tener hijos y de que la ciudad era el peor sitio para criarlos. Los ninos necesitan jardin, columpios, aire puro y…

Justo en el momento en que introdujo la llave en la cerradura y abrio la puerta de su estudio, Rebecca Schayes tomo una decision, una decision que, sin duda alguna, habria encantado a Gary, el agente de bolsa que tenia por marido. Entro y acciono el interruptor de la luz.

Y entonces descubrio la insolita figura del asiatico.

Por un instante, el hombre se limito a mirarla fijamente. Una mirada que le helo la sangre. Luego el asiatico se hizo a un lado, se situo detras de ella y le descargo un punetazo en la base de la columna vertebral.

Fue como si acabasen de golpearle los rinones con un mazo.

Rebecca cayo desplomada de rodillas. El hombre le sujeto el cuello con dos dedos y le presiono un punto. Los ojos le hicieron chiribitas. Con la mano que tenia libre, el hombre le hundio, debajo de la caja toracica, unos dedos que eran como picos para romper hielo. Los dedos se pararon al llegar al higado y Rebecca tuvo la sensacion de que los ojos le saltaban de las cuencas. Jamas habria podido imaginar dolor mas intenso. Quiso gritar, pero de su garganta solo se escapo un grunido ahogado.

Desde el otro extremo de la habitacion llego hasta ella, a traves de la niebla que tenia ante sus ojos, la voz de otro hombre.

– ?Donde esta Elizabeth? -le pregunto.

Fue la primera vez que se lo pregunto.

Pero no la ultima.

19

Plantado delante del maldito ordenador, comence a beber como un loco. Intente, a traves de una docena de procedimientos diferentes, entrar en la pagina. Use el Explorer y despues el Netscape. Vacie la memoria cache y volvi a cargar las paginas, me desconecte del servidor y volvi a conectarme otra vez.

Pero no. Seguia recibiendo el mensaje de error.

A las diez, Shauna volvio a entrar en mi cubil. La bebida le habia encendido las mejillas. Yo debia de tenerlas igual de encendidas, imagino.

– ?No ha habido suerte?

– Vete a casa -dije.

Asintio con un gesto.

– Si, creo que sera lo mejor.

A los cinco minutos llego la limusina. Shauna camino tambaleandose hasta el bordillo. El bourbon y el rolling rock le salian por las orejas. Como a mi.

Shauna abrio la puerta y se volvio.

– Oye una cosa, ?no tuviste nunca la tentacion de enganarla? Me refiero a cuando estabas casado.

– No -respondi.

Shauna, contrariada, hizo unos movimientos con la cabeza.

– Pues no sabes que es arruinarse la vida.

Le di las buenas noches con un beso y me meti dentro. Segui con los ojos clavados en la pantalla como si en ella se encerrara algo sagrado. Pero no se produjo ningun cambio.

Unos minutos mas tarde Chloe se me acerco lentamente y restrego en mi mano su hocico humedo. A traves de la selva que era su pelo nuestros ojos se encontraron y habria podido jurar que la perra comprendio lo que yo sentia. No soy de los que atribuyen rasgos humanos a los perros, en parte porque seria rebajarlos, pero estoy convencido de que tienen un entendimiento basico de lo que sienten sus homologos desde el punto de vista antropologico. Dicen que los perros huelen el miedo. ?Por que cuesta tanto creer que huelen tambien la alegria, la ira o la tristeza?

Sonrei a Chloe y le acaricie la cabeza. Me puso la pata en el brazo en un gesto reconfortante.

– ?Quieres ir a dar un paseo, carino? -le pregunte.

La respuesta de Chloe fue ponerse a saltar como una artista del circo pero de forma mucho mas acelerada. Como ya he dicho, son las pequenas cosas las que cuentan.

El aire de la noche me cosquilleo los pulmones. Trate de concentrarme en Chloe, en su andar retozon, en el nerviosismo del rabo, pero me sentia alicaido. No es que emplee a menudo la palabra alicaido, pero ahora me parecia la adecuada.

No me habia tragado del todo la hipotesis demasiado facil de los trucos de la fotografia digital que habia querido venderme Shauna. Sabia que se puede manipular una fotografia e incorporarla a un video. Sabia que habia otras personas que podian estar enteradas de lo que significaba la hora del beso. Sabia que se podia conseguir incluso que unos labios se movieran para pronunciar la frase: «Lo siento», Como sabia tambien que mi misma ansiedad podia contribuir a prestar realismo a aquella ilusion y a hacerme mas receptivo a aquella anagaza.

Y lo que era todavia mas cierto: la hipotesis de Shauna era infinitamente mas racional que la mia, que presuponia nada menos que Elizabeth habia regresado de la tumba.

A pesar de todo, habia dos cosas que echaban por los suelos buena parte de aquellas verdades. En primer lugar, yo no soy de los que dejan volar la fantasia. Soy un tipo terriblemente aburrido con los pies sobre la tierra. En segundo lugar, la ansiedad podia enturbiar mis razonamientos y la fotografia digital hacer todo lo demas.

Todo si, pero no aquellos ojos…

Sus ojos. Los ojos de Elizabeth. Me dije que no era posible modificar un video digital introduciendole datos de viejas fotografias. Aquellos ojos eran los de mi mujer. ?Mi mente racional podia tener aquella certeza? No, era evidente. No estoy loco. Pero despues de lo que habia visto y de todas las preguntas que me planteaba, casi habia descartado la demostracion del video que me habia hecho Shauna. Volvi a entrar en casa todavia convencido de que recibiria un mensaje de Elizabeth.

No sabia que pensar. Seguramente el alcohol que habia ingerido contribuia lo suyo en mi actitud.

Chloe se paro para dedicarse a un prolongado olisqueo. Espere junto a un farol mientras contemplaba mi sombra alargada.

«La hora del beso.»

Chloe ladro a un movimiento que acababa de producirse en la maleza. De pronto irrumpio una ardilla en plena calle. Chloe gruno y fingio que se lanzaba en su persecucion. La ardilla se detuvo y se volvio hacia nosotros. Chloe lanzo un ladrido cuyo significado era: «?Si no estuviera sujeta con la correa, verias tu!». Pero era una baladronada. Chloe era mas inofensiva que un perro de felpa.

«La hora del beso.»

Incline la cabeza como hace Chloe cuando oye un ruido desconocido. Pense de nuevo en las imagenes de la pantalla del ordenador… y pense tambien en todas las molestias que se habia tomado quien fuese para mantener secreto el asunto. Pense en el mensaje electronico sin firmar donde se me pedia que pulsara el raton en el hipervinculo a «la hora del beso». Y pense en el segundo mensaje electronico donde se abria una nueva cuenta a mi nombre.

«Vigilan…»

Habia quien se molestaba y mucho en mantener secretas aquellas comunicaciones.

«La hora del beso…»

Si alguien… en fin, si Elizabeth hubiera querido enviarme un mensaje, ?por que no me telefoneaba o, simplemente, por que no me enviaba directamente un mensaje electronico? ?Por que tenia que hacerme saltar tantos obstaculos?

La respuesta era evidente: el secreto. Alguien, no quiero volver a nombrar a Elizabeth, queria guardar el secreto.

Y si uno tiene un secreto, de este hecho se desprende que quiere que lo sea para alguien. Y que ese alguien vigila o investiga o trata de encontrarte. O esto o que uno es un paranoico rematado. En otras circunstancias me

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