– Anda, callate y besame.

Sono el zumbador de la planta baja. Linda miro a Shauna y esta se encogio de hombros. Linda pulso el boton del interfono y dijo:

– ?Si?

– ?Linda Beck?

– ?Quien es?

– Soy el agente especial Kimberly Green de la Oficina Federal de Investigacion. Me acompana el agente especial Rick Peck. Nos gustaria subir y hacerles unas preguntas.

Shauna se inclino sobre Linda antes de que esta tuviera tiempo de responder.

– Nuestra abogada es Hester Crimstein -grito a traves del interfono-. Hablen con ella.

– Ustedes no son sospechosas de ningun delito. Solo queremos hacerles unas preguntas…

– Hester Crimstein -le corto Shauna-, seguro que tiene su numero de telefono. Que usted lo pase muy bien.

Shauna solto el boton y Linda la miro.

– ?Que demonios significa esto?

– Tu hermano esta en apuros.

– ?Como?

– Sientate -dijo Shauna-. Tenemos que hablar.

Raisa Markov, la enfermera que cuidaba del abuelo del doctor Beck, respondio a los energicos golpes de la puerta. Los agentes especiales Carlson y Stone, que habian pasado a trabajar en colaboracion con los detectives del Departamento de Policia de Nueva York Dimonte y Krinsky, le tendieron un papel.

– Orden federal -le anuncio Carlson.

Raisa se hizo a un lado sin manifestar reaccion alguna. Se habia criado en la Union Sovietica y la agresion policial no la afectaba en lo mas minimo.

Ocho de los hombres de Carlson irrumpieron en la casa de Beck y se desplegaron a traves de ella.

– Quiero un video de todo -grito Carlson-. ?No admito errores!

Se movian deprisa con la esperanza de adelantarse, por poco que fuese, a Hester Crimstein. Carlson sabia que Crimstein, como hacia mas de un sagaz abogado defensor en aquella era post-OJ, se agarraba a la incompetencia policial y/o a su falta de etica como a un clavo ardiendo. * Carlson, experto agente de la ley por derecho propio, no iba a permitir que alli ocurriera tal cosa. Cada paso, cada movimiento, cada suspiro serian documentados y corroborados.

La primera vez que Carlson y Stone irrumpieron en el estudio de Rebecca Schayes, a Dimonte no le gusto ni pizca encontrarselos. Se habian producido las actitudes chulescas habituales entre policias locales y federales. Son pocas las cosas capaces de unir el FBI con las autoridades locales y menos aun en una ciudad grande como Nueva York.

Pero Hester Crimstein era una de esas cosas.

Los dos bandos sabian que Crimstein era maestra en el arte de confundirlo todo y que perseguia la publicidad. Todo el mundo estaria expectante. Nadie tenia ganas de meter la pata. En aquel caso esto era la fuerza motora. Asi que forjaron una alianza con la misma confianza mutua que anima un apreton de manos palestino-israeli porque, en definitiva, los dos bandos sabian que era preciso actuar con rapidez para reunir pruebas suficientes y esgrimirlas…, antes de que Crimstein tuviera tiempo de enturbiar las aguas.

Los federales habian conseguido la orden de registro. Para ellos, era tan simple como cruzar Federal Plaza hasta el Tribunal Federal del distrito sur. En cuanto a Dimonte y a los agentes del Departamento de policia de Nueva York, deberian acudir al tribunal del condado de Nueva Jersey, lo que no dejaba de ser mucho tiempo con Hester Crimstein pisandoles los talones.

– ?Agente Carlson!

El grito venia de la esquina de la calle. Carlson salio inmediatamente con Stone caminando como un pato detras de el. Junto al bordillo habia un joven agente federal al lado de un contenedor de basuras abierto.

– ?Que pasa? -pregunto Carlson.

– Quiza no tiene importancia, pero… -el joven agente le indico con el dedo lo que parecian ser un par de guantes de goma.

– Recojalos y metalos en una bolsa -dijo Carlson-. Quiero un examen de residuos inmediatamente -Carlson echo una mirada a Dimonte. Habia llegado el momento de cooperar… aunque esta vez fuera por la via de la competencia-. ?Cuanto tardara el laboratorio en hacer el analisis?

– Un dia -respondio Dimonte. Llevaba un palillo en la boca que masticaba con especial ahinco-. Tal vez, dos.

– Malo, pues. Tendremos que enviar las muestras por avion a nuestro laboratorio de Quantico.

– Y rapido, ademas -le espeto Dimonte.

– Acordamos que lo hariamos por la via mas rapida posible.

– Lo mas rapido es no moverse de aqui -dijo Dimonte-. Yo me ocupo de esto.

Carlson asintio. Habia surtido el efecto deseado. Si uno queria que los policias locales dedicaran la prioridad maxima al caso, lo mejor que se podia hacer era amenazarlos con quitarselo de las manos. Despertar el ansia de competir. Lo bueno era competir.

Media hora mas tarde oyeron otra exclamacion. Esta vez venia del garaje. Acudieron al momento.

Stone solto un silbido y Dimonte se quedo estupefacto. Carlson se agacho para examinar la cosa mas de cerca.

Debajo de unos periodicos, metida en un cubo para el reciclaje, habia una pistola de nueve milimetros. Les basto con olisquearla ligeramente para saber que hacia muy poco que alguien la habia utilizado.

Stone se volvio a Carlson. Procuro que no se le notase mucho la sonrisa.

– Cogela -dijo Stone en voz baja.

Carlson no replico nada. Observo como el tecnico guardaba el arma en una bolsa. Y despues, tras reflexionar un momento sobre todo lo ocurrido, empezo a fruncir el entrecejo.

23

La llamada de urgencia de mi busca se referia a TJ. Se habia lastimado el brazo con la jamba de una puerta. Para la mayoria de ninos, el accidente solo significaba una rociada de Bactine, un farmaco que escocia de lo lindo; para TJ, una noche en el hospital. Cuando llegue ya lo tenian conectado a una via intravenosa. Los hemofilicos requieren un tratamiento con farmacos especificos para la sangre, como crioprecipitado o plasma congelado. Encargue a una enfermera que le dedicara sus cuidados de forma inmediata.

Como ya he dicho anteriormente, conoci a Tyrese hace seis anos. Estaba esposado y proferia obscenidades a grito pelado. Una hora antes, habia irrumpido en la sala de urgencias con su hijo de nueve meses, TJ. Aunque yo estaba en el departamento, no me correspondia atender los casos graves. El facultativo de guardia se hizo cargo de TJ.

TJ se encontraba en estado letargico, no respondia a los estimulos, su respiracion era superficial. Tyrese, cuyo comportamiento era «irregular» (?como se supone que debe comportarse un padre que entra corriendo en urgencias con un bebe en brazos?), informo al medico de guardia que el estado del bebe habia ido empeorando durante el dia. El medico dirigio a la enfermera una mirada de connivencia. La enfermera la capto y, tras asentir con un gesto, se fue directa al telefono. Por si acaso.

El examen de fondo de ojos revelo que el nino tenia multiples hemorragias retinianas bilaterales, es decir, que se le habian roto los vasos sanguineos de la zona posterior de ambos ojos. Asi que el medico junto todas las piezas del rompecabezas -hemorragia retiniana, letargia profunda y…, bueno, aquel padre-, y emitio el diagnostico.

Sindrome del bebe zarandeado.

Aparecio de inmediato un gran contingente de guardas de seguridad armados que esposaron a Tyrese. Fue entonces cuando le oi proferir las obscenidades. Llegue hasta la esquina para ver que pasaba. Aparecieron dos agentes uniformados del Departamento de Policia de Nueva York y una mujer de la Oficina de Atencion al Menor con aspecto cansado. Tyrese intentaba explicar su caso. La gente movia la cabeza con el tipico gesto de «?como

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