y mas tareas. ?Y como llevarlas a la practica cuando los resultados de los experimentos son completamente inesperados? Primero, la ausencia de fuerza de gravedad; segundo, la accion de los rayos cosmicos. Gracias a la influencia de estos rayos se operan tales saltos en las mutaciones que te quedas parado. Mire usted mismo.
Falieev giro en el aire con gran agilidad y tomando aire con sus grandes manos, volo por el laboratorio. Yo sali tras el como pude.
No olia a animales. Por lo visto, la limpieza y ventilacion de los establos era ideal. Estos eran sencillos tabiques construidos con redes de alambre. Cerca de un establo vi un enorme cerdo que parecia un globo, mejor, un gigantesco huevo. Sin embargo sus patas eran larguisimas y delgadas como macarrones. Si de pronto se llevara este animal a la Tierra, se aplastaria bajo su peso como un «blin», como una ballena fuera del agua.
El cabrito aun me sorprendio mas. Su hocico era extraordinariamente alargado, los cuernos largos y curvados, como espadas turcas, las patas eran delgadas, de metro y medio de largo, y terminaban en dos debiles apendices abiertos en angulo de treinta grados, como en las patas de las aves. Su tamano era como el de una oveja grande, pero en el no habia nada de pelo.
— Pelado como un perro africano — exclamo Falieev—. Es un cabrito «para carne». Mas alla vera otro que es productor de lana. El desarrollo de su cuerpo es minimo, pero su lana ha crecido un metro. ?Y que lana! ?Una fabrica viviente!
— Pero, ?el cabrito lanero no estara con esta temperatura, verdad? — pregunte.
— Ni que decir tiene. A el le tenemos en una temperatura fria, pero lo alimentamos bien. Lo de la lana es cosa facil. Pero Shlikov da tareas mas dificiles. Necesitamos cuerdas para los instrumentos musicales y para las raquetas de tenis. Quiere crear una especie de corderos con tripas larguisimas. Shlikov no quiere dar importancia a las dificultades. Dice que no hay nada imposible. Y las instrucciones son breves. «Si hace falta alargar los intestinos», dice, «prueben diferentes alimentos, cambien de piensos.» El pienso es el pienso, pero al cordero en lugar de alargarsele las tripas se le ensancha el estomago. Aqui actuan no se que nuevos factores… Por ejemplo, con las patas del cabrito no se que hacer. ?Es posible que cambiando de nuevo su alimento…? Aqui pasa como en el cuento de los guisantes: rompieron el piso, rompieron el techo, el tejado y continuan creciendo. Solo que aqui no podemos romper el tejado.
— No rompa el tejado ni cambie nada — dije yo—. Se supone que los rayos cosmicos jugaron un inmenso papel en la evolucion de los animales en la Tierra. Las mutaciones extraordinarias de las que usted habla, confirman esta hipotesis. Por lo visto, aqui se opera una adaptacion de los organismos hacia las alteraciones de las condiciones a «saltos». La fuerza de gravedad no existe y los cuerpos no estan de pie, no tienen un apoyo. Los animales estan flotando en el aire. Ellos pretenden salir de esta posicion. Les son necesarias las largas extremidades…
— ?Si, claro! — me interrumpio Falieev—. Los primeros perros aqui aullaban lastimosamente. Se pasaban horas enteras moviendo las patas para poder llegar a la pared o hasta el trozo de carne atada. Y claro, no se movian de sitio.
— He aqui por que las patas crecen. No aumenten ustedes las dimensiones de los locales. Si las patas llegan a ser tan largas que puedan llegar a cualquier pared, yo creo que su crecimiento se detendra. O hagan rejas para que los animales puedan aferrarse. Cambie estas finas redes por otras de agujeros mas grandes, con barrotes de madera. Entonces se les desarrollaran los organos para aferrarse. Sus cabritos y corderos llegaran a ser «cuadrumanos», como los monos, se acostumbraran a estos movimientos. Treparan por las jaulas. Con una o dos de sus extremidades se sostendran y con las otras tomaran lo que les haga falta.
— ?Pues es verdad! — exclamo Falieev—. Con usted la cosa marchara. De otra manera me veia perdido. Ultimamente estaba desconcertado, verdaderamente me sentia incapaz de hacer nada… Sabe — dijo con voz miedosa—, aqui no es muy dificil volverse loco, cuando ante tus ojos nacen estos horribles monstruos… Solo que…
Desde alguna parte se oyo el ladrido de un perro. Subitamente vi a un monstruo que volaba hacia nosotros. Movia las patas como un perro en rapida carrera, pero se acercaba despacio. Entre los delgados dedos de su garra se notaban delgadas membranas. Estas membranas le ayudaban a empujar el cuerpo adelante, repeliendo el aire. El perro era un poco mayor que un bulldog, su cuerpo estaba cubierto por pelo ralo de color castano, la cola era larga y gruesa, la cabeza completamente pelada, corta, con la mandibula inferior poco desarrollada, casi plana. Era algo intermedio entre hocico de perro, mono y la cara del hombre. ?Verdaderamente tenia un aspecto horrible! El perro llego muy cerca y me miro directamente a los ojos. Sin querer me estremeci: «Dgipsi» tenia grandes ojos castanos, completamente humanos en su mirada triste y plena de inteligencia… Meneo la cola, giro su cuerpo y se aferro con los extremos de los dedos sin unas del borde del tabique. Luego traslado su mirada hacia Falieev. En sus ojos habia interrogacion.
Falieev de pronto se turbo, como si no se tratara de un perro, sino de una persona a la cual no conociera. Estos ojos humanos en la «cara» del perro eran espantosos. Yo mismo me senti confundido.
— Bueno, «Dgipsi» — dijo Falieev sin mirar los ojos atentos del perro—. Te presento a nuestro nuevo camarada Artiomov.
Yo suponia que Falieev se dirigia al perro en broma, como muchos amantes de los perros. Y yo hice un movimiento con la mano para acariciar la cabeza del perro. Pero, ?cual no seria mi asombro, cuando el perro asintio con la cabeza y me tendio su pata! Me quede tan sorprendido, que mi brazo tendido quedo un momento en el aire. Y en lugar de acariciar a «Dgipsi» como a un vulgar perro, yo, sobreponiendome, aprete cortesmente su tibia y pelada pata, a pesar que los apretones de mano no estaban en boga en Ketz.
— ?Los cachorros de «Diana» han comido ya? — pregunto Falieev.
El perro meneo la cabeza negativamente.
— ?Por que? ?No han traido aun los biberones?
«Dgipsi» asintio con la cabeza.
— Entonces vuela «Dgipsi», aprieta el septimo boton. Llama a «Olia» y dale prisa.
El perro, abarcandome con una mirada, se marcho. Senti que mi corazon latia aceleradamente.
— ?Ha visto? — dijo Falieev en voz baja—. Lo comprende todo. Solo que no puede contestar. Debemos entendernos por el sistema de pregunta-respuesta. Sin embargo, en el desarrollo de su cerebro ha habido un gran salto. ?Verdaderamente, me da miedo este perro! Yo procuro estar bien con el. Parece que me ama, sin embargo, a Kramer no lo puede ver. Al verlo, lo mira enojado y se va de su lado. El mismo, por lo visto, sufre al no poder hablar. No tengo mas remedio que estudiar su lengua canina.
En la profundidad del laboratorio se oyo un ladrido entrecortado.
— Lo ve, es el quien me llama. Algo no va bien alli. ?Vamos!
Al ladrido de «Dgipsi» se unio el chillido de un cachorro. Con rapidez, fuimos alla.
Un cachorro de patas membranosas habia metido un dedo en la red y no podia sacarlo. Chillaba desesperadamente mirandonos con ojos de criatura. «Dgipsi» se afanaba a su lado, sin lograr con sus largos dedos extraer la atrapada pata del cachorro. Llegamos alli y uniendo nuestros esfuerzos lo libramos de la trampa.
Decidi «hablar» con «Dgipsi».
— ?Dgipsi! — ?Que dificil es sostener la mirada de estos ojos! — . ?Tu no sabes hablar? ?Quieres que te ensene?
«Dgipsi», rapido, asintio con la cabeza y me parecio ver en sus ojos una chispa de alegria. El perro vino a mi lado y lamio mi mano.
— Esto quiere decir que esta muy satisfecho. Veo que seran amigos — dijo Falieev—. Bien pues, camarada Artiomov. ?Donde piensa trabajar? ?En el laboratorio de fisiologia de los vegetales o aqui?
— Que decida Shlikov — conteste—. Mientras, tendre que trabajar en el invernadero. ?Adios, camarada Falieev! ?Adios, «Dgipsi»!
El resto del dia lo pase en el invernadero. Kramer estaba de un humor sombrio y no hablaba conmigo. Estaba en silencio ocupado entre las matas de fresas. Cuando Zorina venia a mi con cualquier pregunta, Kramer