la esquina lamentandose de los tiempos que corrian. Mujeres cargadas con demasiadas bolsas. Chavales, a cual mas cinico, que habrian debido estar en la escuela, apoyados contra todas las cosas imaginables.
Y yo, entretanto, huyendo de la policia a todo correr.
Mi cabeza empezaba a tener dificultades para percatarse de la situacion. Sentia que las piernas me flaqueaban, pero la imagen de Elizabeth mirando a la camara me hacia seguir adelante, me daba arrestos.
Respiraba demasiado rapido.
Se habla mucho de la adrenalina, de que infunde energia y te da una fuerza asombrosa, pero tiene tambien su lado malo. La sensacion embriaga, estas fuera de control. Potencia tus sentidos hasta la paralisis. Si no tienes las riendas del poder, te aplasta.
Me meti en un callejon, esa imagen tan habitual en la television, pero no tenia salida y terminaba en una hilera de contenedores de basura que eran, con toda seguridad, los mas inmundos del planeta. Un hedor que tumbaba de espaldas. Hubo un tiempo, tal vez cuando LaGuardia era alcalde, en que los contenedores de basura eran verdes. Lo que quedaba de aquel verde no era mas que oxido, una herrumbre que en muchos sitios habia corroido y perforado el metal facilitando el paso a las ratas, que se movian a traves de los agujeros como Pedro por su casa.
Busque una via de escape, una puerta o cualquier otra abertura, pero no vi nada. No habia escapatoria. Me paso por la cabeza la idea de romper una ventana para buscar una salida, pero las mas bajas tenian barrotes.
No me quedaba otra posibilidad que volver sobre mis pasos, volver al lugar donde, sin duda alguna, la policia me estaria esperando.
Estaba atrapado.
Mire a la izquierda, a la derecha y despues, aunque pueda parecer extrano, mire hacia arriba.
Las salidas de incendios.
Habia varias sobre mi cabeza. Sacando fuerzas de mi gota a gota interno de adrenalina, di un salto con todo el impetu que me quedaba y extendi todo lo que pude los brazos… y cai de culo en el suelo. Volvi a probar. No me acerque mucho mas. Las escaleras estaban muy altas.
?Que podia hacer?
Tal vez arrastrar un contenedor de basura, subirme a el y dar otro salto. Pero las tapaderas estaban rotas. Y aun poniendome de pie sobre el monton de basura, no habria alcanzado la suficiente altura.
Aspire profundamente e intente pensar. Pero aquel hedor ya se estaba apoderando de mi, me trepaba por la nariz y hacia nido en mi interior. Retrocedi hacia la entrada del callejon.
Oi ruido de interferencias radiofonicas. Parecido a lo que emite una radio policial.
Me puse de espaldas contra el muro y preste atencion.
Esconderme. Tenia que esconderme.
El ruido de las radios iba aumentando en potencia. Oi voces. Los polis se acercaban. Me sentia totalmente indefenso. Me aplaste aun mas contra el muro como si la argucia pudiera servirme de algo. Como si ellos, cuando volvieran la esquina, pudieran confundirme con un cartel.
Las sirenas hicieron anicos la tranquilidad del aire.
Sonaban por mi.
Pisadas. Era evidente que se acercaban. No habia mas que un sitio donde esconderse.
Decidi rapidamente que contenedor apestaria menos, cerre los ojos y me zambulli en su interior.
Leche agria. Leche muy agria. Fue el primer olor que me golpeo. Pero no el unico. Habia otro muy parecido al del vomito y aun peor. Y yo estaba sentado sobre aquello. Una cosa mojada y putrida. Algo que se pegaba a mi cuerpo. La garganta opto por el reflejo de la nausea. Empece a tener arcadas.
Oi a alguien que corria por la boca del callejon. Me aplaste hacia el fondo.
Una rata hacia sus escaramuzas por mi pierna.
Estuve a punto de gritar, pero alguna parte de mi subconsciente me impidio que me saliera la voz. ?Oh, Dios mio, todo era tan surrealista! Contuve la respiracion. Aquello ya estaba durando demasiado. Intente respirar por la boca, pero volvi a sentir nauseas. Me tape con fuerza la nariz y la boca con la camisa. Ayudo algo, pero no mucho.
Los parasitos de radio se habian esfumado. Tambien los pasos. ?Habia conseguido enganarles? De ser asi, no duraria mucho rato. Enseguida oi nuevas sirenas de la policia que armonizaban con las anteriores, una autentica rapsodia en azul. Los polis debian de haber recibido refuerzos. No tardaria en acercarse alguien. Escudrinarian el callejon. Y entonces, ?que?
Me agarre al borde del contenedor con la intencion de levantarme. Me hice un corte en la palma de la mano con el metal oxidado. Me lleve la mano a la boca. Era sangre. El pediatra que llevaba dentro levanto inmediatamente la bandera de peligro del tetanos, pero el resto de mi persona sabia que el tetanos era la ultima de mis preocupaciones.
Escuche.
No oi ruido de pasos. No oi ruido de radios. Solo se oia el lamento de las sirenas, pero ?que otra cosa podia esperar? Mas refuerzos. En nuestra bella ciudad habia un asesino suelto. Enseguida llegaria un gran contingente de buenos. Acordonarian la zona y lanzarian un operativo policial de captura.
?Hasta donde habia llegado con mi carrera?
No habria sabido decirlo, pero por lo menos sabia una cosa: que no podia parar. Que debia poner distancia entre la clinica y mi persona.
Esto comportaba abandonar aquel callejon.
Me arrastre hacia la boca del callejon. Seguia sin oir pasos ni interferencias de radio. Era buena senal. Trate de pensar un momento. Huir era de por si acertado, pero mejor habria sido saber adonde iba. Seguiria en direccion este, decidi, aunque ello supusiera introducirme en ambientes menos seguros. Recorde haber visto unos railes.
El metro.
El metro me sacaria de alli. No tenia mas que montar en un vagon, hacer varios cambios inesperados para conseguir desaparecer. Pero ?donde estaria la entrada mas proxima?
Estaba tratando de conjurar el plano del metro que tenia en la cabeza cuando entro un policia en el callejon.
Era tan joven, iba tan acicalado, tan bien afeitado, tenia una cara tan sonrosada… Llevaba arremangadas las mangas azules de la camisa, dos torniquetes alrededor de sus biceps hinchados. Tuvo un sobresalto, se sorprendio tanto al verme como yo de verlo a el.
Nos quedamos helados los dos, pero a el le duro a aquel estado una fraccion de segundo mas que a mi.
De haberme acercado a el como un boxeador o un experto en kung-fu, lo mas seguro es que me hubiera saltado los dientes o dejado el craneo hecho astillas. Pero no lo hice. Me entro panico y actue movido por el miedo.
Me lance directamente contra el.
Apretando con fuerza la barbilla contra el pecho, baje la cabeza y apunte directo como un cohete hacia su centro. Elizabeth era jugadora de tenis. Una vez me dijo que, cuando tenias al contrincante junto a la red, lo mejor que podias hacer era lanzarle la pelota contra la barriga porque entonces no sabia hacia que lado moverse. Se reducia su tiempo de reaccion.
Eso es lo que ocurrio alli.
Arremeti con mi cuerpo contra el suyo y lo agarre por los hombros como se agarra un mono a una valla. Rodamos por el suelo. Levante trabajosamente las rodillas y se las hundi en el pecho. Mantenia la barbilla baja y la parte superior de la cabeza debajo de la mandibula del joven poli.
Aterrizamos con un golpe sordo.
Oi un crujido. Senti un dolor punzante que bajo rebotando desde el punto donde mi craneo tocaba con su mandibula. El joven agente solto un ruido como si se desinflase. Era aire que se escapaba de sus pulmones. Creo que su mandibula se habia roto. El panico de la huida se adueno totalmente de la situacion. Me aparte de el como de un arma de descarga electrica.
Acababa de atacar a un agente de policia.
No habia tiempo para las reflexiones. Lo unico que queria era apartarme de el. Consegui ponerme de pie y, ya estaba a punto de darme la vuelta y echar a correr, cuando senti su mano en el tobillo. Al bajar los ojos, nuestras miradas se encontraron.
Aquel hombre estaba sufriendo y yo era el causante de su sufrimiento.