llegar aproximadamente al dieciocho por ciento, se desvanecio y a los pocos segundos aparecio un aviso:
error – El nombre y la contrasena del usuario no figuran en nuestra base de datos.
– Prueba otra vez -dijo Shauna.
Lo hice. Aparecio el mismo mensaje de error. Lo que me decia el ordenador era que no existia ni siquiera la cuenta.
?Que significaba aquello?
No tenia ni la mas minima idea. Quise averiguar por que me decia el ordenador que no existia aquella cuenta.
Comprobe la hora. Eran las ocho, trece minutos y treinta cuatro segundos de la tarde.
«La luna del beso.»
?Seria que la cuenta, como el vinculo del dia anterior, ya no existia? Reflexione una vez mas sobre el asunto. Era posible, por supuesto, pero no probable.
Shauna, como si leyera mis pensamientos, dijo:
– Quiza habria que esperar hasta las ocho quince minutos.
Asi pues, probe de nuevo a las ocho quince minutos. Y a las ocho y dieciocho. Y a las ocho y veinte.
Nada, salvo el mismo aviso de error.
– Eso es que los federales tiran del hilo -dijo Shauna.
Negue con la cabeza, sin decidirme todavia a renunciar.
Volvia a temblarme la pierna. Shauna la freno con la mano mientras utilizaba la otra para contestar al movil. Se puso a vociferar a alguien que estaba al otro extremo del hilo. Mire el reloj. Probe otra vez. Nada. Dos veces mas. Nada.
Ya eran las ocho y media pasadas.
– Se habra… retrasado -dijo Shauna.
Frunci el ceno.
– Cuando la viste ayer -aventuro Shauna- no pudiste averiguar donde se encontraba, ?verdad?
– No.
– Por tanto, a lo mejor esta en una zona horaria diferente -dijo Shauna-. Tal vez se haya retrasado por eso.
– ?Una zona horaria diferente? -volvi a fruncir el ceno.
Shauna se encogio de hombros.
Aguardamos una hora mas. Shauna no pronuncio ni una vez siquiera el consabido «ya te lo dije», lo cual hablaba en su favor. Pasado un momento, poniendome la mano en la espalda, dijo:
– Oye, se me ocurre una idea.
Me volvi hacia ella.
– Voy a esperar en la habitacion de al lado -dijo-. Puede ser una ayuda.
– ?Por que lo dices?
– Mira, si esto fuera una pelicula, este seria el momento en que yo, harta de tus tonterias, salgo como una tromba de la habitacion justo cuando ?bingo! aparece el mensaje, ?sabes? O sea que tu eres el unico que lo ves y todo el mundo se figura que estas como una chota. Es como lo de Scooby-Doo cuando solo el y Shaggy ven el fantasma y nadie cree lo que dicen.
Me quede pensativo un momento.
– Vale la pena probar -dije.
– Bien, entonces me voy un rato a la cocina y espero. Tomate el tiempo que quieras. Y cuando aparezca el mensaje, pegas un grito.
Se levanto.
– Me sigues la corriente, ?verdad? -le dije.
Shauna se quedo un momento meditando sobre mis palabras.
– Tal vez.
Y despues salio de la habitacion. Me volvi hacia la pantalla. Y espere.
18
– Nada -dijo Eric Wu-, Beck sigue probando pero lo unico que recibe es un mensaje de error.
Larry Gandle ya iba a hacerle otra pregunta cuando oyo el arranque del ascensor. Miro el reloj.
Rebecca Schayes llegaba a la hora prevista.
Eric Wu se aparto del portatil y miro a Larry Gandle con ojos capaces de hacer retroceder a cualquiera. Gandle saco el arma, esta vez una nueve milimetros. Por si acaso. Wu fruncio el ceno. Desplazo su humanidad hasta la puerta y apago la luz.
Esperaron en la oscuridad.
Veinte segundos despues, el ascensor se detenia en la planta.
Rebecca Schayes raras veces pensaba en Elizabeth y en Beck. Despues de todo, habian transcurrido ocho anos. Sin embargo, las cosas que habian ocurrido aquella manana habian removido sensaciones que tenia adormecidas en su interior desde hacia mucho tiempo. Sensaciones inquietantes.
Sensaciones relacionadas con «el accidente de automovil».
Despues de todos aquellos anos, Beck habia acabado por preguntar.
Ocho anos atras, Rebecca estaba preparada para contarselo todo. Pero Beck, entonces, no habia respondido a sus llamadas. A medida que transcurria el tiempo y despues de aquella detencion, Rebecca habia considerado que lo mejor era no desenterrar el pasado. Solo habria conseguido angustiar mas a Beck. Y despues de la detencion de KillRoy, le parecia inoportuno.
Pero la sensacion inquietante, la sensacion de que las contusiones que habia sufrido Elizabeth en «el accidente de automovil» eran precursoras en cierto modo de su asesinato, seguia planeando en sus pensamientos pese a no contar con ninguna pista. Es mas, aquella sensacion inquietante le producia la angustia de pensar que si ella, Rebecca, hubiera insistido, insistido de verdad, en descubrir que habia detras de aquel «accidente de coche», tal vez -no podia aventurarse a decir otra cosa- habria salvado a su amiga.
A pesar de todo, aquella angustia se fue sosegando con el paso del tiempo. Al fin y al cabo, aunque Elizabeth habia sido su amiga, sabia que acabaria por superar su muerte. Hacia tres anos que Gary Lamont habia entrado en su vida y la habia cambiado por completo. Si, Rebecca Schayes, la fotografa bohemia de Greenwich Village, se habia enamorado de un agente de bolsa de Wall Street que nadaba en dinero, se habia casado con el y se habian instalado en un lujoso piso de un rascacielos del Upper West Side.
Es curioso ver las vueltas que da la vida.
Rebecca entro en el montacargas y cerro la verja corredera. La luz estaba apagada, cosa muy insolita en aquel edificio. El ascensor inicio la ascension hacia la planta del estudio con un matraqueo que retumbaba en la piedra del edificio. Por la noche, a veces oia relinchar a los caballos, pero en aquel momento estaban en silencio. En el aire se mezclaba el olor a heno con otro olor fetido.
Le gustaba estar sola en el estudio por la noche, aquella manera que tenia la soledad de fundirse con los ruidos nocturnos de la ciudad que la hacia sentirse mas artista.
Sus pensamientos retrocedieron a la conversacion que habia sostenido la noche anterior con Gary. Este le habia dicho que tenia deseos de dejar Nueva York y que asi podrian irse a vivir a una casa mas espaciosa en Sands Point, Long Island, donde el se habia criado. La idea de mudarse a «las afueras» la horrorizaba. No era solo por amor a la ciudad sino porque sentia que, si la abandonaba, traicionaria sus raices bohemias. Tenia la sensacion de que se convertiria en lo que habia jurado no ser nunca: una mujer como su madre y como la madre de su madre.
El ascensor se detuvo. Se abrio la puerta y salio al pasillo. Todas las luces estaban apagadas. Se echo el cabello hacia atras y se lo recogio en una cola de caballo. Miro el reloj. Eran casi las nueve. El edificio estaba vacio. Por lo menos de seres humanos.
Los taconazos de sus pisadas resonaron en el frio cemento. Era un hecho -aunque a Rebecca le costaba admitirlo porque se sentia bohemia- que, cuanto mas pensaba en ello, mas convencida estaba de que deseaba