impecable-. Y este es el agente especial Tom Stone.

Los dos hicieron fulgurar sus relucientes insignias. Stone, el mas bajo y arrugado de los dos, se subio bien los pantalones y me saludo con un movimiento de la cabeza. Al abrir la puerta trasera del Buick, dijo:

– ?Le importaria acompanarnos?

– Dentro de quince minutos me esperan mis pacientes -dije.

– Nos hemos ocupado de este extremo -puntualizo Carlson, indicandome la puerta con su largo brazo como quien muestra el premio al que puede aspirar el concursante en caso de acertar-. Tenga la bondad.

Me sente en la parte de atras. Carlson se puso al volante. Stone se comprimio en el asiento frontal de pasajero. Lowell no subio al coche. No nos movimos de Manhattan, pero el trayecto duro casi cuarenta y cinco minutos. Llegamos al centro comercial de Broadway, cerca de la calle Duane. Carlson detuvo el coche delante de un edificio de oficinas en el que se leia: 26 Federal Plaza.

El interior era el tipico de los edificios de oficinas. Hombres sorprendentemente bien trajeados se movian de un lado a otro con tazas de cafe de diseno. Tambien habia mujeres, pero en franca minoria. Entramos en una sala de juntas. Me invitaron a que me sentara, lo que hice enseguida. Me disponia a cruzar las piernas, pero no me parecio oportuno hacerlo.

– ?Pueden decirme que pasa? -inquiri.

Carlson, el bolo blanco, tomo la palabra.

– ?Le servimos algo? -me pregunto-. Hacemos el peor cafe del mundo, si le interesa probarlo.

Quedaban explicadas las tazas de diseno. Me sonrio. Yo tambien le sonrei.

– Es tentador, pero no, gracias.

– ?Y un refresco? ?Hay refrescos, Tom?

– ?Claro, Nick! Hay Coca, Sprite, lo que el doctor desee.

Volvieron a sonreir.

– No, estoy bien, gracias -dije.

– ?Snapple? -aventuro Stone.

Volvio a tirarse de los pantalones. Su estomago tenia una redondez que hacia dificil que no le resbalara nada que quisiera cenir a su cintura.

– Tenemos un monton de variedades diferentes.

A punto estuve de aceptar para terminar de una vez, pero acabe por declinar educadamente el ofrecimiento. Sobre la mesa, que era una especie de conglomerado revestido de formica, no habia mas que un gran sobre de papel manila. Como no sabia que hacer con las manos, las puse sobre la mesa. Stone avanzo a mi lado caminando como un pato y no se movio de alli. Carlson, que seguia llevando la voz cantante, se sento en el angulo y clavo en mi sus ojos.

– ?Que sabe de Sarah Goodhart? -pregunto Carlson.

No sabia que contestar, por lo que continue estudiando los diferentes aspectos de la situacion sin que se me ocurriera nada.

– ?Doc?

Levante la vista hacia el.

– ?Por que quiere saberlo?

Carlson y Stone intercambiaron una mirada rapida.

– En una investigacion que tenemos entre manos ha surgido el nombre de Sarah Goodhart -dijo Carlson.

– ?Que investigacion? -pregunte.

– Prefiero no entrar en detalles.

– No lo entiendo. Me gustaria saber que tengo que ver yo en todo esto.

Carlson se tomo todo el tiempo del mundo para soltar un suspiro. Lanzo una mirada a su rotundo companero y de pronto se esfumaron todas las sonrisas.

– Una cosa, Tom, ?hago, quiza, una pregunta complicada?

– No, Nick, creo que no.

– Yo tampoco -Carlson volvio sus ojos hacia mi-. Quiza a usted no le gusta mi forma de preguntar, doc. ?Es eso?

– Si, siempre encuentran peros en la practica, Nick -intervino Stone-. Ponen objeciones a la forma de preguntar.

– Asi es, Tom, asi es. Y despues anaden: «Voy a reformular la pregunta». Esto o alguna cosa parecida.

– Si, alguna cosa parecida.

Carlson me miro y dijo:

– Permitame que reformule la pregunta, pues: ?Le dice a usted algo el nombre de Sarah Goodhart?

Aquello no me gustaba ni pizca. No me gustaba la actitud de los dos hombres ni el hecho de que hubieran sustituido a Lowell ni que me acribillaran de aquel modo en aquella sala de juntas. Eran ellos quienes debian averiguar que significaba el nombre. No era tan dificil como eso. Bastaba con leer el nombre completo de Elizabeth y su domicilio. Pero opte por pisar con cuidado.

– El segundo nombre de mi mujer es Sarah -dije.

– El segundo nombre de mi mujer es Gertrude -dijo Carlson.

– ?Oh, Nick, vaya nombrecito!

– ?Cual es el segundo nombre de tu mujer, Tom?

– McDowd. Es un apellido.

– Me gusta esa costumbre. Eso de usar un apellido como segundo nombre. Es una manera de honrar a los antepasados.

– A mi tambien me gusta, Nick.

Los dos hombres dirigieron sus miradas hacia mi.

– ?Cual es su segundo nombre, doc?

– Craig -dije.

– Craig -repitio Carlson-. Perfecto, o sea que si yo le preguntase, por ejemplo… -hizo un gesto teatral con los brazos- si el nombre de Craig Dipwad le decia algo, usted me soltaria inmediatamente: «Mi segundo nombre es Craig», ?verdad?

Carlson volvio a fulminarme con los ojos.

– Supongo que no -conteste.

– Supongo que no. Entonces vamos a intentarlo de nuevo: ?le suena a usted el nombre Sarah Goodhart? ?Si o no?

– ?Se refiere a si lo he oido alguna vez?

– ?Por Dios! -exclamo Stone.

Carlson se puso rojo como un pimiento.

– ?Vaya, ahora hacemos ejercicios de semantica!, ?verdad, doc?

En esto tenia razon. Me estaba portando como un estupido. No hacia mas que dar palos de ciego y, ademas, aquella ultima linea del mensaje electronico -«No se lo digas a nadie»- no paraba de destellar en mi cabeza como un anuncio de neon. Me encontraba sumido en un mar de confusion. Tenian que saber forzosamente quien era Sarah Goodhart. Aquello no era mas que una prueba para ver si estaba dispuesto o no a colaborar. Eso era. Tal vez era eso. Pero ?en que iba a colaborar?

– Mi mujer vivio en Goodhart Road -dije. Los dos hombres retrocedieron un poco como si quisieran dejarme mas espacio y se quedaron con los brazos cruzados. Me habian conducido hasta un pozo de silencio en el que yo, tontamente, habia caido-. Por esto he dicho antes que el segundo nombre de mi mujer era Sarah. Al oir el nombre Goodhart he pensado en ella.

– ?Claro, porque su mujer vivio en Goodhart Road! -dijo Carlson.

– Si -volvi a decir.

– Lo encuentro perfectamente logico -dijo Carlson mirando a su companero-. ?No lo encuentras logico, Tom?

– Completamente -asintio Stone, dandose unas palmadas en el estomago-. No es que quisiera eludir la respuesta ni muchisimo menos. Simplemente, la palabra Goodhart ha actuado como catalizador.

– Ni mas ni menos. La palabra Goodhart le ha hecho pensar en su mujer.

Volvieron a mirarme. Pero esta vez me obligue a mantenerme callado.

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