– Lo se, Beck -dijo-, pero no por eso tienes que sentir remordimientos si sales con otra persona.
– No es eso -dije-, no tiene nada que ver.
Descruzo las piernas y se inclino hacia mi.
– ?Que es, pues?
Me era imposible hablar. Habria querido hacerlo, solo por ella, pero no podia. Me miro con su mirada herida que transmitia la necesidad evidente y tan viva de hablar de su hija. Pero no pude. Movi negativamente la cabeza.
Oi una llave en la cerradura. Nos volvimos los dos con gesto subito, recomponiendo la postura, como amantes cogidos en falta. Hoyt Parker abrio la puerta empujandola con un hombro y llamo a su mujer por su nombre. Entro en la habitacion y, exhalando un profundo suspiro, dejo caer una bolsa de deporte. Llevaba floja la corbata, arrugada la camisa, las mangas arremangadas hasta los codos. Hoyt tenia unos antebrazos como los de Popeye. Al vernos sentados en el sofa, solto otro suspiro mas hondo aun que el anterior que parecia traslucir un dejo de desaprobacion.
– ?Que tal estas, David?
Nos estrechamos la mano. Su apreton, como siempre, era excesivamente energico, aspero, brusco. Kim se excuso y salio de la habitacion. Despues de intercambiar algunas cortesias, el silencio se instalo entre nosotros. Hoyt Parker no se habia sentido nunca a gusto conmigo. Su actitud tenia algo que ver con el complejo de Electra, yo siempre habia pensado que me veia como una amenaza. Le comprendia. Su hijita siempre me habia dedicado todo su tiempo. De todos modos, con los anos los dos conseguimos vencer aquel resentimiento y establecer un remedo de amistad. Hasta la muerte de Elizabeth.
Se que me cree culpable de lo ocurrido.
No me lo ha dicho nunca, por supuesto, pero lo leo en sus ojos. Hoyt Parker es un hombre musculoso y fuerte. Un americano con una honradez solida como la roca. Siempre habia procurado, por encima de todo, que Elizabeth se sintiera a salvo. Hoyt emanaba esa especie de aura protectora. Mientras Gran Hoyt estuviera junto a ella, su nina no sufriria ningun dano.
No creo haber brindado nunca esa seguridad a Elizabeth.
– ?El trabajo bien? -pregunto Hoyt.
– Muy bien -dije-. ?Y el tuyo?
– Me falta un ano para la jubilacion.
Asenti con un gesto y volvimos a sumirnos en el silencio. Camino de la casa de mis suegros, me habia propuesto no hacerles ningun comentario sobre lo del ordenador. Aparte de que tenia todos los visos de tratarse de una chifladura, aparte de que habria abierto nuevas heridas y les habria hecho sufrir, la verdad es que yo no tenia ninguna explicacion que darles. Cuanto mas tiempo pasaba, mas desatinado me parecia aquel episodio. Decidi, pues, que me tomaria el mensaje al pie de la letra: «No se lo digas a nadie». Ignoraba de que se trataba y por que ocurria, pero las consecuencias que pudiera sacar del hecho eran de una inconsistencia total.
Aun asi, procure asegurarme de que Kim no oyese lo que me disponia a decir. Me acerque, por tanto, a Hoyt y le dije en un hilo de voz:
– ?Puedo preguntarte una cosa?
No respondio, se limito a lanzarme una de sus miradas cargadas de indiferencia.
– Quisiera saber… -me calle-, quisiera saber como la encontraste.
– ?Como la encontre?
– Me refiero a cuando fuiste al deposito. Me gustaria saber como la viste.
En su rostro ocurrio algo, como si unas minusculas explosiones hubieran acabado de socavar sus cimientos.
– ?Por el amor de Dios! ?Por que me haces esta pregunta?
– Lo he estado pensando -dije torpemente-, sera por el aniversario y demas.
Se levanto bruscamente y se seco las palmas de las manos en las perneras de los pantalones.
– ?Quieres beber algo?
– Si, claro.
– ?Va bien un bourbon?
– Me parece magnifico.
Se acerco a un viejo carro de bebidas cerca de la chimenea y cerca, por tanto, de las fotos. Mire al suelo.
– ?Hoyt? -insisti.
Abrio una botella.
– Eres medico -dijo, senalandome con un vaso-. Has visto cadaveres.
– Si.
– Entonces ya puedes hacerte una idea.
Me la hacia.
Me paso el vaso. Lo cogi con exagerada avidez y tome un sorbo. Me miro y se llevo el suyo a los labios.
– Se que no te habia preguntado nunca por los detalles -empece-. Es mas, habia evitado a proposito que me los dieras. Otros «familiares de las victimas», segun se referian a ellos los medios de comunicacion, se empaparon de ellos. Estuvieron presentes todos los dias en el juicio de KillRoy, escucharon lo que se dijo y lloraron. Yo no. Supongo que esto les ayudo a canalizar sus sufrimientos hacia fuera. Yo opte por canalizar los mios hacia dentro.
– No querras conocer los detalles, Beck.
– ?Tenia huellas de golpes?
Hoyt parecio estudiar el contenido del vaso.
– ?Por que me lo preguntas?
– Necesito saberlo.
Me miro por encima del vaso. Recorrio mi rostro con los ojos. Tuve la sensacion de que me taladraba la piel. Sostuve su mirada.
– Tenia huellas de golpes, si.
– ?Donde?
– David…
– ?En la cara?
Entrecerro los ojos como si acabara de descubrir algo inesperado.
– Si.
– ?Tambien en el cuerpo?
– No vi el cuerpo -dijo-. Pero se que la respuesta es si.
– ?Por que no viste el cuerpo?
– Fui en calidad de padre, no de policia. La finalidad era identificarla.
– ?No te costo? -pregunte.
– ?A que te refieres?
– Identificarla. Has dicho que tenia la cara desfigurada por los golpes.
Se puso tenso. Dejo el vaso y senti que me invadia el temor de haber ido demasiado lejos. Habria debido cenirme al plan establecido. Habria debido callar.
– ?De veras quieres saberlo?
«No», pense. Pero asenti.
Hoyt Parker aparto el vaso, se cruzo de brazos y se puso de pie.
– Elizabeth tenia el ojo izquierdo hinchado, cerrado. La nariz rota y aplastada como si fuera de arcilla mojada. Tenia un navajazo en la frente, hecho probablemente con un cortaplumas. Su mandibula estaba desencajada, con los tendones a la vista -hablaba con voz totalmente monocorde-. En la mejilla derecha tenia la letra K marcada a fuego. Todavia era perceptible el olor a carne chamuscada.
Se me hizo un nudo en el estomago.
Los ojos de Hoyt se posaron en los mios.
– ?Quieres saber lo peor, Beck?
Lo mire y espere.
– Que, pese a todo, tarde muy poco -dijo-. Supe al momento que era Elizabeth.