suyos el amor todo lo justificaba. No sabia que habia perdido o ganado con esa pasion. Salio de Chile con el proposito de encontrar a su amante y convertirse en su esclava para siempre, creyendo que asi apagaria la sed de sumision y el anhelo recondito de posesion, pero ya no se sentia capaz de renunciar a esas alas nuevas que comenzaban a crecerle en los hombros. Nada lamentaba de lo compartido con su amante ni se avergonzaba por esa hoguera que la trastorno, por el contrario, sentia que la hizo fuerte de golpe y porrazo, le dio arrogancia para tomar decisiones y pagar por ellas las consecuencias. No debia explicaciones a nadie, si cometio errores fue de sobra castigada con la perdida de su familia, el tormento sepultada en la cala del barco, el hijo muerto y la incertidumbre absoluta del futuro. Cuando quedo encinta y se vio atrapada, escribio en su diario que habia perdido el derecho a la felicidad, sin embargo en esos ultimos meses cabalgando por el dorado paisaje de California, sintio que volaba como un condor. Desperto una manana con el relincho de su caballo y la luz del amanecer en la cara, se vio rodeada de altivas secoyas, que como guardias centenarios habian velado su sueno, de suaves cerros y a la distancia altas cumbres moradas; entonces la invadio una dicha atavica jamas antes experimentada. Se dio cuenta que ya no tenia esa sensacion de panico siempre agazapada en la boca del estomago, como una rata lista para morderla. Los temores se habian diluido en la abrumadora grandiosidad de ese territorio. A medida que enfrentaba los riesgos, iba adquiriendo arrojo: le habia perdido el miedo al miedo. 'Estoy encontrando nuevas fuerzas en mi, que tal vez siempre tuve, pero no conocia porque hasta ahora no habia necesitado ejercerlas. No se en que vuelta del camino se me perdio la persona que yo antes era, Tao. Ahora soy uno mas de los incontables aventureros dispersos por las orillas de estos rios translucidos y los faldeos de estos montes eternos. Son hombres orgullosos, con solo el cielo por encima de sus sombreros, que no se inclinan ante nadie porque estan inventando la igualdad. Y yo quiero ser uno de ellos. Algunos caminan victoriosos con una bolsa de oro a la espalda y otros derrotados solo cargan con desilusiones y deudas, pero todos se sienten duenos de sus destinos, de la tierra que pisan, del futuro, de su propia irrevocable dignidad. Despues de conocerlos no puedo volver a ser una senorita como Miss Rose pretendia. Al fin entiendo a Joaquin, cuando robaba horas preciosas de nuestro amor para hablarme de libertad. De modo que era esto… Era esta euforia, esta luz, esta dicha tan intensa como la de los escasos momentos de amor compartido que puedo recordar. Te echo de menos, Tao. No hay con quien hablar de lo que veo, de lo que siento. No tengo un amigo en estas soledades y en mi papel de hombre me cuido mucho de lo que digo. Ando con el ceno fruncido, para que me crean bien macho. Es un fastidio ser hombre, pero ser mujer es un fastidio peor.'
Vagando de un lado a otro llego a conocer el abrupto terreno como si hubiera nacido alli, podia ubicarse y calcular las distancias, distinguia las serpientes venenosas de las inocuas y los grupos hostiles de los amistosos, adivinaba el clima por la forma de las nubes y la hora por el angulo de su sombra, sabia que hacer si se le atravesaba un oso y como aproximarse a una cabana aislada para no ser recibida a tiros. A veces se encontraba con jovenes recien llegados arrastrando complicadas maquinas de mineria cerro arriba, que por ultimo quedaban abandonadas por inservibles, o se cruzaba con grupos de hombres afiebrados que bajaban de las sierras despues de meses de trabajo inutil. No podia olvidar aquel cadaver picoteado por los pajaros colgando de un roble con un letrero de advertencia… En su peregrinaje vio americanos, europeos, kanakas, mexicanos, chilenos, peruanos, tambien largas filas de chinos silenciosos al mando de un capataz, que siendo de su misma raza, los trataba como siervos y les pagaba en migajas. Llevaban un atado a la espalda y botas en la mano, porque siempre habian usado zapatillas y no soportaban el peso en los pies. Era gente ahorrativa, vivian con nada y gastaban lo menos posible, compraban las botas grandes porque las suponian mas valiosas y se pasmaban al comprobar que el precio era el mismo de las mas pequenas. A Eliza se le afino el instinto para eludir el peligro. Aprendio a vivir al dia sin hacer planes, como le habia aconsejado Tao Chi?en. Pensaba en el a menudo y le escribia seguido, pero solo podia enviarle las cartas cuando llegaba a un pueblo con servicio de correo a Sacramento. Era como lanzar mensajes en botellas al mar, porque no sabia si el continuaba viviendo en esa ciudad y la unica direccion segura que poseia era del restaurante chino. Si hasta alli sus cartas llegaban, sin duda se las darian.
Le contaba del paisaje magnifico, del calor y la sed, de los cerros de curvas voluptuosas, los gruesos robles y esbeltos pinos, los rios helados de aguas tan limpidas que se podia ver el oro brillando en sus lechos, los gansos salvajes graznando en el cielo, los venados y los grandes osos, de la vida ruda de los mineros y el espejismo de la fortuna facil. Le decia lo que ambos ya sabian: que no valia la pena gastar la vida persiguiendo un polvo amarillo. Y adivinaba la respuesta de Tao: que tampoco tenia sentido gastarla persiguiendo un amor ilusorio, pero ella continuaba su marcha porque no podia detenerse. Joaquin Andieta empezaba a esfumarse, su buena memoria no alcanzaba a precisar con claridad los rasgos del amante, debia releer las cartas de amor para estar cierta de que en verdad el habia existido, se habian amado y las noches en el cuarto de los armarios no eran un infundio de su imaginacion. Asi renovaba el tormento dulce del amor solitario. A Tao Chi?en describia la gente que iba conociendo por el camino, las masas de inmigrantes mexicanos instalados en Sonora, unico pueblo donde correteaban ninos por las calles, las humildes mujeres que solian acogerla en sus casas de adobe sin sospechar que era una de ellas, los miles de jovenes americanos que acudian a los placeres ese otono, despues de haber cruzado por tierra el continente desde las costas del Atlantico hasta las del Pacifico. Calculaban en cuarenta mil los recien llegados, cada uno de ellos dispuesto a enriquecerse en un pestanear y volver triunfante a su pueblo. Se llamaban 'los del 49”, nombre que se hizo popular y fue adoptado tambien por quienes llegaron antes o despues. Al este quedaron pueblos enteros sin hombres, habitados solo por mujeres, ninos y presos.
'Veo muy pocas mujeres en las minas, pero hay unas cuantas con agallas suficientes para acompanar a sus maridos en esta vida de perros. Los ninos se mueren de epidemias o accidentes, ellas los entierran, los lloran y siguen trabajando de sol a sol para impedir que la barbarie arrase con todo vestigio de decencia. Se arremangan las faldas y se meten al agua para buscar oro, pero algunas descubren que lavar ropa ajena u hornear galletas y venderlas es mas productivo, asi ganan mas en una semana que sus companeros partiendose las espaldas en los placeres durante un mes. Un hombre solitario paga contento diez veces su valor por un pan amasado por manos femeninas, si yo trato de vender lo mismo vestida de Elias Andieta, me daran apenas unos centavos, Tao. Los hombres son capaces de caminar muchas millas para ver a una mujer de cerca. Una muchacha instalada tomando sol frente a una taberna en pocos minutos tendra sobre sus rodillas una coleccion de bolsitas de oro, regalo de los hombres embobados ante la evocadora vision de unas faldas. Y los precios siguen subiendo, los mineros cada vez mas pobres y los comerciantes cada vez mas ricos. En un momento de desesperacion pague un dolar por un huevo y me lo comi crudo con un chorro de brandy, sal y pimienta, como me enseno Mama Fresia: remedio infalible para la desolacion. Conoci a un muchacho de Georgia, un pobre lunatico, pero me dicen que no siempre fue asi. A comienzos del ano dio con una veta de oro y raspo de las rocas nueve mil dolares con una cuchara, pero los perdio en una tarde jugando al 'monte'. Ay, Tao, no te imaginas las ganas que tengo de banarme, preparar te y sentarme contigo a conversar. Me gustaria ponerme un vestido limpio y los pendientes que me regalo Miss Rose, para que alguna vez me veas bonita y no creas que soy un marimacho. Estoy anotando en mi diario lo que me sucede, asi podre contarte los detalles cuando nos encontremos, porque de eso al menos estoy segura, volveremos a estar juntos un dia. Pienso en Miss Rose y en cuan enojada estara conmigo, pero no puedo escribirle antes de encontrar a Joaquin, porque hasta ese momento nadie debe saber donde estoy. Si Miss Rose sospechara las cosas que he visto y he oido, se moriria. Esta es la tierra del pecado, diria Mr. Sommers, aqui no hay moral ni leyes, imperan los vicios del juego, el licor y los burdeles, pero para mi este pais es una hoja en blanco, aqui puedo escribir mi nueva vida, convertirme en quien desee, nadie me conoce salvo tu, nadie sabe mi pasado, puedo volver a nacer. Aqui no hay senores ni sirvientes, solo gente de trabajo. He visto antiguos esclavos que han juntado suficiente oro para financiar periodicos, escuelas e iglesias para los de su raza, combaten la esclavitud desde California. Conoci uno que compro la libertad de su madre; la pobre mujer llego enferma y envejecida, pero ahora gana lo que quiere vendiendo comida, adquirio un rancho y va a la iglesia los domingos vestida de seda en coche con cuatro caballos. ?Sabes que muchos marineros negros han desertado de los barcos, no solo por el oro, sino porque aqui encuentran una forma unica de libertad? Me acuerdo de las esclavas chinas que me mostraste en San Francisco asomadas tras unos barrotes, no puedo olvidarlas, me penan como animas. Por estos lados la vida de las prostitutas tambien es brutal, algunas se suicidan. Los hombres esperan horas para saludar con respeto a la nueva maestra, pero tratan mal a las muchachas de los 'saloons'. ?Sabes como las llaman? Palomas mancilladas. Y tambien los indios se suicidan, Tao. Los echan de todas partes, andan hambrientos y desesperados. Nadie los emplea, luego los acusan de vagabundos y los encadenan en trabajos forzados. Los alcaldes pagan cinco dolares por indio muerto, los matan por deporte y a veces les arrancan el cuero cabelludo. No faltan gringos que coleccionan esos trofeos y los exhiben colgados de sus monturas. Te gustara saber que hay chinos que se han ido a vivir con los indios. Parten lejos, a los bosques del norte, donde todavia hay caza. Quedan muy pocos bufalos en las praderas, dicen.'