el oso se alzo y lo cogio por el cuello en un abrazo terrible, mordiendole la nuca. Durante largos minutos danzaron juntos en el circulo que permitia la cadena, mientras la arena se iba empapando de sangre y en las galerias retumbaba el bramido de los hombres. Por fin logro desprenderse, se alejo unos pasos, vacilando, con las patas flojas y su piel de brillante obsidiana tenida de rojo, hasta que doblo las rodillas y se fue de bruces. Entonces un clamor inmenso acogio la victoria del oso. Entraron dos jinetes al ruedo, dieron un tiro de fusil entre los ojos al vencido, lo lacearon por las patas traseras y se lo llevaron a la rastra. Eliza se abrio paso hacia la salida, asqueada. Habia perdido sus ultimos cuarenta dolares.

En los meses del verano y el otono de 1849, Eliza cabalgo a lo largo de la Veta Madre de sur a norte, desde Mariposa hasta Downieville y luego de vuelta, siguiendo la pista cada vez mas confusa de Joaquin Andieta por cerros abruptos, desde los lechos de los rios hasta los faldeos de la Sierra Nevada. Al preguntar por el al principio, pocos recordaban a una persona con ese nombre o descripcion, pero hacia finales del ano su figura fue adquiriendo contornos reales y eso le daba fuerza a la joven para continuar su busqueda. Habia echado a correr el rumor de que su hermano Elias andaba tras el y en varias ocasiones durante esos meses el eco le devolvio su propia voz. Mas de una vez, al inquirir por Joaquin, la identificaron como su hermano aun antes que alcanzara a presentarse. En esa region salvaje el correo llegaba de San Francisco con meses de atraso y los periodicos tardaban semanas, pero nunca fallaba la noticia de boca en boca. ?Como Joaquin no habia oido que lo buscaban? Al no tener hermanos, debia preguntarse quien era el tal Elias y si poseia una pizca de intuicion podia asociar ese nombre con el suyo, pensaba; pero si no lo sospechaba, al menos sentiria curiosidad por averiguar quien se hacia pasar por su pariente. Por las noches apenas lograba dormir, embrollada en conjeturas y con la duda pertinaz de que el silencio de su amante solo podia explicarse con su muerte o porque no deseaba ser encontrado. ?Y si en verdad estaba escapando de ella, como habia insinuado Tao Chi?en? Pasaba el dia a caballo y dormia tirada por el suelo en cualquier parte, con su manta de Castilla por abrigo y sus botas por almohada, sin quitarse la ropa. La suciedad y el sudor habian dejado de molestarla, comia cuando podia, sus unicas precauciones eran hervir el agua para beber y no mirar a los gringos a los ojos.

Para entonces habia mas de cien mil argonautas y seguian llegando mas, desparramados a lo largo de la Veta Madre, dando vuelta el mundo al reves, moviendo montanas, desviando rios, destrozando bosques, pulverizando rocas, trasladando toneladas de arena y cavando hoyos descomunales. En los puntos donde habia oro, el territorio idilico, que habia permanecido inmutable desde el comienzo de los tiempos, estaba convertido en una pesadilla lunar. Eliza vivia extenuada, pero habia recuperado las fuerzas y perdido el miedo. Volvio a menstruar cuando menos le convenia, porque resultaba dificil disimularlo en compania de hombres, pero lo agradecio como un signo de que su cuerpo habia por fin sanado. 'Tus agujas de acupuntura me sirvieron bien, Tao. Espero tener hijos en el futuro' escribio a su amigo, segura que el entenderia sin mas explicaciones. Nunca se separaba de sus armas, aunque no sabia usarlas y esperaba no encontrarse ante la necesidad de hacerlo. Solo una vez las disparo al aire para ahuyentar a unos muchachos indios que se acercaron demasiado y le parecieron amenazantes, pero si se hubiera batido con ellos habria salido muy mal parada, pues era incapaz de dar a un burro a cinco pasos de distancia. No habia afinado la punteria, pero si su talento para volverse invisible. Podia entrar a los pueblos sin llamar la atencion, mezclandose con los grupos de latinos, donde un muchacho con su aspecto pasaba desapercibido. Aprendio a imitar el acento peruano y el mexicano a la perfeccion, asi se confundia con uno de ellos cuando buscaba hospitalidad. Tambien cambio su ingles britanico por el americano y adopto ciertas palabrotas indispensables para ser aceptada entre los gringos. Se dio cuenta que si hablaba como ellos la respetaban; lo importante era no dar explicaciones, decir lo menos posible, nada pedir, trabajar por su comida, enfrentar las provocaciones y aferrarse a una pequena Biblia que habia comprado en Sonora. Hasta los mas rudos sentian una reverencia supersticiosa por ese libro. Se extranaban ante ese muchacho imberbe con voz de mujer que leia las Sagradas Escrituras por las tardes, pero no se burlaban abiertamente, por el contrario, algunos se convertian en sus protectores, prontos a batirse a golpes con cualquiera que lo hiciera. En esos hombres solitarios y brutales, que habian salido en busca de fortuna como los heroes miticos de la antigua Grecia, solo para verse reducidos a lo elemental, a menudo enfermos, entregados a la violencia y el alcohol, habia un anhelo inconfesado de ternura y de orden. Las canciones romanticas les humedecian los ojos, estaban dispuestos a pagar cualquier precio por un trozo de tarta de manzana que les ofrecia un instante de consuelo contra la nostalgia de sus hogares; daban largos rodeos para acercarse a una vivienda donde hubiera un nino y se quedaban contemplandolo en silencio, como si fuera un prodigio.

'No temas, Tao, no viajo sola, seria una locura', escribia Eliza a su amigo. 'Hay que andar en grupos grandes, bien armados y alertas, porque en los ultimos meses se han multiplicado las bandas de forajidos. Los indios son mas bien pacificos, aunque tienen un aspecto aterrador, pero a la vista de un jinete desvalido pueden quitarle sus mas codiciadas posesiones: caballos, armas y botas. Me junto con otros viajeros: comerciantes que van de un pueblo a otro con sus productos, mineros en busca de nuevas vetas, familias de granjeros, cazadores, empresarios y agentes de propiedades que empiezan a invadir California, jugadores, pistoleros, abogados y otros canallas, que por lo general son los companeros de viaje mas entretenidos y generosos. Tambien andan predicadores por estos caminos, son siempre jovenes y parecen locos iluminados. Imaginate cuanta fe se requiere para viajar tres mil millas a traves de praderas virgenes con el fin de combatir vicios ajenos. Salen de sus pueblos pletoricos de fuerza y pasion, decididos a traer la palabra de Cristo a estos andurriales, sin preocuparse por los obstaculos y desdichas del camino porque Dios marcha a su lado. Llaman a los mineros 'los adoradores del becerro de oro'. Tienes que leer la Biblia, Tao, o nunca vas a entender a los cristianos. A esos pastores no los derrotan las vicisitudes materiales, pero muchos sucumben con el alma rota, impotentes ante la fuerza avasalladora de la codicia. Es reconfortante verlos cuando recien llegan, todavia inocentes, y es triste toparse con ellos cuando estan desamparados por Dios, viajando penosamente de un campamento a otro, con un sol tremendo sobre sus cabezas y sedientos, predicando en plazas y tabernas ante una concurrencia indiferente, que los oye sin quitarse el sombrero y cinco minutos mas tarde esta embriagandose con mujerzuelas. Conoci a un grupo de artistas itinerantes, Tao, eran unos pobres diablos que se detenian en los pueblos para deleitar a la gente con pantomimas, canciones picarescas y comedias burdas. Anduve con ellos varias semanas y me incorporaron al espectaculo. Si conseguiamos un piano, yo tocaba, pero si no era la dama joven de la compania y todo el mundo se maravillaba de lo bien que hacia el papel de mujer. Tuve que dejarlos porque la confusion me estaba enloqueciendo, ya no sabia si soy mujer vestida de hombre, hombre vestido de mujer o una aberracion de la naturaleza.'

Hizo amistad con el cartero y cuando era posible cabalgaba con el, porque viajaba rapido y tenia contactos; si alguien podia encontrar a Joaquin Andieta seria el, pensaba. El hombre acarreaba el correo a los mineros y regresaba con las bolsas de oro para guardar en los bancos. Era uno de los muchos visionarios enriquecidos con la fiebre del oro sin haber tenido jamas una pala o una picota en las manos. Cobraba dos dolares y medio por llevar una carta a San Francisco y, aprovechando la ansiedad de los mineros por recibir noticias de sus casas, pedia una onza de oro por entregar las cartas que les llegaban. Ganaba una fortuna con ese negocio, le sobraban clientes y ninguno reclamaba por los precios, puesto que no habia alternativa, no podian abandonar la mina para ir a buscar correspondencia o depositar sus ganancias a cien millas de distancia. Eliza tambien buscaba la compania de Charley, un hombrecito lleno de historias, que competia con los arrieros mexicanos transportando mercaderia en mulas. Aunque no temia ni al Diablo, siempre agradecia ser escoltado, porque necesitaba oidos para sus cuentos. Mientras mas lo observaba, mas segura estaba Eliza de que se trataba de una mujer vestida de hombre, como ella. Charley tenia la piel curtida por el sol, mascaba tabaco, juraba como un bandolero y no se separaba de sus pistolas ni de sus guantes, pero una vez alcanzo a verle las manos y eran pequenas y blancas, como las de una doncella.

Se enamoro de la libertad. Habia vivido entre cuatro paredes en casa de los Sommers, en un ambiente inmutable, donde el tiempo rodaba en circulos y la linea del horizonte apenas se vislumbraba a traves de atormentadas ventanas; crecio en la armadura impenetrable de las buenas maneras y las convenciones, entrenada desde siempre para complacer y servir, limitada por el corse, las rutinas, las normas sociales y el temor. El miedo habia sido su companero: miedo a Dios y su impredecible justicia, a la autoridad, a sus padres adoptivos, a la enfermedad y la maledicencia, a lo desconocido y lo diferente, a salir de la proteccion de la casa y enfrentar los peligros de la calle; miedo de su propia fragilidad femenina, la deshonra y la verdad. La suya habia sido una realidad almibarada, hecha de omisiones, silencios corteses, secretos bien guardados, orden y disciplina. Su aspiracion habia sido la virtud, pero ahora dudaba del significado de esa palabra. Al entregarse a Joaquin Andieta en el cuarto de los armarios habia cometido una falta irreparable a los ojos del mundo, pero ante los

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