esta el mundo!».
En el hospital habia tenido ocasion de ser testigo de mas de una docena de escenas como aquella. De hecho, las habia visto peores. Incluso habia atendido a ninas de tres anos con enfermedades venereas. Una vez me encargue de un caso de violacion de un nino de cuatro anos afectado de hemorragia interna. En ambas circunstancias, como en todos los casos de abusos similares en los que habia tenido ocasion de intervenir, el culpable era un miembro de la familia o el ultimo amiguito de la madre.
El Hombre del Saco no acecha en los parques, ninos. Vive en vuestra propia casa.
Sabia igualmente, una estadistica que nunca dejaba de impresionarme, que mas del noventa y cinco por ciento de las lesiones intracraneales graves son consecuencia de los malos tratos. Eran circunstancias que hacian bastante aceptable, o inaceptable, segun el punto de vista, la probabilidad de que Tyrese hubiera maltratado a su hijo.
En aquella sala de urgencias se habian escuchado todo tipo de excusas. El pequeno se habia caido de la cama. La puerta del horno habia dado en la cabeza del bebe. Su hermano mayor le habia arrojado un juguete y le habia dado en la cabeza. No era preciso trabajar mucho tiempo alli para que uno se volviera tan cinico como el policia mas encallecido. Esta comprobado que los ninos sanos toleran bien ese tipo de reveses accidentales. Es muy raro que una caida de la cama, por citar un ejemplo, pueda causar por si sola una hemorragia retiniana.
El diagnostico de maltrato infantil no me extrano. En todo caso, no de entrada.
Sin embargo, habia algo en la manera en que Tyrese se defendia que me parecio raro. No que yo me figurara que era inocente. Tambien caigo en el error de juzgar rapidamente a la gente por su apariencia o, para decirlo con un termino muy usado en politica, por su perfil racial. Es algo que hacemos todos. Si uno cruza la calle para evitar a una pandilla de chicos negros, es porque ha tenido en cuenta su perfil racial. Si no la cruza porque teme parecer un racista, esta tambien considerando el perfil racial. Si ve a la pandilla y no piensa nada en absoluto es que viene de alquil planeta desconocido.
Lo que en aquel caso me indujo a pararme a pensar fue la pura dicotomia. En el periodo de rotacion que habia hecho recientemente en un barrio de gente acomodada de Short Hills, en Nueva Jersey, habia sido testigo de un caso muy parecido. Un padre y una madre blancos, los dos impecablemente vestidos y conduciendo un Range Rover con todos sus aditamentos, entraron corriendo en urgencias con su hija de seis meses. La nina, tercera hija del matrimonio, presentaba los mismos sintomas que TJ.
Alli nadie esposo al padre.
Por consiguiente, me acerque a Tyrese y el me lanzo la mirada del gueto. En la calle me habria desconcertado; alli dentro, era como el gran lobo malo acechando la casa de ladrillo.
– ?Su hijo nacio en este hospital? -le pregunte.
Tyrese no respondio.
– ?Su hijo nacio aqui? ?Si o no?
Se fue calmando y al final pudo decir:
– Si.
– ?Esta circuncidado?
Tyrese me dirigio la misma mirada de antes.
– ?Que es usted? ?Algun tipo de marica?
– ?Quiere decir que hay mas de una clase? -le replique-. ?Lo circuncidaron aqui? ?Si o no?
Tyrese respondio con un grunido:
– Si.
Me informe del numero de Seguridad Social de TJ y lo introduje en el ordenador. Aparecio su historial. Busque en circuncision. Normal. ?Vaya! Pero vi otra entrada. Aquella no era la primera visita de TJ al hospital. Su padre lo habia llevado cuando tenia dos semanas de vida porque sufria una hemorragia de ombligo. Le sangraba el cordon umbilical.
Era curioso.
Le hicimos varios analisis de sangre, pero la policia insistio en mantener a Tyrese bajo custodia. Tyrese no protesto. Lo unico que queria era que hicieran los analisis. Trate de acelerarlos, pero no tengo ningun poder sobre la burocracia. Pocos lo tienen. Aun asi, el laboratorio pudo determinar a traves de las muestras de sangre que el tiempo de tromboplastina parcial era prolongado, aunque tanto el tiempo de protrombina como el recuento de plaquetas eran normales. Si, si, pero atenganse a lo que digo.
Se confirmo lo mejor… y lo peor. El padre, aquel desecho del gueto, no habia maltratado al nino. La causante de las hemorragias de la retina era la hemofilia; la cual, ademas, dejo ciego al nino. Los guardas de seguridad suspiraron y quitaron las esposas a Tyrese. Se fueron sin decir una palabra. Tyrese se froto las munecas. Nadie pidio disculpas o le dedico una frase amable a aquel hombre al que acababan de acusar falsamente de maltratar a su hijo, ahora ciego.
Imaginen eso en una zona residencial.
TJ paso a ser paciente mio desde entonces.
Ahora, en su habitacion del hospital, le acaricie la cabeza y mire aquellos ojos suyos que no veian. Los ninos suelen mirarme con sincero espanto, una extrana mezcla de miedo y veneracion. Mis companeros de profesion opinan que los ninos comprenden mejor que los adultos lo que les ocurre. Yo creo que la respuesta es mas sencilla. Los ninos ven a sus padres como seres intrepidos y omnipotentes. Sin embargo, ahi estaban los padres, mirandome a mi, el medico, con un deseo vehemente, lleno de miedo que la gente suele reservar para el fervor religioso.
?Podia haber algo mas aterrador para un nino?
Unos minutos mas tarde TJ cerro los ojos y se deslizo en el sueno.
– Se pego contra un lado de la puerta -dijo Tyrese-. Nada mas. Esta ciego. Tenia que ocurrir, ?no es asi?
– Tendremos que vigilarlo toda la noche -dije-, pero todo ira bien.
– Pero ?que dice? -dijo Tyrese mirandome-. ?Como puede ir bien si no para de sangrar?
No tuve respuesta que darle.
– Tengo que sacarlo de aqui.
Pero no se estaba refiriendo al hospital.
Tyrese rebusco en el bolsillo y comenzo a sacar billetes. Pero yo no estaba de humor. Levante la mano y dije:
– Despues nos vemos.
– Gracias por haber venido, doc. Le estoy muy agradecido.
Estuve a punto de recordarle que habia ido a ver a su hijo, no a el, pero opte por callar.
«Mucho cuidado» -penso Carlson mientras sentia que el pulso se le aceleraba-. Habia que andarse con tiento.
Se sentaron los cuatro -Carlson, Stone, Krinsky y Dimonte- a la mesa de conferencias junto con Lance Fein, el ayudante del fiscal del distrito. Fein era una rata codiciosa, con unas cejas sometidas a constantes ondulaciones y una cara tan amarillenta que parecia que fuera a derretirsele como la cera si hacia mucho calor; estuvo a la altura de su cargo.
Dimonte dijo:
– Le daremos por culo.
– Una vez mas -anadio Lance Fein-, dejadmelo a mi. Yo hare que incluso Alan Dershowitz quiera encerrarlo.
Dimonte hizo un gesto de asentimiento en direccion a su companero.
– Adelante, Krinsky. Empapame del asunto.
Krinsky saco el bloc y empezo a leer.
– Rebecca Schayes murio de dos tiros en la cabeza disparados casi a quemarropa con una pistola automatica de nueve milimetros. Provistos de una orden judicial expedida por las autoridades federales, practicamos un registro en el garaje del doctor David Beck y encontramos un arma de nueve milimetros.
– ?Tenia huellas? -pregunto Fein.
– Ninguna. Pero las pruebas balisticas confirmaron que el arma de nueve milimetros, encontrada en el garaje del doctor Beck, es la del crimen.
Dimonte sonrio y enarco las cejas.
– ?A alguien mas se le han puesto los pelos de punta?
Las cejas de Fein hicieron un movimiento de ascenso y descenso.