Logre restablecer el equilibrio y le solte un puntapie. Le habia dado en las costillas. Esta vez el quejido que profirio era humedo. De la boca le salia un hilo de sangre. Me parecia increible todo lo que estaba haciendo. Le di otro puntapie. Lo bastante fuerte para que me soltara. Me habia liberado.
Y entonces, eche a correr.
25
Hester y Shauna tomaron un taxi para ir a la clinica. Linda habia ido en el primer tren al domicilio de su gestor financiero en el World Financial Center para liquidar unos valores y reunir dinero para pagar la fianza.
Delante de la clinica de Beck encontraron una docena de coches policiales, todos apuntando hacia diferentes direcciones, como beodos que disparasen dardos. Las luces giratorias pasaban del rojo al azul en senal de maxima alerta. Las sirenas aullaban. Se acercaban mas coches de la policia.
– ?Que cono pasa aqui? -pregunto Shauna.
Hester descubrio al ayudante del fiscal del distrito, Lance Fein, pero no antes de que el la hubiera descubierto a ella. Fue directo hacia las mujeres. Estaba rojo como un pimiento y la vena de la frente le palpitaba.
– El hijo de puta se ha escapado -le escupio Fein sin mas preambulos.
Hester recogio el lanzamiento y contraataco:
– Sera que sus hombres le han pegado un susto.
Llegaron dos coches policiales mas. Tambien la furgoneta del Canal 7, el de las noticias. Fein lanzo un taco por lo bajo.
– ?Vaya! ?La prensa! ?Maldita sea! ?Sabe como me van a poner, Hester?
– ?Como, Lance?
– Pues como un jodido lameculos que trata a los ricos de manera diferente que a los demas. Asi me pondran. ?Como ha podido hacerme esto, Hester? ?Sabe que hara conmigo el alcalde? Me va a hacer papilla. Y Tucker… (Tucker era el fiscal del distrito de Manhattan)… Dios mio, ?tiene idea de lo que hara Tucker?
– ?Senor Fein!
Quien lo llamaba era un oficial de policia. Fein dirigio una ultima mirada a las dos mujeres antes de apartarse bruscamente de ellas.
– ?Que le pasa a Beck? ?Se ha vuelto loco?
– Tiene miedo -dijo Shauna.
– Huye de la policia -grito Hester-. ?Es que no te das cuenta? ?No captas la situacion? -senalo con el dedo la furgoneta de la prensa-. Dios Santo, ?si hasta los medios de comunicacion estan aqui! Diran que el asesino se ha dado a la fuga. Y es peligroso. Le hace parecer culpable. Influye en el jurado.
– ?Calmate, por favor! -dijo Shauna.
– ?Que me calme? ?No comprendes que ha hecho?
– Ha huido. Eso es todo. Igual que OJ, * ?o no? En el caso de OJ, esto no influyo en el jurado.
– Aqui no se trata de OJ, Shauna. Estamos hablando de un medico rico y blanco.
– Beck no es rico.
– ?Y que cono importa eso! Todos querran crucificarlo. Olvidate de la fianza y olvidate de un juicio justo -tomo aire y se cruzo de brazos-. Y ademas, no sera solamente la reputacion de Fein la que resulte comprometida.
– ?Que quieres decir con eso?
– Quiero decir que tambien me compromete a mi -grito Hester-. De un solo golpe, Beck ha echado por los suelos mi credibilidad ante los ojos del fiscal del distrito. Si prometo que voy a entregar a un tipo, tengo que hacerlo.
– ?Hester?
– ?Que?
– En este momento me importa un rabano tu reputacion.
De pronto las sobresalto un alboroto repentino. Al volverse, vieron que una ambulancia se acercaba. Alguien grito. Despues se oyo otro grito. Empezaron a rebotar polis como cuando lanzas a la vez muchas bolas en una maquina del millon.
La ambulancia se detuvo tras dar un patinazo. De la cabina saltaron dos sanitarios, un hombre y una mujer. Muy aprisa. Demasiado aprisa. Desatrancaron la puerta trasera y sacaron una litera del interior.
– ?Por aqui! -grito alguien-. ?Esta aqui!
Shauna noto que su corazon acababa de saltarse un latido. Se acerco corriendo a Lance Fein. Hester la siguio.
– ?Que pasa? -pregunto Hester-. ?Ha ocurrido algo?
Fein no le hizo caso.
– ?Lance?
Este, por fin, las miro. Los musculos de la cara le temblaban de rabia.
– Su cliente.
– ?Que le pasa a mi cliente? ?Esta herido?
– Acaba de atacar a un agente de policia.
Era un desatino.
Al atacar al policia, cruce una frontera… No podia retroceder. Por eso eche a correr. Me lance a una loca carrera.
– ?Ha caido un agente!
Se lo oi gritar a alguien. Y despues oi mas gritos. Mas interferencias de radio. Mas sirenas. Todo girando a mi alrededor. Tenia el corazon en un puno. Pero yo continuaba dando cana a mis piernas, que ya estaban poniendose pesadas y tiesas como si los musculos y ligamentos se estuvieran petrificando. Estaba extenuado. Me resbalaban los mocos por la nariz. Y los mocos se juntaban con el polvo que se me habia acumulado en el labio superior y serpenteaba hasta la boca.
Segui pasando de una manzana a otra, como si asi pudiera burlar a la policia. No me volvi para ver si me seguian. Sabia que me seguian. Me lo decian las sirenas y el ruido de las radios.
No tenia escapatoria.
Atravese como un meteoro barrios en los que ni siquiera en coche me habria aventurado a circular. Tras saltar una cerca, eche a correr a traves de un espacio de hierba alta que cubria lo que en otro tiempo pudo haber sido un parque infantil. Se hablaba mucho de la subida que habia experimentado el precio del suelo en Manhattan. Pero alli, no lejos de Harlem River Drive, habia muchos solares cubiertos literalmente de cristales rotos y restos oxidados de lo que quiza un dia fueron columpios o estructuras para hacer gimnasia o mas probablemente coches.
Frente a un grupo de edificios altos de renta baja habia unos adolescentes negros con aires de gansteres, y ropa conjuntada ad hoc, que me miraron como quien mira los restos de un apetitoso banquete. Estaban a punto de hacer algo, no sabia que, cuando advirtieron que la policia me estaba persiguiendo.
Entonces empezaron a darme animos.
– ?Vamos, blanco!
Les dirigi un gesto vago con la cabeza al pasar junto a ellos como una flecha, igual que hacen los atletas aclamados por la multitud. Uno me grito:
– ?Diallo!
Segui corriendo. Naturalmente, yo sabia quien era Amadou Diallo. Todos los neoyorquinos lo sabian. Diallo habia sido cuarenta y una veces objeto de los disparos de la policia… siempre desarmado. Por un momento pense que de ese modo querian advertirme de que la policia podia disparar contra mi.
El abogado que actuo de defensor en el juicio de Diallo alego que cuando este se disponia a sacar la cartera del bolsillo, los agentes creyeron que era un arma. A partir de entonces la gente solia manifestar su protesta metiendose la mano en el bolsillo en un gesto rapido y sacando al mismo tiempo la cartera mientras gritaba: «?Diallo!». Los agentes que patrullaban por las calles solian decir que cuando veian que alguien se metia la mano en el bolsillo y hacia este gesto sentian la tenaza del miedo.
Fue lo que ocurrio entonces. Mis nuevos aliados -aliados porque seguramente creian que yo era un asesino- se