sonido, mas exactamente, la vibracion del suelo, se transmitia unicamente a traves de los pies. Era imposible adivinar hacia donde correr, de donde vendria el peligro… Helado de espanto, seguramente habria muerto de miedo si no hubiera visto a Sokolovsky que freneticamente agitaba sus brazos desde la plazoleta en la que estaba la nave para que fuera hacia alla. ?Si! ?Claro! ?Solo el cohete podia salvarnos!
De algunos saltos llegue al cohete, sin parar salte a la plataforma y, al instante, Sokolovsky tiro de la palanca. Bruscamente fuimos echados hacia atras y durante algunos minutos volamos con las piernas hacia arriba, tan brusca era la subida, la posicion casi vertical que Sokolovsky habia dado al cohete. Fuertes explosiones en las toberas del cohete lo hacian estremecer.
El geologo dirigio el cohete en ascenso hacia la derecha, lejos de la vertiente de la grieta. ?Era asombroso como podia dirigir el cohete en posicion tan incomoda! Juzgando por su entereza, era un hombre experimentado, que no perdia nunca el dominio de si mismo. Y, sin embargo, parecia un sencillo hombre «de su casa» chistoso y alegre.
Solo cuando nuestra nave entro en el espacio iluminado por el sol y se alejo lo bastante del borde del desfiladero, disminuyo Sokolovsky la velocidad y el angulo de vuelo.
Tiurin subio a la butaca y froto la escafandra. Por lo visto el profesor se habia magullado la nuca.
Como a menudo sucede en las personas que acaban de pasar un gran peligro, nos sobrevino de repente una alegria nerviosa. Nos mirabamos unos a otro a traves de las escafandras y nos reiamos, reiamos…
Tiurin senalo hacia el iluminado declive de la grieta lunar. La casualidad nos brindaba una plazoleta para tomar tierra. ?Y que plazoleta! Ante nosotros habia una enorme terraza, en la cual sin grandes trabajos podrian alojarse docenas de naves. Sokolovsky giro el cohete y muy pronto corriamos por el sobre las ruedas, como en una pista de asfalto. Rodando casi hasta la misma pared, nos paramos. La pared rocosa o ferrea tenia unas grietas enormes en sentido vertical. En cada una grietas enormes en sentido vertical. En cada grieta podrian haber entrado varios trenes.
Descendimos al suelo del «cohetodromo». Nuestra excitacion no habia pasado aun. Sentiamos necesidad de movernos, de trabajar, para poner nuestros nervios a tono.
Relate a Tiurin y Sokolovsky sobre el hallazgo del «geiser» lunar y me confese culpable del alud de piedras ocasionado, que por poco nos destruye. Pero Tiurin, interesado por el «geiser», no hizo caso de mi acto temerario.
— ?Pero si esto es un descubrimiento grandioso! — exclamo—. Yo siempre he dicho que la Luna no es un planeta tan muerto como parece. En el deben existir aun, por insignificantes que sean, restos de gases, sea cual fuere su composicion, de su vida anterior. Estas seran, seguramente, salidas de gases sulfureos. En algun lugar de la masa lunar, queda aun magma caliente. Los ultimos latidos, el ultimo fuego del gran incendio que se extingue. En la profundidad de esta grieta que penetra, seguramente, hacia el interior de la Luna, no menos de un cuarto de su radio, los gases encontraron salida. Y nosotros no los hemos analizado. Es necesario hacerlo pase lo que pase. Esto producira sensacion entre los cientificos del mundo. ?El «Geiser de Artiomov»! ?No ponga objeciones! Tiene derecho a ello. Volvamos ahora mismo.
Y salto al cohete, pero Sokolovsky movio la cabeza negativamente.
— Por hoy tenemos bastante — dijo—. Es necesario descansar.
— ?Que quiere decir «por hoy»? — protesto Tiurin—. El dia en la Luna dura treinta dias terrestres. ?Y usted piensa quedarse inmovil durante treinta dias?
— Me movere — contesto Sokolovsky en tono conciliador—. Pero si usted hubiera estado pilotando cuando salimos de esta grieta del diablo, comprenderia mi estado de animo y razonaria de otra manera.
Tiurin miro la fatigada cara de Sokolovsky y se callo.
Decidimos renovar la reserva de oxigeno en nuestras escafandras y luego dispersarnos para explorar hacia diferentes lados, aunque sin alejarnos mucho uno de otro.
Me dirigi hacia la garganta mas cercana, la cual se hacia interesante por su colorido. Las penas eran de tonos rojizos y rosaceos. Sobre este fondo destacaban manchas de espeso color verde de forma irregular, por lo visto capas de otros minerales. Resultaba una combinacion de colores muy hermosa. Gradualmente fui adentrandome en el canon. Una de sus paredes estaba brillantemente iluminada por el sol y por la otra sus rayos resbalaban oblicuamente, dejando en su parte inferior un angulo agudo de sombra.
Me sentia de un humor excelente. El oxigeno penetraba en mis pulmones al punto de embriagarme. Sentia en todos mis miembros una ligereza extraordinaria. Habia momentos en que me parecia que todo lo veia en suenos. ?Un sueno atrayente, prodigioso!
En uno de los canones laterales brillaba una «cascada» de piedras preciosas. Ellas llamaron mi atencion y doble a la derecha. Luego me desvie otra vez y otra. Finalmente llegue a un completo laberinto de canones. En el era facil perderse pero yo procuraba recordar bien el camino. Y por doquier aquellas manchas. De un verde vivo en la luz tenian a la sombra un matiz amarillo oscuro, y a media luz un tinte pardusco claro. Extrano cambio de colores: pues en la Luna no hay atmosfera que pueda cambiar los matices de los colores. Me acerque a una de estas manchas y la observe atentamente. No, esto no es una salida de minerales. La mancha era prominente y parecia blanda como el fieltro. Me sente en una piedra y continue la observacion.
De pronto me parecio que se habia movido un poco en direccion a la luz. ?Sera una ilusion optica? Yo miraba la mancha con demasiada atencion, fijamente. Haciendo mentalmente una senal en uno de los pliegues del mineral, continue mi acecho. Despues de unos minutos ya no podia dudar: la mancha se habia desplazado. Su borde habia traspasado el limite de la sombra y estaba volviendose verde ante mis ojos.
Me levante y corri hacia la pared. Sujetandome de un angulo de la roca, alargue mi brazo hasta la mancha mas proxima y arranque un trozo del blando «fieltro». Estaba compuesto de pequenos hilos en forma de abeto. ?Un vegetal? ?Claro, es un vegetal! Son musgos lunares. ?Vaya descubrimiento! Arranque otro pedazo de una mancha pardusca. Estaba completamente seco. Lo volvi del lado contrario y vi unas blancuzcas «avellanitas» que en su parte inferior terminaban con una especie de ventosa almohadilla.
Un enigma biologico. Por su aspecto este vegetal podria catalogarse entre los musgos. Pero, ?y las ventosas? ?«Raicespiernas»! Un vegetal que puede desplazarse por las rocas siguiendo los rayos solares. Su color verde, claro esta, depende de la clorofila. Pero…, ?y la respiracion? ?Y la humedad? ?De donde la saca…? Recorde conversaciones en Ketz sobre piedras celestes de las que puede obtenerse oxigeno y agua. Por supuesto, tambien en las piedras habra en combinacion con otros elementos oxigeno e hidrogeno, elementos que entran en la composicion del aire y el agua. ?Y por que no…? ?No son tambien las plantas terrestres verdaderas «fabricas» milagrosas con produccion quimica muy complicada? ?Y es que nuestras plantas terrestres, como, por ejemplo, la «Rosa de Jerico», no poseen la facultad de amortecerse por el calor y la sequia y luego revivir de nuevo, cuando se ponen en agua? Los vegetales lunares «duermen» durante la larga y fria noche y a la luz del sol empieza de nuevo a funcionar la «fabrica quimica», elaborando todo lo necesario para su vida. ?Movimiento? Bien, pero es que tambien los vegetales terrestres no estan por completo privados de movimientos. La adaptabilidad de los organismos es ilimitada.
Llene la bolsa de musgos y con el animo excitado me dispuse a regresar para vanagloriarme de mi hallazgo.
Marche hasta el final del canon, gire a la derecha, otra vez a la derecha. Aqui debia encontrar el yacimiento de rubies y diamantes, pero no los vi… Volvi atras, gire hacia otro canon… ?Un lugar completamente desconocido!
Acelere mi marcha. Ya no andaba, sino que saltaba. De pronto, me pare en el borde del abismo, estupefacto. Un nuevo paisaje lunar se abria ante mi. Al otro lado del abismo se elevaba una cadena de montanas. Entre ellas destacaban tres picos de igual altura. Brillaban como panes de azucar. Nunca habia visto unas cumbres tan blancas. Estaba claro que no era nieve. En la Luna no podia haber nieve. Podia ser que estas montanas fueran de yeso o cal. Pero las montanas no hacian al caso. Estaba claro que me habia extraviado por completo.
La inquietud se apodero de mi. Como si todo este extraordinario mundo lunar me hubiera de repente vuelto la espalda. ?Que hostil era al hombre! Aqui no habian nuestros bosques terrestres, ni campos, ni praderas con sus flores, hierbas, pajaros y animales, donde «bajo cada arbol» tienes preparados «mesa y casa».
Aqui no hay rios y lagos con abundante pesca. La Luna es avara, no da de comer ni beber al hombre. Los que se extravian en la Tierra pueden mantenerse dias y dias aunque sea con raices vegetales. ?Pero aqui? Solo rocas desnudas, sin contar con el musgo. Seguramente, no sera mejor comestible que la arena. Pero aunque corrieran a mi alrededor rios de leche con orillas de pan, de todas maneras moriria de sed y de hambre, sufriendo