– ?Utilizo su mujer alguna vez el nombre Sarah Goodhart? -pregunto Carlson.
– ?A que se refiere cuando dice utilizar?
– A si alguna vez dijo: «?Hola, soy Sarah Goodhart!» o si se saco algun documento con este nombre o si se registro con el en las paginas calientes del sitio que fuese.
– No -dije.
– ?Esta seguro?
– Si.
– ?De veras?
– Si.
– ?No necesita otro catalizador?
Me ergui en la silla y decidi hacer una exhibicion de energia.
– No me gusta su actitud, agente Carlson.
Volvio a su rostro aquella sonrisa de dentifrico, aunque como hibrido cruel de su forma anterior. Levanto la mano y dijo:
– Perdone usted, tiene razon, he cometido una falta de educacion.
Miro a su alrededor como si pensara en lo que habia de decir a continuacion. Espere.
– ?Pego usted alguna vez a su mujer, doc?
La pregunta me cayo como un trallazo.
– ?Como?
– ?Como? ?Se escandaliza acaso? ?No le gusta pegar a las mujeres?
– ?Que dice? ?Esta loco?
– ?Cuanto cobro de los seguros cuando murio su esposa?
Me quede helado. Le mire a los ojos y despues mire a Stone. Los dos eran totalmente opacos. Me parecia increible lo que estaba oyendo.
– Pero bueno, ?quieren decirme que es esto?
– Limitese a contestar la pregunta. A menos, por supuesto, que haya algo que no quiera decirnos.
– No es ningun secreto -dije-. Era una poliza de doscientos mil dolares.
Stone solto un silbido.
– ?Doscientos de los grandes porque se te muere la mujer? Oye, Nick, ?donde apuntan para eso?
– Es un seguro de vida muy alto para una mujer de veinticinco anos.
– Su primo estaba empezando a trabajar en State Farm -dije, notando que mis palabras se atropellaban y se montaban una sobre otra, pero lo bueno del caso era que, aunque yo no habia hecho nada censurable, o por lo menos no lo que ellos pensaban, empezaba a sentirme culpable. Era una sensacion extrana. Me notaba las axilas humedas de sudor-. Mi mujer queria ayudarlo. Por eso suscribio esa poliza tan importante.
– Todo un detalle de su parte -dijo Carlson.
– No se le puede negar -se sumo Stone-. La familia es una cosa muy importante, ?no cree?
No dije nada. Carlson volvio a sentarse en el angulo de la mesa. De su rostro habia vuelto a desaparecer la sonrisa.
– Mireme, doc.
Lo mire. Sus ojos trepanaron los mios. Consegui sostener la mirada, pero me costo un esfuerzo improbo.
– Conteste mi pregunta esta vez -dijo lentamente-. Y no se sorprenda ni se sienta insultado. ?Pego usted alguna vez a su mujer?
– No, nunca -dije.
– ?Ni una vez siquiera?
– Ni una vez siquiera.
– ?Ni un empujon siquiera?
– No, nunca.
– ?No la ataco nunca de alguna forma en un momento de enfado? ?Que quiere que le diga? Lo hemos hecho todos, doc. Un sopapo que se te escapa… No es ningun crimen. Es algo natural en cuestiones de corazon, ya sabe a que me refiero.
– Jamas en la vida pegue a mi mujer -dije-. No le di nunca ningun empujon, no le di nunca ninguna bofetada, no la ataque de ningun modo movido por la ira. ?Nunca!
Carlson miro a Stone.
– ?Te basta con esto, Tom?
– Por supuesto, Nick. Acaba de decir que no le pego nunca y a mi me basta con esto.
Carlson se rasco la barbilla.
– A menos que…
– ?A menos que que, Nick?
– A menos que pueda ofrecer al doctor Beck otro catalizador.
Los ojos de los dos volvieron a clavarse en mi. La respiracion me resonaba en los oidos, trabajosa e irregular. Me sentia aturdido. Carlson aguardo un momento antes de coger el gran sobre de papel manila. Se concedio un buen rato y desato parsimoniosamente el cordel con que estaba atado con sus dedos largos y elegantes y a continuacion levanto la solapa, alzo el sobre y dejo caer su contenido sobre la mesa.
– ?Que le parece esto como catalizador, doc?
Eran fotografias. Carlson las empujo hacia mi. Al mirarlas, senti que el agujero de mi corazon iba en aumento.
– ?Doctor Beck?
Clave los ojos en las fotos. Extendi los dedos con gesto inseguro y las toque.
Elizabeth.
Eran fotos de Elizabeth. La primera era una ampliacion de su rostro. Estaba de perfil y con la mano derecha se apartaba el cabello de la oreja. Tenia un ojo hinchado y amoratado. En el cuello, debajo de la oreja, tenia un corte profundo y mas magulladuras.
Parecia haber llorado.
En otra foto aparecia de cintura para arriba. La unica prenda que llevaba era el sujetador y senalaba con la mano una gran mancha que tenia en las costillas. Sus ojos tambien estaban bordeados de rojo. La luz era extranamente dura, como si el foco tratara de poner de relieve el cardenal y hacerlo mas evidente a la lente.
Habia tres fotos mas, todas tomadas desde diversos angulos y que presentaban diversas partes del cuerpo. En todas eran visibles otros cortes y moretones.
– ?Doctor Beck?
Levante bruscamente los ojos. Casi me sobresalto verlos en la habitacion. Sus expresiones eran neutras, pacientes. Mire a Carlson, despues a Stone, despues de nuevo a Carlson.
– ?Se figuran que esto se lo hice yo?
Carlson se encogio de hombros.
– Usted nos lo dira.
– Por supuesto que no.
– ?Sabe usted como se hizo su mujer estas contusiones?
– En un accidente de automovil.
Se miraron el uno al otro como si acabase de decirles que mi perro se me habia comido los deberes.
– Se pego un batacazo terrible -explique.
– ?Cuando fue eso?
– No lo recuerdo exactamente. Tres o cuatro meses antes… -las palabras se me atragantaron un momento- antes de morir.
– ?Fue al hospital?
– No, no creo.
– ?No cree?
– Yo no estaba con ella.
– ?Donde estaba usted?
– Estaba haciendo un taller de pediatria en Chicago. Me dijo lo del accidente cuando regrese.
– ?Cuanto tiempo tardo en decirselo?