el visitante.

Todd sentia los dientes pegados de azucar y la cabeza le daba vueltas, no sabia si solo de admiracion por Rose Sommers o tambien a causa de los licores ingeridos y del potente cigarro cubano fumado en compania del capitan Sommers. En esa casa no se podia rechazar un vaso o un plato sin ofender; pronto descubriria que esa era una caracteristica nacional en Chile, donde la hospitalidad se manifestaba obligando a los invitados a beber y comer mas alla de toda resistencia humana. A las nueve anunciaron la cena y pasaron en procesion al comedor, donde los aguardaba otra serie de contundentes platos y nuevos postres. Cerca de medianoche las mujeres se levantaron de la mesa y continuaron conversando en el salon, mientras los hombres tomaban brandy y fumaban en el comedor. Por fin, cuando Todd estaba a punto de desmayarse, los invitados comenzaron a pedir sus abrigos y sus coches. Los Ebeling, vivamente interesados en la supuesta mision evangelizadora en Tierra del Fuego, ofrecieron llevarlo a su hotel y el acepto de inmediato, asustado ante la idea de regresar en plena oscuridad por esas calles de pesadilla con el cochero ebrio de los Sommers. El viaje le parecio eterno, se sentia incapaz de concentrarse en la conversacion, iba mareado y con el estomago revuelto.

– Mi esposa nacio en Africa, es hija de misioneros que alli difunden la verdadera fe; sabemos cuantos sacrificios eso significa, Mr. Todd. Esperamos que nos otorgue el privilegio de ayudarlo en su noble tarea entre los indigenas -dijo Mr. Ebeling solemne al despedirse.

Esa noche Jacob Todd no pudo dormir, la vision de Rose Sommers lo aguijoneaba con crueldad y antes del amanecer tomo la decision de cortejarla en serio. Nada sabia de ella, pero no le importaba, tal vez su destino era perder una apuesta y llegar hasta Chile solo para conocer a su futura esposa. Lo habria hecho a partir del dia siguiente, pero no pudo levantarse de la cama, atacado por colicos violentos. Asi estuvo un dia y una noche, inconsciente a ratos y agonizando en otros, hasta que logro reunir fuerzas para asomarse a la puerta y clamar por ayuda. A peticion suya, el gerente del hotel mando avisar a los Sommers, sus unicos conocidos en la ciudad, y llamo un mozo para limpiar la habitacion, que olia a muladar. Jeremy Sommers se pre I sento al hotel a mediodia acompanado por el sangrador mas conocido de Valparaiso, quien resulto poseer ciertos conocimientos de ingles y, despues de sangrarlo en piernas y brazos hasta dejarlo exangue, le explico que todos los extranjeros al pisar Chile por primera vez se enfermaban.

– No hay razon para alarmarse, que yo sepa, son muy pocos los que se mueren -lo tranquilizo.

Le dio a tomar quinina en unas obleas de papel de arroz, pero el no pudo tragarlas, doblado por las nauseas. Habia estado en la India y conocia los sintomas de la malaria y otras enfermedades tropicales tratables con quinina, pero este mal no se parecia ni remotamente. Apenas partio el sangrador volvio el mozo a llevarse los trapos y lavar el cuarto nuevamente. Jeremy Sommers habia dejado los datos de los doctores Page y Poett, pero no hubo tiempo de llamarlos porque dos horas mas tarde aparecio en el hotel una mujerona que exigio ver al enfermo. Traia de la mano a una nina vestida de terciopelo azul, con botines blancos y un bonete bordado de flores, como una figura de cuentos. Eran Mama Fresia y Eliza, enviadas por Rose Sommers, quien tenia muy poca fe en las sangrias. Las dos irrumpieron en la habitacion con tal seguridad, que el debilitado Jacob Todd no se atrevio a protestar. La primera venia en calidad de curandera y la segunda de traductora.

– Dice mi mamita que le va a quitar el pijama. Yo no voy a mirar -explico la nina y se volteo contra la pared mientras la india lo desnudaba de dos zarpazos y procedia a friccionarlo entero con aguardiente.

Pusieron en su cama ladrillos calientes, lo envolvieron en mantas y le dieron a beber a cucharaditas una infusion de yerbas amargas endulzada con miel para apaciguar los dolores de la indigestion.

– Ahora mi mamita va a 'romancear' la enfermedad -dijo la nina.

– ?Que es eso?

– No se asuste, no duele.

Mama Fresia cerro los ojos y empezo a pasarle las manos por el torso y la barriga mientras susurraba encantamientos en lengua mapuche. Jacob Todd sintio que lo invadia una modorra insoportable, antes que la mujer terminara dormia profundamente y no supo cuando sus dos enfermeras desaparecieron. Durmio dieciocho horas y desperto banado en sudor. A la manana siguiente Mama Fresia y Eliza regresaron para administrarle otra vigorosa friccion y un tazon de caldo de gallina.

– Dice mi mamita que nunca mas beba agua. Solo tome te bien caliente y que no coma fruta, porque le volveran las ganas de morirse -tradujo la chiquilla.

A la semana, cuando pudo ponerse en pie y se miro al espejo, comprendio que no podia presentarse con ese aspecto ante Miss Rose: habia perdido varios kilos, estaba demacrado y no podia dar dos pasos sin caer jadeando sobre una silla. Cuando estuvo en condiciones de mandarle una nota para agradecer que le salvara la vida y chocolates para Mama Fresia y Eliza, supo que la joven habia partido con una amiga y su mucama a Santiago en un viaje arriesgado, dadas las malas condiciones del camino y del clima. Miss Rose hacia el trayecto de treinta y cuatro leguas una vez al ano, siempre a comienzos del otono o en plena primavera, para ver teatro, escuchar buena musica y hacer sus compras anuales en el 'Gran Almacen Japones', perfumado a jazmin e iluminado con lamparas a gas con globos de vidrio rosado, donde adquiria las bagatelas dificiles de conseguir en el puerto. Esta vez, sin embargo, habia una buena razon para ir en invierno: posaria para un retrato. Habia llegado al pais el celebre pintor frances Monvoisin, invitado por el gobierno para hacer escuela entre los artistas nacionales. El maestro solo pintaba la cabeza, el resto era obra de sus ayudantes y para ganar tiempo hasta los encajes se aplicaban directamente sobre la tela, pero a pesar de esos recursos truhanes, nada daba tanto prestigio como un retrato firmado por el. Jeremy Sommers insistio en tener uno de su hermana para presidir el salon. El cuadro costaba seis onzas de oro y una mas por cada mano, pero no se trataba de ahorrar en un caso asi. La oportunidad de tener una obra autentica del gran Monvoisin no se presentaba dos veces en la vida, como decian sus clientes.

– Si el gasto no es problema, quiero que me pinte con tres manos. Sera su cuadro mas famoso y acabara colgado en un museo, en vez de hacerlo sobre nuestra chimenea -comento Miss Rose.

Ese fue el ano de las inundaciones, que quedaron registradas en los textos escolares y en la memoria de los abuelos. El diluvio arraso con centenares de viviendas y cuando finalmente amaino el temporal y empezaron a bajar las aguas, una serie de temblores menores, que se sintieron como un hachazo de Dios, acabaron de destruir lo reblandecido por el aguacero. Rufianes recorrian los escombros y aprovechaban la confusion para robar en las casas y los soldados recibieron instrucciones de ejecutar sin miramientos a quienes sorprendieran en tales tropelias, pero entusiasmados con la crueldad, empezaron a repartir sablazos por el gusto de oir los lamentos y se debio revocar la orden antes que acabaran tambien con los inocentes. Jacob Todd, encerrado en el hotel cuidandose un resfrio y todavia debil por la semana de colicos, pasaba las horas desesperado por el incesante ruido de campanas de las iglesias llamando a penitencia, leyendo periodicos atrasados y buscando compania para jugar naipes. Hizo una salida a la botica en busca de un tonico para fortalecer el estomago, pero la tienda resulto ser un sucucho caotico, atestado de polvorientos frascos de vidrio azules y verdes, donde un dependiente aleman le ofrecio aceite de alacranes y espiritu de lombrices. Por primera vez lamento encontrarse tan lejos de Londres.

Por las noches apenas lograba dormir debido a las parrandas y rinas de borrachos y a los entierros, que se realizaban entre las doce y las tres de la madrugada. El flamante cementerio quedaba en lo alto de un cerro, asomado encima de la ciudad. Con el temporal se abrieron huecos y rodaron tumbas por las laderas en una confusion de huesos que emparejo a todos los difuntos en la misma indignidad. Muchos comentaban que mejor estaban los muertos diez anos antes, cuando la gente pudiente se enterraba en las iglesias, los pobres en las quebradas y los extranjeros en la playa. Este es un pais estrafalario, concluyo Todd, con un panuelo atado en la cara porque el viento acarreaba el tufo nauseabundo de la desgracia, que las autoridades combatieron con grandes hogueras de eucalipto. Apenas se sintio mejor se asomo a ver las procesiones. En general no llamaban la atencion, porque cada ano se repetian iguales durante los siete dias de la Semana Santa y en otras fiestas religiosas, pero en esa ocasion se convirtieron en actos masivos para clamar al cielo el fin del temporal. Salian de las iglesias largas filas de fieles, encabezadas por cofradias de caballeros vestidos de negro, cargando en parihuelas las estatuas de los santos con esplendidos trajes bordados de oro y piedras preciosas. Una columna cargaba un Cristo clavado en la cruz con su corona de espinas en torno al cuello. Le explicaron que se trataba del Cristo de Mayo, traido especialmente de Santiago para la ocasion, porque era la imagen mas milagrosa del mundo, unica capaz de modificar el clima. Doscientos anos antes, un pavoroso terremoto echo por tierra la capital y se desplomo enteramente la iglesia de San Agustin, menos el altar donde se encontraba aquel Cristo. La corona

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