– Si las hago, no cuentan. Tu lo sabes. No me gusta estar encerrada en una jaula, Beck. Me gustan los paisajes abiertos.
– Una buena combinacion de metaforas -dije.
– Si, quedan bien, ?no crees?
Bebi en silencio y estuve un momento sin decir nada.
– ?Beck?
– ?Si?
– Ahora te toca hablar a ti.
– ?Que quieres decir?
Me lanzo una mirada y espero.
Pense en la advertencia con que terminaba el mensaje: «No se lo digas a nadie». En el caso de que procediera realmente de Elizabeth, y me costaba suponerlo, sabia que, de decirselo a alguien, ese alguien seria Shauna. A Linda quiza no. Pero a Shauna… A ella se lo contaba todo. Se daba por sentado.
– Existe la posibilidad de que Elizabeth siga viva -dije.
Shauna no se inmuto.
– Se fugo con Elvis, ?verdad?
Pero al ver mi cara, se corto y dijo:
– Explicate.
Lo hice. Le conte lo del mensaje. Le conte lo de la escena callejera. Y le conte que habia visto a Elizabeth en la pantalla del ordenador. Shauna no apartaba sus ojos de mi. No hizo gesto alguno ni me interrumpio. Cuando termine, saco con gran parsimonia un cigarrillo del paquete y se lo llevo a los labios. Hacia anos que habia dejado de fumar, pero seguia tonteando con el tabaco. Se quedo mirando fijamente el aviso de cancer, le dio vueltas al paquete en las manos como si no lo hubiera visto nunca. Me parecia estar contemplando el funcionamiento de los engranajes de su cerebro.
– Perfecto -dijo finalmente-. O sea que parece que manana a las ocho y cuarto de la noche recibiras el mensaje siguiente, ?no es asi?
Asenti.
– Pues esperemos a ver.
Volvio a meter el cigarrillo en el paquete.
– ?No te parece una locura?
Shauna se encogio de hombros.
– No se que decirte -contesto.
– ?Por que?
– Pues porque hay varias posibilidades que pueden explicar lo que acabas de decirme.
– Que estoy loco, entre ellas.
– Si, claro, esta es contundente. Pero ?de que servira que elaboremos hipotesis para desmentirlo? Supongamos que es verdad. Supongamos que ves lo que dices haber visto y que Elizabeth sigue viva. Si estamos en un error, no tardaremos en saberlo. Si es verdad… -fruncio el ceno, se quedo pensativa y movio negativamente la cabeza-. ?Oh, Dios mio, ojala sea verdad!
La mire con una sonrisa.
– Te quiero, ya lo sabes.
– Si -dijo-, a mi todo el mundo me quiere.
Al llegar a casa me servi una ultima copa. Tome un buen sorbo y deje que el licor siguiera su camino hacia destinos que yo conocia muy bien. Si, bebo. Pero no soy un borracho. No quiero disculparme. Se que coqueteo con el alcoholismo. Se tambien que coquetear con el alcoholismo es mas o menos tan peligroso como coquetear con la hija menor de edad de un bandido. Pero hasta la fecha, el coqueteo no ha desembocado en la copula. Se lo suficiente para estar convencido de que esto no durara.
De regreso a casa, me dirigi a la habitacion procurando no hacer ruido.
Cogi el telefono y marque el numero. Lowell tenia movil. Si ya estaba durmiendo, podia estar desconectado.
Respondio al tercer timbrazo:
– ?Que tal, doctor Beck?
El tono de voz era tenso. Observe tambien que ya no me llamaba doc.
– ?Por que no me ha vuelto a llamar? -pregunte.
– Estaba haciendose tarde -dijo- y he pensado que hablaria con usted manana por la manana.
– ?Por que me pregunto por Sarah Goodhart?
– Manana -dijo.
– ?Como dice?
– Es tarde, doctor Beck. Ya no estoy de servicio. Ademas, esto es algo que prefiero tratar personalmente con usted.
– ?No puede por lo menos adelantarme…?
– ?Estara usted en la clinica manana por la manana?
– Si.
– Pues ire a verle.
Y de manera educada, pero decidida, me deseo buenas noches y seguidamente se esfumo. Mire el telefono y me dije que no entendia nada de todo aquello.
Quedaba descartado dormir. Dedique gran parte de la noche a navegar por la red y visite panoramicas callejeras de diversas ciudades con la esperanza de descubrir la que buscaba. Era como buscar una aguja de alta tecnologia en ese pajar que es el mundo.
En un determinado momento deje de buscar y me deslice bajo las mantas. La paciencia es parte integrante de la condicion de medico. Me dedico continuamente a hacer pruebas a ninos cuyas consecuencias son susceptibles de alterar su vida, cuando no de poner fin a la misma, y de decirles a ellos y a sus padres que esperen los resultados. No tienen opcion. Tal vez cabia decir lo mismo de la situacion en la que me encontraba. En aquel momento tenia delante muchas variables. Tal vez al dia siguiente, cuando entrase en Bigfoot con el nombre de usuario Calle del Murcielago y la contrasena Adolescencia, podria enterarme de mas cosas.
Me quede un momento con los ojos fijos en el techo. Despues mire a mi derecha. Alli habia dormido Elizabeth. Yo siempre me dormia antes que ella. Solia quedarme asi como estaba en ese momento, a su lado, mirandola mientras ella leia un libro, su rostro de perfil totalmente absorto en la lectura. Era la ultima imagen que veia antes de que se me cerraran los ojos y me deslizara en el sueno.
Despues me di la vuelta y mire hacia el otro lado.
A las cuatro de la madrugada Larry Gandle dejo vagar la mirada por encima de los rizos rubio platino de Eric Wu. Wu era increiblemente disciplinado. Cuando no estaba enfrascado en sus proezas fisicas, estaba delante de la pantalla de un ordenador. El color de su piel habia cobrado un tinte enfermizo de un blanco azulado despues de las miles de navegaciones por la red, pero su fisico seguia siendo compacto como el hormigon.
– ?Y bien? -dijo Gandle.
Wu se quito los auriculares de las orejas y plego sobre el pecho aquellos brazos suyos que eran como columnas de marmol.
– Estoy hecho un lio -contesto.
– Cuentame.