– Continua, por favor -dijo.

– La misma orden de registro permitio localizar un par de guantes de goma en un contenedor de basura de la residencia del doctor David Beck. En el guante derecho habia restos de polvora. El doctor Beck es diestro.

Dimonte estiro hacia arriba las botas de piel de reptil y traslado el palillo de una a otra comisura.

– ?Venga, dale! Asi me gusta. Pegale duro.

Fein fruncio el entrecejo. Krinsky, sin apartar los ojos del bloc, se paso la lengua por el dedo y paso la pagina.

– En ese mismo guante de goma de la mano derecha el laboratorio descubrio un cabello cuyo color concuerda perfectamente con el de Rebecca Schayes.

– ?Oh, Dios! ?Oh, Dios! -Dimonte empezo a chillar fingiendo un orgasmo. O quiza no fingia.

– Una prueba concluyente del ADN exigira mas tiempo -prosiguio Krinsky-. Por otra parte, en la escena del crimen se encontraron mas huellas pertenecientes al doctor David Beck, aunque no en el cuarto oscuro donde se descubrio el cuerpo de la mujer.

Krinsky cerro el bloc de notas. Todos los ojos se volvieron hacia Lance Fein.

Este estaba de pie rascandose la barbilla. Dejando aparte el comportamiento de Dimonte, todos los presentes reprimian cierto vertigo. En la habitacion crepitaban las chispas que preceden a la detencion, esa emocion, altamente adictiva, que acompana a los casos tristemente famosos. Se presentian conferencias de prensa, llamadas de politicos y fotografias en los periodicos.

El unico que mostraba inquietud era Nick Carlson. Seguia sentado manoseando un clip de papel, retorciendolo y enderezandolo continuamente. Era un gesto irreprimible. Algo se habia colado en sus adentros que asomaba apenas, invisible todavia pero presente y terriblemente irritante. Por un lado estaban las escuchas instaladas en casa del doctor Beck. Alguien lo vigilaba. Habian pinchado tambien su telefono. Pero parecia que aquello era algo que nadie parecia saber, o no le daban importancia.

– ?Lance? -inquirio Dimonte.

Lance Fein carraspeo.

– ?Sabes donde esta ahora el doctor Beck? -pregunto.

– En la clinica -respondio Dimonte-. Tengo a dos agentes vigilandolo.

Fein asintio.

– ?Venga, Lance, se buen chico y dejalo en mis manos! -dijo Dimonte.

– Vamos a llamar primero a la senora Crimstein -respondio Fein-. Por pura cortesia.

Shauna se lo conto casi todo a Linda. Se guardo lo de que Beck habia «visto» a Elizabeth en el ordenador. Pero no lo hizo porque le concediera el mas minimo credito, sabia de sobra que no era otra cosa que una patrana digital. Pero Beck habia sido tajante con respecto a este punto: no se lo digas a nadie. No le gustaba tener secretos para Linda, pero siempre era preferible esto que traicionar la confianza de Beck.

Linda no dejo de mirar a los ojos a Shauna ni un momento. No hacia ningun gesto, no hablaba, no se movia siquiera. Cuando Shauna termino de hablar, Linda pregunto:

– ?Has visto las fotos?

– No.

– ?De donde las saco la policia?

– No lo se.

Linda se puso de pie.

– David jamas habria hecho dano a Elizabeth.

– Lo se.

Linda se abrazo el cuerpo y lanzo profundos suspiros. Se habia puesto muy palida.

– ?Estas bien? -le pregunto Shauna.

– ?Que me ocultas?

– ?Que te hace pensar que te oculto algo?

Linda se limito a mirarla.

– Pregunta a tu hermano -respondio Shauna.

– ?Por que?

– No soy quien para decirtelo.

Volvio a zumbar el timbre de la puerta. Esta vez lo atendio Shauna.

– ?Si?

– Soy Hester Crimstein -contesto una voz.

Shauna pulso el boton y dejo abierta la puerta. A los dos minutos Hester entraba en la habitacion.

– ?Alguna de vosotras conoce a una fotografa que se llama Rebecca Schayes?

– ?Claro que la conozco! -dijo Shauna-. Lo que pasa es que hace mucho tiempo que no la veo. ?Y tu, Linda?

– Anos -corroboro Linda-. Habia compartido un apartamento con Elizabeth en el centro de la ciudad. ?Por que?

– La asesinaron anoche -solto Hester-. Creen que el culpable es Beck.

Fue como una bofetada para las dos. La primera en reaccionar fue Shauna.

– Anoche estuve con Beck -dijo-. En su casa.

– ?Hasta que hora?

– ?Que hora quieres?

Hester fruncio el ceno.

– No me vengas con bromas, Shauna. ?A que hora saliste de su casa?

– Serian las diez o las diez y media. ?A que hora la asesinaron?

– Todavia no lo se. Pero tengo quien me de informacion. Y me ha dicho que hay pruebas fehacientes contra el.

– ?Eso es un disparate!

Sono un movil. Hester Crimstein cogio inmediatamente el suyo y se lo pego al oido.

– ?Si?

La persona que la llamaba hablo durante lo que parecio ser una eternidad. Hester escuchaba en silencio. Los rasgos de su cara fueron distendiendose hasta adquirir la expresion de la derrota. Un minuto o dos despues, sin despedirse, desconecto el telefono con gesto agresivo.

– Una llamada de cortesia -murmuro.

– ?Como?

– Van a detener a tu hermano. Tenemos una hora para entregarlo a las autoridades.

24

No podia pensar en otra cosa mas que en Washington Square Park. Todavia faltaban cuatro horas pero, si no se presentaba ninguna urgencia, era mi dia libre. Era libre como un pajaro, como cantaba Lynyrd Skynyrd, un pajaro que no deseaba otra cosa que volar a Washington Square Park.

Iba camino de la clinica cuando el busca emitio, una vez mas, su desagradable tonadilla. Con un suspiro, mire el numero. Era el del movil de Hester Crimstein y estaba codificado como urgente.

No podian ser buenas noticias.

Pase un momento debatiendome en la duda de si devolver la llamada o seguir volando… pero ?para que? Volvi a la sala de reconocimiento. La puerta estaba cerrada y la palanca roja en su sitio, lo que significaba que dentro habia otro medico.

Segui pasillo adelante, doble a la izquierda y encontre una habitacion vacia en el departamento de obstetricia y ginecologia de la clinica. Me sentia como un espia en campo enemigo. La sala brillaba por exceso de metal. Rodeado de estribos y otros artilugios de aire temiblemente medieval, marque el numero de telefono.

Hester Crimstein no se molesto en saludarme.

– Beck, tenemos un gran problema. ?Donde esta?

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