Joaquin Andieta! Lo conozco, fue mi amigo en Chile.

– Es un fugitivo de la justicia. Lo acusan de robo.

– No lo creo. Andieta era un joven muy noble. En realidad tenia tanto orgullo y sentido del honor, que resultaba dificil acercarse a el. ?Y me dice que Eliza y el estan enamorados?

– Solo se que el se embarco para California en diciembre de 1848. Dos meses mas tarde desaparecio la nina. Mi hermana cree que vino siguiendo a Andieta aunque no puedo imaginar como lo hizo sin dejar rastro. Como usted se mueve por los campamentos y los pueblos del norte, tal vez logre averiguar algo…

– Hare lo que pueda, capitan.

– Mis hermanos y yo se lo agradeceremos eternamente, Jacob.

Eliza Sommers se quedo con la caravana de Joe Rompehuesos, donde tocaba el piano y se repartian las propinas a medias con la madame. Compro un cancionero de musica americana y otro de latina para animar las veladas y en horas ociosas, que eran muchas, ensenaba a leer al nino indio, ayudaba en las multiples tareas cotidianas y cocinaba. Como decian los de la comparsa: jamas habian comido mejor. Con la misma carne seca, frijoles y tocino de siempre, preparaba sabrosos platos creados en el entusiasmo del momento; compraba condimentos mexicanos y los agregaba a las recetas chilenas de Mama Fresia con deliciosos resultados; hacia tartas sin mas ingredientes que grasa, harina y fruta en conserva, pero si conseguia huevos y leche su inspiracion se elevaba a celestiales cumbres gastronomicas. Babalu, el Malo, no era partidario de que los hombres cocinaran, pero era el primero en devorar los banquetes del joven pianista y opto por callarse los comentarios sarcasticos. Acostumbrado a montar guardia durante la noche, el gigante dormia a pierna suelta gran parte del dia, pero apenas el tufillo de las cacerolas alcanzaba sus narices de dragon, despertaba de un salto y se instalaba cerca de la cocina a vigilar. Sufria de un apetito insaciable y no habia presupuesto capaz de llenar su grandiosa barriga. Antes de la llegada del Chilenito, como llamaban al falso Elias Andieta, su dieta basica consistia en animales que lograba cazar, partia a lo largo, alinaba con un punado de sal gruesa y colocaba sobre las brasas hasta carbonizarlos. Asi podia tragar un venado en un par de dias. En contacto con la cocina del pianista se le refino el paladar, salia de caza a diario, escogia las presas mas delicadas y se las entregaba limpias y descueradas.

Por los caminos Eliza encabezaba la caravana montada en su robusto jamelgo, que a pesar del triste aspecto resulto tan noble como un alazan de pura sangre, con el rifle inutil atravesado en la montura y el nino del tambor en la grupa. Se sentia tan comoda en ropa de hombre que se preguntaba si alguna vez podria vestirse nuevamente de mujer. De una cosa estaba segura: no se pondria un corse ni para el dia de su casamiento con Joaquin Andieta. Si llegaban a un rio, las mujeres aprovechaban para juntar agua en barriles, lavar ropa y banarse; esos eran los momentos mas dificiles para ella, debia inventar pretextos cada vez mas rebuscados para asearse sin testigos.

Joe Rompehuesos era una fornida holandesa de Pennsylvania, quien encontro su destino en la inmensidad del Oeste. Tenia talento de ilusionista para los naipes y los dados, el juego con trampa la apasionaba. Se habia ganado la vida apostando hasta que se le ocurrio montar el negocio de las chicas y recorrer la Veta Madre 'buscando oro', como llamaba a esa forma de practicar la mineria. Estaba segura que el joven pianista era homosexual y por lo mismo le tomo un carino similar al que sentia por el indiecito. No permitia que sus chicas le hicieran burla o Babalu lo llamara con sobrenombres: no era culpa del pobre muchacho haber nacido sin pelos en la barba y con ese aspecto de alfenique, igual como no era suya haber nacido hombre en cuerpo de mujer. Eran cuchufletas que se le ocurrian a Dios para joder no mas. Habia comprado el nino por treinta dolares a unos

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