topicos al uso, tales como «lo importante son las personas, la vida es preciosa, el materialismo esta sobrevalorado, lo que cuenta son las pequenas cosas, hay que vivir el momento…» podria repetirselos indefinidamente. Y usted podria escuchar, pero sin asimilar lo que yo le dijese. La tragedia llama a la puerta. La tragedia se queda grabada en el alma. Uno podra ser menos feliz, pero es mejor.

Lo mas ironico de todo es que he pensado muchas veces que ojala Elizabeth pudiera verme ahora. Pero por mucho que lo haya deseado, no creo que los muertos puedan observarnos ni creo en ninguna de las fantasias que nos forjamos para consolarnos. Creo que los muertos se van para siempre. No obstante, esto no me impide pensar: «quiza ahora yo sea digno de ella».

Un hombre mas religioso que yo podria preguntarse si es por eso por lo que ella ha vuelto.

Rebecca Schayes era una fotografa muy buena que trabajaba por su cuenta. Publicaban sus fotografias las revistas mas prestigiosas si bien, por extrano que parezca, estaba especializada en hombres. Hombres, por ejemplo, como los atletas profesionales que aceptaban aparecer en la cubierta de GQ, solian pedir que fuera ella quien hiciera la foto. Rebecca acostumbraba a decir en tono de broma que su especial habilidad para retratar cuerpos masculinos obedecia a que habia dedicado toda su vida a estudiarlos a fondo.

Encontre su estudio en la calle Treinta y dos Oeste, no lejos de Penn Station. El edificio era una especie de almacen espantoso que apestaba a los coches de caballos de Central Park que estaban alojados en la planta baja del edificio. Prescindi del montacargas y subi a pie la escalera.

Rebecca atravesaba a toda prisa el pasillo. La seguia un ayudante flaco, vestido de negro, con brazos como canas y un vello en la cara que parecia pintado a lapiz carbon. Arrastraba dos maletas de aluminio. Rebecca seguia teniendo los mismos pelos rebeldes como pinchos de cactus que yo le recordaba, una cabellera bravia que se retorcia furiosamente y que crecia a su aire. Tenia unos ojos verdes muy separados. Si habia cambiado en el curso de los ultimos ocho anos, yo no pude verlo.

Apenas redujo la marcha al verme.

– Llegas en mal momento, Beck.

– ?Mala suerte! -dije.

– Tengo sesion. ?No podemos dejarlo para mas tarde?

– No.

Se paro, murmuro algo al cenudo ayudante vestido de negro y dijo:

– De acuerdo. Ven.

Su estudio tenia el techo alto y las paredes de cemento pintadas de blanco. Habia muchos paraguas-pantalla, filtros negros y cables serpenteando por todas partes. Rebecca se puso a manipular un rollo de pelicula y a hacer como que estaba muy ocupada.

– Hablame del accidente de coche -dije.

– No lo entiendo, Beck -abrio un bote, lo dejo, volvio a taparlo, volvio a abrirlo-. Hace ocho anos que no nos vemos, ?verdad? Y ahora, de pronto, me sales con esta obsesion por un accidente de coche que ocurrio hace un monton de tiempo.

Me cruce de brazos en actitud de espera.

– ?Por que, Beck? Despues de tanto tiempo. ?A que vienen esas ganas de saber?

– Contestame.

Rebecca seguia rehuyendo la mirada. La cabellera indomita le tapaba la mitad de la cara, pero no se molestaba en apartarla.

– La echo de menos, Beck -dijo-. Y a ti tambien.

No le respondi.

– Te llame.

– Lo se.

– Trate de establecer contacto contigo. Queria estar a tu lado.

– Lo siento -dije.

Y era verdad. Rebecca habia sido la mejor amiga de Elizabeth. Habian compartido un piso cerca de Washington Square Park antes de que yo me casara con Elizabeth. Habria debido contestar a sus llamadas, invitarla, hacer algo. Pero no hice nada.

El dolor puede ser muy egoista.

– Elizabeth me dijo que habiais tenido un accidente de coche sin importancia -prosegui-. Por culpa de ella, segun me dijo. Aparto los ojos de la carretera. ?Es verdad?

– ?Que puede eso arreglar?

– Alguna cosa.

– ?Como?

– ?De que tienes miedo, Rebecca?

Ahora le toco a ella el turno de callarse.

– ?Hubo accidente o no?

Se le vencieron los hombros como si acabaran de segarle alguna cosa por dentro. Hizo unas cuantas inspiraciones profundas y mantuvo baja la cabeza.

– No lo se.

– ?Por que dices que no lo sabes?

– Tambien a mi me dijo que habia sido un accidente de coche.

– ?No ibas con ella?

– No, tu estabas fuera de la ciudad, Beck. Una noche, al llegar a casa, encontre a Elizabeth. Tenia todo el cuerpo magullado. Al preguntarle que le habia pasado, me dijo que habia tenido un accidente de coche y que, en caso de que alguien me hiciera alguna pregunta, dijese que el accidente habia sido con mi coche.

– ?Si alguien te hacia alguna pregunta?

Rebecca levanto por fin los ojos.

– Creo que se referia a ti, Beck.

Hice un esfuerzo para asimilar las palabras.

– ?Que ocurrio, en realidad?

– No me lo dijo.

– ?La llevaste a un medico?

– No me dejo -Rebecca me dirigio una mirada extrana-. Sigo sin saber nada. ?Por que me haces estas preguntas ahora?

«No se lo digas a nadie.»

– Solo porque quiero tener detalles mas precisos.

Asintio, pero vi que no se tragaba mis palabras. Ninguno de los dos era particularmente mentiroso.

– ?Sacaste fotos?

– ?Fotos?

– De las heridas que habia sufrido en el accidente.

– ?Dios, no! ?Por que iba a sacar fotos?

Una pregunta realmente logica. Me quede sentado reflexionando sobre todo aquello. No se cuanto rato.

– ?Beck?

– Si.

– Tienes muy mal aspecto.

– Tu no -dije.

– Estoy enamorada.

– Te sienta bien.

– Gracias.

– ?Es buen chico?

– No podria ser mejor.

– Entonces, quiza te merece.

– Quiza -echo hacia delante el cuerpo para besarme en la mejilla. Me agrado, me senti reconfortado-. Ha ocurrido algo, ?verdad?

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