un minuto.
No exteriorizo ninguna reaccion al oir mi nombre. Saco una llave y abrio la puerta.
– ?Por que no pasa a mi despacho?
– Gracias.
Lo segui a lo largo de un pasillo. Harper iba accionando conmutadores de luz a su paso. Los fluorescentes del techo cobraban vida rezongando uno tras otro. El suelo estaba recubierto de linoleo lleno de aranazos. El sitio tenia menos de establecimiento funebre que de despacho impersonal de un medico, pero tal vez esta era la intencion. Nuestros pasos levantaban ecos que se confundian con el zumbido de las luces como marcando el ritmo. Harper recogio un monton de cartas, que fue clasificando mientras caminabamos.
El despacho privado de Harper se caracterizaba por la misma austeridad. Su mesa era metalica, parecida a la de los maestros de las escuelas primarias. Las sillas eran de madera barnizada, rigurosamente funcionales. En la pared habia colgados varios diplomas. Habia estudiado, como yo, en la facultad de Medicina de Columbia, pero veinte anos antes. No se veian fotos de familia, ni trofeos de golf, ni impresos plastificados, ni nada personal. No estaba previsto que los visitantes de aquel despacho se entretuvieran en agradable chachara. Lo ultimo que esperaban ver en un sitio como aquel eran los sonrientes rostros de los nietos del medico.
Entrelazando los dedos sobre la mesa, Harper dijo:
– ?Que puedo hacer por usted, doctor Beck?
– Hace ocho anos que trajeron aqui a mi esposa -comence a decir-. Fue victima de un asesino en serie conocido con el nombre de KillRoy.
No me tengo por particularmente sagaz en lo que a leer rostros se refiere. Las miradas a los ojos no han sido nunca mi fuerte. Para mi cuenta muy poco el lenguaje corporal. Pero, mientras observaba a Harper, no pudo por menos de sorprenderme que un inspector medico avezado, un hombre familiarizado con la muerte, palidecieras de aquel modo.
– Lo recuerdo -dijo en voz baja.
– ?Fue usted quien hizo la autopsia?
– Si. Bueno, en parte.
– ?En parte?
– Si. Tambien participaron las autoridades federales. Trabajamos juntos en el caso, aunque como el FBI no tiene forenses fuimos nosotros los que dirigimos las investigaciones.
– Concedame un minuto y digame que vio cuando le trajeron el cadaver -pregunte.
Harper se agito en el asiento.
– ?Puedo preguntarle por que quiere saberlo?
– Soy el marido de la victima.
– Fue algo que ocurrio hace ocho anos.
– Cada victima lleva las cosas a su manera, doctor.
– Si, de eso estoy seguro, pero…
– Pero ?que?
– Que me gustaria saber que es lo que quiere usted.
Opte por tomar la via directa.
– ?Sacan ustedes fotos de todos los cadaveres que pasan por aqui?
Vacilo. Me di perfecta cuenta. Y como el se dio cuenta de que yo me daba cuenta, carraspeo.
– Si. En la actualidad nos servimos de la tecnologia digital. Dicho en otras palabras, de una camara digital. Esto nos permite almacenar en un ordenador las fotos y las diferentes imagenes. Es util tanto para el diagnostico como para la catalogacion.
Asenti sin dar importancia a lo que me decia. Hablaba por hablar. Cuando callo, intervine:
– ?Tomo fotografias de la autopsia de mi mujer?
– Si, por supuesto. Pero… ?cuanto tiempo hace que, segun usted, ocurrio?
– Ocho anos.
– Entonces debimos sacar Polaroids.
– ?Donde estan ahora esas Polaroids, doctor?
– En los archivos.
Eche una ojeada a un imponente archivador colocado en un rincon. Parecia un centinela.
– Aqui no -se apresuro a anadir-. El caso de su esposa esta cerrado. Atraparon al asesino y lo condenaron. Por otra parte, el hecho ocurrio hace mas de cinco anos.
– ?Donde se supone que estan los archivos, pues?
– Almacenados en un deposito especial. En Layton.
– Me gustaria ver las fotografias, si es posible.
Garrapateo una nota e indico con un gesto de la cabeza el trozo de papel.
– Hare lo posible.
– ?Doctor?
Levanto la vista.
– Ha dicho que recuerda a mi mujer.
– Pues si, me refiero a que la recuerdo mas o menos. Aqui no hay muchos asesinatos y menos tan especiales como aquel.
– ?Recuerda el estado de su cuerpo?
– En realidad, no. Me refiero a que no recuerdo detalles.
– ?Recuerda a la persona que la identifico?
– ?No fue usted?
– No.
Harper se rasco la sien.
– Fue su padre, ?no?
– ?Recuerda cuanto rato tardo en identificarla?
– ?Cuanto rato?
– Si. ?Fue inmediatamente? ?Tardo unos minutos? ?Cinco minutos, diez?
– Realmente, no sabria decirle.
– Segun acaba usted de decir, fue un caso muy especial.
– Si.
– ?El mas especial de todos los casos en que usted ha intervenido, quiza?
– Hace unos anos tuvimos aquel caso tan sonado del asesinato del repartidor de
– Pero usted no recuerda si su padre tuvo problemas para identificar el cadaver.
Aquello no le gusto.
– Doctor Beck, con el debido respeto quisiera decirle que no veo a adonde quiere ir a parar.
– Soy el marido agraviado y estoy haciendole unas preguntas de lo mas elementales.
– Me refiero al tono con que las hace -dijo-. Me parece hostil.
– ?No le parece el adecuado?
– ?Que diablos quiere decir con eso?
– ?Como supo que mi mujer habia sido victima de KillRoy?
– No se.
– ?Por que intervinieron los federales?
– Habia unas senales que permitian la identificacion…
– ?Se refiere a que la habian marcado con la letra K?
– Si.
De pronto todo venia rodado y me sentia muy a gusto.
– Asi pues, la policia la traslado aqui, usted la examino y descubrio la letra K…
– No, la policia estaba aqui. Me refiero a las autoridades federales.
– ?Antes de que trajeran el cadaver?
Dirigio los ojos hacia arriba como quien trata de recordar o de inventar.
– O inmediatamente despues. No lo recuerdo.