Oh, Dios…
– ?Que busca? -pregunto.
Y me encontre respondiendo:
– ?Podria hacerme el favor de dejarme telefonear?
Pero aquella mujer no perdia comba.
– Veinte pavos.
Busque el billetero y extraje de el los billetes. La vieja asintio con un gesto y me dejo entrar en su casa. El piso era minusculo, y bien cuidado. Habia tapetes de encaje sobre la tapiceria y las mesas de madera oscura.
– Es aqui -me indico.
El telefono era de disco giratorio. Introduje un dedo en los diminutos agujeros. Pero me ocurrio algo muy curioso. Jamas habia marcado aquel numero, -no habia tenido necesidad de hacerlo, pero lo sabia de memoria. Seguramente los psiquiatras encontrarian aqui un campo de estudio. Al terminar de marcar, espere.
Despues de dos timbres, me respondio una voz:
– ?Si?
– ?Tyrese? Soy el doctor Beck. Necesito que me ayudes.
26
Shauna sacudio la cabeza.
– ?Que Beck ha atacado a alguien? ?Imposible!
La vena de la frente de Fein, ayudante del fiscal del distrito, comenzo a latir de nuevo. Avanzo un paso hacia Shauna hasta que sus caras quedaron frente a frente.
– Ha atacado a un agente de policia en un callejon. Es probable que le haya roto la mandibula y un par de costillas -dijo Fein acercandose mas y salpicando de saliva las mejillas de Shauna-. ?Ha oido lo que le he dicho?
– Le he oido -respondio Shauna-, y ahora haga el favor de echarse hacia atras, senor Aliento, o le subo las bolas al cuello de un rodillazo.
Fein estuvo un segundo sin moverse antes de apartarse rebosante de ansias asesinas. Hester Crimstein hizo lo mismo y se encamino hacia Broadway. Shauna fue detras de ella.
– ?Donde vas?
– Me retiro -dijo Hester.
– ?Que?
– Buscale otro abogado, Shauna.
– No lo diras en serio.
– Lo digo en serio.
– No puedes dejarlo tirado.
– Pues ya lo ves.
– Seria perjudicial.
– Les di mi palabra de que se entregaria -dijo.
– Que se joda tu palabra. Quien cuenta aqui es Beck, no tu.
– Eso sera para ti.
– ?O sea que te colocas tu antes que tu cliente?
– No quiero trabajar con un hombre que hace esas cosas.
– ?Bromeas? Pero si has defendido a violadores en serie.
Hester agito una mano.
– Abandono.
– Lo que tu eres es una asquerosa hipocrita que solo quiere estar bien con los medios de comunicacion.
– ?Que dices, Shauna?
– Hablare con ellos.
– ?Que?
– Que hablare con los periodistas.
Hester se paro.
– ?Que les diras? ?Que he dejado en la cuneta a un asesino embustero? Pues adelante. Voy a cubrir a Beck de tanta mierda que Jeffrey Dahmer * a su lado sera el novio ideal.
– No tienes nada de que acusarlo -replico Shauna.
Hester se encogio de hombros.
– A mi nunca me ha parado nadie los pies.
Las dos mujeres se taladraron con los ojos. Y ninguna aparto la vista.
– Quiza te parezca que mi reputacion no cuenta para nada -dijo Hester, bajando de pronto la voz-. Pero te equivocas. Como la Oficina del fiscal del distrito deje de confiar en mi palabra, adios a mis clientes. Igual que adios a Beck. Asi de sencillo. No voy a dejar que mi carrera ni mis clientes se vayan por el desague solo porque tu amiguito decide portarse como un idiota.
Shauna movio la cabeza.
– Apartate de mi vista.
– Y otra cosa mas.
– ?Que?
– Los que son inocentes no huyen corriendo, Shauna. ?Te digo una cosa de tu amiguito Beck? Pues que apuesto cien contra uno a que mato a Rebecca Schayes.
– Es cosa tuya -dijo Shauna-. Y ahora dejame que te diga una cosa a ti, Hester. Como digas una palabra mas contra Beck van a tener que recoger tus restos con cucharilla para poder enterrarte. ?Esta claro?
Hester no replico. No se habia apartado un paso de Shauna cuando el estampido de unos tiros rasgo el aire.
Estaba casi en cuclillas reptando por una escalera de incendios oxidada cuando el ruido de los disparos por poco me hizo perder pie. Me aplaste contra la superficie rasposa y aguarde.
Mas disparos.
Oi gritos. Debia de haberlo esperado, pero todavia tenia reservada otra sorpresa. Tyrese me dijo que saliera de alli dentro y le esperara. Me habia preguntado como pensaba sacarme de alli, pero ya estaba empezando a tener una ligera idea.
Era una maniobra dilatoria.
Oi que alguien, a distancia, gritaba:
– ?Chico blanco disparando!
Y otra voz:
– ?Chico blanco armado! ?Chico blanco armado!
Mas disparos. Pero, por mucho que aguce el oido, ya no oi mas radios. Segui agachado procurando no pensar demasiado. Tuve la impresion de que se me habia producido un cortocircuito en el cerebro. No hacia mas de tres dias yo era un medico diligente que avanzaba sonambulo por la vida, pero desde entonces habia visto un fantasma, habia recibido mensajes electronicos de personas difuntas, me habia convertido en sospechoso no de un asesinato sino de dos, habia pasado a ser fugitivo de la ley, habia atacado a un agente de policia y, finalmente, habia recabado ayuda de un conocido traficante de droga.
Todo en el termino de setenta y dos horas.
Estuve a punto de echarme a reir.
– Soy yo, doc.
Mire hacia abajo y vi a Tyrese. Junto a el habia otro negro de poco mas de veinte anos, ligeramente mas bajo que el edificio. El gigante me escudrino a traves de unas vistosas y desafiantes gafas de sol que cuadraban a la perfeccion con la lividez de su rostro.
– ?Vamos, doc, al tajo!