las columnas de la Acropolis.

En el centro de la habitacion, el tapete verde de la mesa de ping-pong estaba descolorido y el verde era ahora un moderno color menta. La red estaba medio rota, recordaba las barricadas tras el ataque de los ejercitos franceses. Los remos tenian la madera astillada.

Sobre la mesa de ping-pong habia varias cajas de carton, muchas cubiertas de moho. Habia otras apiladas en un rincon. Dentro de los armarios, arrimados a la pared, habia ropa vieja. Pero no de Elizabeth. Shauna y Linda me habian hecho el favor de llevarse sus cosas. Supongo que fueron a parar a beneficencia. Pero en otros armarios habia un sinnumero de viejos cachivaches. Cachivaches de Elizabeth. No me habia sentido con animo de tirarlos, pero tambien me resistia a darlos a nadie. No se muy bien por que. Empaquetamos algunas cosas y las dejamos en el fondo del armario, con la esperanza de no volver a verlas en la vida…, pero sin decidirnos a desprendernos de ellas. Igual que ocurre con los suenos, supongo.

No sabia muy bien donde la habia metido, pero sabia que estaba alli. Me puse a mirar fotos viejas, tratando una vez mas de rehuirlas con la mirada. Tenia mucha practica en esto, aunque debo decir que, a medida que pasaba el tiempo, las fotografias cada vez me hacian menos dano. Ahora, cuando veia una imagen mia junto a Elizabeth en alguna Polaroid de tinte verdoso, me parecia contemplar la de unos desconocidos.

No soportaba hacer aquello.

Hurgue en las profundidades de la caja. Las yemas de los dedos encontraron algo cuyo tacto me recordo el fieltro. Lo saque y encontre el titulo del campeonato de tenis del instituto. Con sonrisa triste, me acorde de sus piernas morenas y de como le saltaban los pechos cuando corria hacia la red. En la pista se destacaba su rostro por la concentracion. Aqui era donde Elizabeth era imbatible. Sus golpes eran bastante aceptables, su servicio era francamente bueno, pero lo que situaba su liston muy por encima del de sus companeras era su capacidad de concentracion.

Aparte el titulo con cuidado y segui hurgando en el fondo. Y fue en el fondo donde encontre lo que buscaba.

Su agenda.

Despues del secuestro, la policia quiso verla. En fin, eso me dijeron. Rebecca los acompano al piso y ayudo a los agentes a localizarla. Supongo que querrian encontrar alguna pista, lo mismo que yo ahora pero cuando aparecio el cadaver con la letra K marcada, dejaron de buscar.

Me detuve a reflexionar sobre el asunto -sobre como se lo habian colgado todo bonitamente a KillRoy- y de pronto se colo una idea en mis reflexiones. Subi corriendo la escalera, me plante delante del ordenador y lo conecte. Busque la pagina en el Departamento de Penitenciarias de la ciudad de Nueva York. Encontre toneladas de material y, entre el mismo, el nombre y numero de telefono que buscaba.

Cerre y llame a la penitenciaria Briggs.

Era la prision bajo cuya custodia estaba KillRoy.

Cuando me respondio la cinta, pulse la extension adecuada y estableci el oportuno contacto. Despues de tres timbrazos, oi la voz de un hombro:

– El director adjunto Brown al habla.

Le dije que queria visitar a Elroy Kellerton.

– ?Usted quien es? -me pregunto.

– El doctor David Beck. Mi esposa, Elizabeth Beck, fue una de sus victimas.

– Ya comprendo -Brown titubeo-. ?Puedo preguntarle cual es el objeto de su visita?

– No.

Hubo otro silencio.

– Tengo derecho a visitarlo si el quiere verme -dije.

– Si, claro, pero se trata de una peticion que no es usual.

– Pese a todo la hago.

– El procedimiento normal es que su abogado se ocupe del asunto…

– No os necesario -le interrumpi. Me habia enterado a traves de la pagina web correspondiente de los derechos de las victimas y sabia, por tanto, que podia formular la peticion directamente. Bastaba con que Kellerton quisiera verme-. Quiero hablar con Kellerton y nada mas. Tienen unas horas de visitas, ?verdad?

– Si, las tenemos.

– Entonces, si Kellerton acepta, manana estare ahi. ?Hay algun problema?

– No, en absoluto. Si el acepta, no hay ningun problema.

Le di las gracias y colgue. Habia empezado a actuar y aquello me producia una sensacion sumamente agradable.

Tenia la agenda de Elizabeth en el escritorio, a mi lado y volvia a evitarlo, porque si una fotografia o una grabacion pueden remover recuerdos dolorosos, mucho mas aun los remueve la caligrafia de una persona, algo mucho mas personal. Las ampulosas mayusculas de Elizabeth, las energicas tildes de las letras «t», los excesivos bucles para conectar las letras, aquella tendencia de la escritura a ladearse hacia la derecha…

Pase una hora con ella. Elizabeth era minuciosa. No hacia muchas abreviaturas. Lo que mas me sorprendio fue comprobar lo bien que conocia a mi mujer. Todo estaba muy claro y no habia sorpresas. En realidad, unicamente encontre una cita que no comprendi.

Tres semanas antes de su muerte, habia una anotacion con solo dos letras: PF.

Y un numero de telefono sin el codigo de la zona.

Dados los detalles que acompanaban al resto de sus anotaciones, aquella me resultaba sumamente inquietante. No tenia ni idea de cual podia ser el codigo de la zona. Era una llamada que databa de ocho anos atras. Los codigos de zona se habian dividido y modificado de diferentes maneras durante aquellos anos.

Probe con el 201 y se desconecto automaticamente. Probe con el 973 y me respondio la voz de una anciana. Le dije que habia ganado una suscripcion al New York Post. Me dio su nombre y comprobe que ninguna de sus iniciales coincidia con las que yo buscaba. Probe con el 212, que correspondia al centro de la ciudad. Y cante bingo.

– Peter Flannery, abogado -me respondio una voz sonolienta.

– ?Puedo hablar con el senor Flannery?

– Esta en el Palacio de Justicia.

La voz habria podido sonar mas aburrida pero no sin que la interesada hubiera tomado somniferos. Habia mucho ruido de fondo.

– Quisiera pedir hora para entrevistarme con el senor Flannery.

– ?Es por el anuncio de la valla?

– ?El anuncio de la valla?

– ?Algun accidente?

– Si -dije-, pero no he visto ningun anuncio. Llamo por recomendacion de un amigo. Se trata de una negligencia medica. Entre con el brazo roto y ahora no lo puedo mover. He perdido mi trabajo. Y tengo dolores constantes.

Me dio hora para el dia siguiente por la tarde.

Volvi a dejar el telefono y frunci el ceno. ?Por que se habria puesto Elizabeth en contacto con un perseguidor de ambulancias como el tal Flannery?

Me sobresalto el sonido del telefono. Lo descolgue a la mitad del timbrazo.

– ?Diga? -pregunte.

Era Shauna.

– ?Donde estas? -me pregunto a su vez.

– En casa.

– Necesito que vengas inmediatamente -me dijo.

15

El agente Carlson miro a Hoyt Parker directamente a los ojos.

– Como usted sabra, ultimamente encontramos dos cadaveres en las proximidades del lago Charmaine.

Вы читаете No Se Lo Digas A Nadie
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату