Pero los primeros kilometros nos desilusionaron. Es la misma sensacion que se apodera de nosotros la primera vez que salimos al extranjero. Siempre parece que al traspasar la frontera todo sera diferente. Sin embargo, te das cuenta que ves el mismo paisaje, los mismos campos, la misma vegetacion… Solo la arquitectura en algunos casos cambia y los vestidos de las personas varian. Despues poco a poco se van descubriendo las particularidades del nuevo pais. Aqui la diferencia era aun menos manifiesta. Las mismas montanas, circos, crateres, valles, cavidades de antiguos mares…
Tiurin estaba extraordinariamente inquieto. No sabia que hacer: encima del vagon-cohete se veia todo mejor, pero en el interior era mas comodo efectuar apuntes. Lo que ganaba en uno, lo perdia en lo otro. Por fin, decidio sacrificar los apuntes: de todas maneras, la superficie de la parte «trasera» de la Luna sera en un futuro proximo estudiada y medida cuidadosamente para, al final, ser llevada a un mapa. Ahora tan solo es necesario recibir una idea general de esta parte del relieve lunar aun desconocido por el hombre. Decidimos pasar por el ecuador. Tiurin anotaba solo los circos de mayores proporciones, los mas altos crateres y les daba al mismo tiempo sus nombres. Este derecho de primer explorador era para el motivo de gran satisfaccion. Sin embargo, era tan modesto que no tenia prisa en poner su nombre a los crateres y mares que descubriamos. Seguramente ya tenia preparado todo un catalogo, y ahora lo rellenaba con nombres de cientificos, heroes, escritores y exploradores celebres.
— ?Que le parece este mar? — me pregunto con el aire de un rey que se dispone a recompensar con titulos y tierras a su vasallo—. ?Le gustaria bautizarlo con el nombre de «Mar de Artiomov»?
Mire la profunda cavidad llena de grietas que se extendia hasta el horizonte. Este mar no se diferenciaba en nada de los otros mares lunares.
— Si me permite. — dije despues de un momento de vacilacion—, lo llamaremos «Mar de Antonino».
—
Era violento corregir al profesor. Asi recibio Marco Antonio unas posesiones a titulo postumo en la Luna. Bueno. Para mi y Tonia aun quedaban bastantes mares.
Tiurin pidio hacer una parada. Estabamos en una cuenca donde aun no llegaban los rayos del sol.
Descendimos y el astronomo saco el termometro y lo hundio en el suelo. El geologo descendio del cohete despues de Tiurin. Pasado un tiempo Tiurin saco el termometro del suelo y, una vez observado lo entrego a Sokolovsky. Acercaron sus escafandras y, por lo visto, compartieron sus impresiones. Luego subieron precipitadamente a la plataforma del cohete. Alli empezaron de nuevo a hablar. Yo, con mirada interrogante, contemple a Sokolovsky.
— La temperatura del suelo es de cerca de doscientos cincuenta grados bajo cero por la escala de Celsius — me dijo Sokolovsky—. Por eso Tiurin esta de mal humor. Cree que esto es debido a que en este lugar hay pocas materias radiactivas, cuya desintegracion calentaria el suelo. Dice que tambien en la Tierra los oceanos se formaron alli donde el suelo era mas frio. En el fondo de los mares tropicales, la temperatura es incluso menos que en los mares de latitud norte. Afirma que aun hallaremos zonas calentadas por la desintegracion radiactiva. A pesar que, entre nosotros, debo decirle que en regimen termico de la Tierra, la desintegracion radiactiva constituye una magnitud insignificante. Pienso que en la Luna, pasara lo mismo.
Sokolovsky propuso subir a un lugar mas elevado para poder observar mejor el relieve de la superficie lunar de la region en que nos encontrabamos.
— Tendremos todo un mapa ante nosotros. Sera posible fotografiarlo incluso — dijo Tiurin.
El astronomo acepto. Nos asimos fuertemente y Sokolovsky aumento las explosiones. El cohete empezo a tomar altura. Tiurin fotografiaba sin descanso. En un lugar, en una pequena elevacion del terreno, vi un monton de piedras o rocas en forma de angulo recto.
«?Sera acaso una construccion de los habitantes lunares, de los que pudieron existir antes que el planeta se convirtiera en este desolado satelite sin atmosfera?», pense yo y en seguida deseche esta absurda idea. De todos modos, la regular forma geometrica quedo grabada en mi cerebro como uno de los enigmas a descifrar en el futuro.
Tiurin se movia en su asiento. Por lo visto el fracaso con el termometro le habia causado un gran disgusto. Cuando volamos sobre el siguiente «mar», exigio a Sokolovsky bajar hasta la parte sombria del mismo y midio de nuevo la temperatura del suelo. Esta vez el termometro marco ciento ochenta grados bajo cero. Una diferencia enorme, a no ser que fuera causada por un mayor calentamiento del suelo por el sol. Sin embargo, Tiurin contemplo a Sokolovsky con mirada de vencedor y declaro categoricamente:
— «Mar Caluroso», asi se llamara.
?Un calor de ciento ochenta grados bajo cero! Sin embargo. ?Es esto peor que el «Mar de las Lluvias» o el «Mar de la Abundancia»? ?Son unos bromistas estos astronomos!
Tiurin propuso recorrer unos cientos de kilometros «sobre ruedas», para poder, en dos o tres lugares, volver a medir la temperatura.
Ibamos ya por el fondo de otro mar, al que yo, de buen grado, le hubiera dado el nombre de «Mar de las Sacudidas». Todo el fondo estaba cubierto de monticulos, algunos de los cuales tenian una superficie aceitosa. ?Serian capas petroliferas? Eramos zarandeados despiadadamente pero continuabamos la marcha. Tiurin media con mucha frecuencia la temperatura. Cuando en un paraje el termometro marco doscientos grados bajo cero, el astronomo acerco solemnemente el termometro a los ojos del geologo. ?Que pasa? Pues que, si la temperatura descendio de nuevo a pesar de aproximarnos al dia lunar, quiere decir que las causas hay que buscarlas no solo en el calentamiento del suelo por el sol. Quizas el profesor tenga razon.
Tiurin se puso de buen humor. Salimos de la cuenca, dimos una vuelta para pasar una grieta, traspasamos la cadena rocosa de un circo y, recorriendo la suave planicie, levantamos el vuelo hacia las montanas.
Volando a traves de ellas, vimos una grandiosa pared de montanas de unos quince kilometros de altura. Esta pared nos cubria del sol, a pesar que este estaba ya muy alto del horizonte. Por poco tropezamos ante esta barrera imprevista. Sokolovsky tuvo que dar un circulo para adquirir altura.
— ?Esto si que es un hallazgo! — exclamo Tiurin admirado—. Esta cadena de montanas no la podemos llamar Alpes, ni Cordilleras. Esto… Esto…
— ?Tiurineros! — sugirio Sokolovsky—. Si, Tiurineros. Un nombre suficientemente sonoro y digno para usted. Dificilmente encontraremos unos montes mas altos.
— Tiurineros — repitio atonito Tiurin—. Bien…, Bien…, un poco inmodesto… Pero suena bien: ?Tiurineros! Sea, lo que usted quiera — asintio. A traves de su escafandra vi su rostro radiante.
Fue necesario dar un gran circulo para adquirir altura. Estas montanas llegaban hasta el mismo cielo… Finalmente vimos de nuevo el sol. ?El cegador sol azul!
Instintivamente entrecerre los ojos. Y Cuando los abri, parecia que habiamos dejado la Luna y volabamos por los espacios celestes… Me volvi y vi detras la radiante pared vertical de los montes Tiurineros. Su base se perdia abajo en el negro abismo. Y delante…, nada. Abajo, tampoco nada. Un negro vacio… El reflejo de la luz se apaga a medida que avanzamos y mas alla…, tinieblas.
?Vaya aventura! Resulta que la Luna en su parte posterior no tiene forma de hemisferio, sino una especie de corte en la esfera. Veo que mis companeros estan no menos alarmados que yo. Miro a la izquierda, a la derecha. Vacio. Recuerdo algunas hipotesis de como podia ser la parte invisible. Una en la que esta parte seria igual a la otra, solo que con otros mares, montanas. Alguien emitio la opinion donde la Luna tenia forma de pera. En que la parte visible desde la Tierra tenia forma esferica, pero que la invisible era alargada como en la pera. Y que, debido a esto, la Luna dirige siempre hacia la Tierra su cara esferica, mas pesada. Pero nosotros encontramos algo aun mas inverosimil: la Luna es la mitad de un globo. ?Que se ha hecho la segunda mitad?
El vuelo continuo algunos minutos mas y nosotros continuabamos sobre el negro abismo. Tiurin estaba sentado, como aturdido. Sokolovsky pilotaba en silencio aumentando la velocidad del cohete: estaba impaciente para ver en que acababa todo esto.
No se cuanto tiempo estuvimos volando entre la negrura del cielo estrellado, pero, de pronto, hacia el este, se insinuo una franja iluminada de superficie lunar. Nos alegramos como navegantes en un mar desconocido que de pronto divisan la tierra esperada. ?No nos hemos caido de la Luna? Entonces, ?que es lo que habia debajo de nosotros?
Tiurin fue el primero en adivinarlo.