— ?Una grieta! — exclamo, golpeandose en mi escafandra—. ?Una grieta de extraordinaria profundidad y anchura.

Asi era en realidad.

Pronto llegamos al otro lado de la grieta.

Cuando volvi la vista atras, no estaban los Tiurineros. Habian desaparecido detras del horizonte. A nuestra espalda solo estaba el espacio vacio.

Los tres estabamos muy impresionados por nuestro descubrimiento. Sokolovsky escogio un lugar para posarse, descendio y sento el cohete no muy lejos del borde de la grieta.

Nos miramos en silencio. Tiurin se rasco con la mano la escafandra; queria rascarse la nuca, como hacen las personas completamente desconcertadas. Juntamos nuestras escafandras: todos queriamos comunicarnos nuestras impresiones.

— Pues bien, he aqui lo que sucede — dijo finalmente Tiurin—. Esto ya no es una grieta vulgar, como existen infinidad en la Luna. Esta depresion va de un extremo a otro de la superficie posterior de la Luna. Y su profundidad es probable que no sea menor de una decima parte del diametro del planeta. Nuestro querido satelite esta enfermo, y seriamente ademas, y nosotros no lo sabiamos. ?Ay! La Luna resulta ser un globo roto, medio rajado.

Recorde diferentes hipotesis sobre la destruccion, el final de la Luna. Unos afirmaban que la Luna, al girar alrededor de la Tierra, se aleja mas y mas de ella. Y por esto las generaciones futuras veran la Luna cada vez mas pequena. Primero se vera igual que Venus, luego como una sencilla estrella pequena y, finalmente, nuestro fiel satelite huira para siempre al espacio universal. Otros, por el contrario, afirman que la Luna sera atraida por la Tierra y caera en ella. Algo singular parece que ya sucedio con un segundo satelite terrestre: una pequena luna que en tiempos remotos cayo en la Tierra. Esta caida, segun ellos, provoco la cavidad del Oceano Pacifico.

— ?Que va a pasar con la Luna? — pregunte alarmado—. ?Caera a la Tierra o se ira al espacio interplanetario cuando se desintegre en pedazos?

— Ni lo uno, ni lo otro. Lo mas seguro es que girara alrededor de la Tierra infinidad de tiempo, pero en otro aspecto. Si se rompe solo en dos pedazos, entonces la Tierra tendra dos satelites en vez de uno. Dos «medias lunas». Pero lo mas facil es que se desintegre en pequenas partes y entonces se formara alrededor de la Tierra un anillo luminoso, como el de Saturno. Un anillo de pequenos trozos. Yo habia ya predicho esto pero, francamente, no creia que este peligro estuviera tan cerca… Si, da lastima nuestra vieja Luna — continuo, mirando hacia las tinieblas de la grieta—. Mal… Mal… ?Y si no se esperara hasta el inevitable final y se precipitara? Si en esta grieta se colocara una tonelada de nuestro «potental», seguramente seria suficiente para partirla en partes. Si esta ya condenada a morir, al menos que esto suceda por nuestra voluntad y en la hora que nosotros decidamos.

— Es interesante. ?Cuan profunda penetra la grieta en la corteza lunar? — dijo Sokolovsky. A el, como geologo, no le interesaba la suerte de la Luna, sino las posibilidades de penetrar casi hasta el centro del planeta.

Tiurin aprobo efectuar esta expedicion.

Empezamos a discutir el plan de accion. Tiurin propuso descender lentamente con el cohete-vagon por la inclinada pendiente de la grieta, frenando el descenso por medio de explosiones.

— Se pueden hacer paradas y mediciones de la temperatura — dijo.

Pero Sokolovsky considero que este descenso seria dificil e incluso peligroso. Ademas, al hacerlo despacio, se gastaria demasiado carburante.

— Mejor sera descender directamente hasta el fondo. En la vuelta se pueden hacer dos o tres paradas, en caso de hallar lugar adecuado para ello.

Sokolovsky era nuestro capitan y Tiurin, por esta vez, tuvo que conformarse. Solo pidio que no descendiera demasiado aprisa y que lo hiciera acercandose todo lo posible al borde de la grieta para poder examinar la composicion geologica del declive.

Y asi empezamos el descenso.

El cohete se elevo sobre el negro abismo de la hendidura y, describiendo un semicirculo, empezo a descender. El sol, que estaba ya bastante alto, iluminaba parte del declive hasta una profundidad considerable. Pero la pendiente contraria de la grieta aun no se veia. El cohete iba perdiendo altura, inclinandose mas y mas. Nos teniamos que echar hacia atras, apoyando los pies. Tiurin fotografiaba.

Vimos unas rocas negras, casi lisas. Algunas veces parecian azuladas. Luego aparecian rojizas, amarillas, con matices verdosos. Yo interprete esto como una senal del hecho que aqui la atmosfera tardo mas en desaparecer y los metales, sobre todo el hierro, sufrieron una mayor influencia del oxigeno y, como en la Tierra, se oxidaron. Mas tarde Tiurin y Sokolovsky confirmaron mi suposicion.

De pronto nos sumergimos en una profunda oscuridad. El cohete entro en la zona de sombra. El cambio fue tan brusco que al principio quedamos como ciegos. El cohete giro a la derecha. En la oscuridad era peligroso volar cerca de las rocas. Se encendieron las luces de los proyectores. Dos tentaculos de luz escudrinaban en la oscuridad sin encontrar donde posarse. El descenso se hizo mas lento. Pasaban los minutos y continuabamos volando en el vacio. Si no fuera por la ausencia de las estrellas, se podria decir que volabamos en el espacio interplanetario. Inesperadamente, la luz del proyector resbalo por una afilada pena. Sokolovsky disminuyo aun mas la velocidad de vuelo. Los proyectores iluminaban las angulosas capas de estratos. A la derecha se presento una pared. Giramos a la izquierda. Pero tambien alli nos encontramos con una pared. Ahora volabamos por un estrecho canon. Montones de puntiagudas piedras se acumulaban por todos lados. No habia donde asentar la nave. Volabamos kilometros y mas kilometros, pero el desfiladero no se ensanchaba.

— Me parece que tendremos que contentarnos con este examen y elevarnos de nuevo — dijo Sokolovsky.

En el recaia toda la responsabilidad de nuestras vidas y de la integridad del cohete: no queria arriesgarse. Pero Tiurin puso su mano en la suya, como si le prohibiera con este gesto actuar con la palanca de altura.

El vuelo se prolongo una hora, dos, tres…, no puedo decirlo con exactitud.

Al fin vimos una plazoleta, bastante inclinada por cierto, pero en la cual, a pesar de todo, pudimos posarnos. El cohete se paro en el espacio, luego, despacio, fue bajando. ?Detencion! La nave «alunizo» con una inclinacion de unos treinta grados.

— Bien — dijo Sokolovsky—. Conseguimos llegar, pero no se como vamos a salir de aqui.

— Lo importante, es que hemos alcanzado nuestro objetivo — respondio Tiurin.

Ahora no queria pensar en nada mas y se ocupo en medir la temperatura del suelo. Con inmenso placer comprobo que el termometro marcaba una temperatura de ciento cincuenta grados bajo cero. No era una temperatura demasiado alta, pero de todos modos parecia que sus hipotesis se justificaban.

Y el geologo ya estaba picando con su martillo. De el salian chispas, pero ni un solo pedazo de roca se desprendia. Al final, cansado por su vano trabajo, se levanto y acercando su escafandra a la mia, dijo:

— Hematites puras. Lo que podia esperarse. Habra que contentarse con fragmentos ya rotos. — Y se puso a buscar muestras por los alrededores.

Mire arriba y vi las estrellas, franjas de la Via Lactea y los bordes radiantes de nuestra grieta vivamente iluminados con fulgores de diferentes colores. Luego dirigi la mirada hacia donde iluminaban los proyectores del cohete. Me parecio que cerca de una pequena hendidura de la pared la luz oscilaba. Me acerque al agujero. Verdaderamente, una corriente imperceptible casi de gas o vapor salia de las profundidades. Para comprobar si era verdad, recogi un punado de cenizas y lo tire al agujero. La ceniza salto hacia un lado. Esto se ponia interesante. Encontre una piedra cerca del abismo y la tire a el, para que el temblor del suelo llamara la atencion de mis companeros y vinieran hacia mi. La piedra cayo al abismo. Pasaron al menos diez segundos, antes que yo sintiera un leve temblor del suelo. Luego le siguio otro, un tercero, cuarto…, mas y mas fuertes. No podia comprender que estaba sucediendo. Algunas sacudidas eran tan fuertes que la vibracion del suelo se transmitia a todo el cuerpo. De pronto vi como una enorme roca pasaba cerca de mi. Al pasar por una franja de luz, brillo como un meteorito y desaparecio en el oscuro abismo. Las penas temblaban. Comprendi que habia cometido una fatal equivocacion. Sucedio lo mismo que en las montanas, cuando la caida de un pequeno guijarro provoca inmensos desprendimientos de rocas. Y he aqui que ahora caian de todas partes piedras, rocas y trozos de penas. Se precipitaban golpeando en las rocas, saltando, chocando unas con otras soltando chispas… Si nos hubieramos encontrado en la Tierra, habriamos oido un tronido, un estruendo parecido a canonazos repercutido interminablemente por el eco de las montanas. Pero aqui no habia aire y por eso reinaba un silencio absoluto. El

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