– Ya esta aqui -dijo Eric Wu a traves del movil.

Larry Gandle atisbo a traves del cristal oscuro de la furgoneta. David Beck estaba, efectivamente, donde se suponia que debia estar, vestido como un vagabundo. Tenia la cara cubierta de aranazos y moretones.

Gandle nego con la cabeza.

– No entiendo como ha podido escapar.

– Se lo preguntaremos -dijo Eric Wu con su voz cadenciosa.

– Necesitamos que la maquina funcione con suavidad, Eric.

– Si, claro.

– ?Todo el mundo esta en su sitio?

– Naturalmente.

– Ya no puede tardar -dijo Gandle consultando el reloj.

Situado entre las calles Sullivan y Thompson, el edificio mas relevante de Washington Square era una torre alta de ladrillo de un tono marron desleido que se levantaba en la zona sur del parque. Casi todo el mundo se figuraba que la torre seguia formando parte de Judson Memorial Church. Pero no era asi. Durante los ultimos veinte anos habia en la torre dormitorios estudiantiles para universitarios ademas de oficinas. Se podia acceder facilmente a lo alto de la torre siempre que la persona que subiera lo hiciera con aire de saber adonde iba.

Desde arriba pudo contemplar todo el parque. Y entonces se echo a llorar.

Beck habia acudido a la cita. Iba disfrazado de forma extravagante, pero el mensaje electronico le habia advertido que tal vez lo seguirian. Lo observo sentado en aquel banco, solo, esperando, la pierna derecha moviendose arriba y abajo. El mismo movimiento de siempre con la pierna cuando estaba nervioso.

– ?Oh, Beck!…

Hasta ella misma percibio el amargo sufrimiento, el dolor que dejo traslucir su propia voz. Siguio sin apartar de el los ojos.

Penso en lo que habia hecho.

?Que estupida habia sido!

Se forzo a darse la vuelta para irse. Se le doblaron las piernas y dejo resbalar la espalda contra la pared hasta caer sentada en el suelo. Beck habia ido a su encuentro.

Pero ellos tambien.

Estaba segura. Habia detectado como minimo a tres. Probablemente habia mas. Tambien habia descubierto la furgoneta de B &T Pinturas. Marco el numero de telefono del anuncio, pero no funcionaba. Quiso hacer la comprobacion oportuna a traves del servicio de informaciones. La empresa B &T Pinturas no existia.

Los habian descubierto. Pese a todas las precauciones que habia tomado, estaban alli.

Cerro los ojos. Estupida. Habia sido una estupida. Se habia figurado que podria salir de todo aquello. ?Como habia podido caer en semejante error? La ansiedad le habia enturbiado las ideas. Ahora se daba cuenta. En cierto modo se habia enganado hasta el punto de creer que podia transformar una espantosa catastrofe, los dos cadaveres descubiertos junto al lago, en una maravillosa oportunidad.

?Que estupida habia sido!

Se levanto del suelo y se arriesgo a volver a mirar a Beck. El corazon se le cayo a los pies como una piedra en un pozo. Lo vio tan solo alli abajo, tan pequeno, fragil e indefenso. ?Se habria acostumbrado a la idea de que ella habia muerto? Probablemente. ?Habria logrado vencer las dificultades, habria sabido salir adelante? Probablemente tambien. ?Se habia recuperado del golpe solo para que aquel otro se abatiera sobre su cabeza, por culpa de su estupidez?

Asi era.

Las lagrimas volvieron a sus ojos.

Saco los dos pasajes de avion. Habia que estar preparada. Una medida que habia sido siempre la clave de su supervivencia. Debia estar preparada para cualquier eventualidad. Por eso habia planeado el encuentro en aquel parque publico que conocia tan bien. Por lo menos tendria esa ventaja. Aunque no habia querido admitirlo, sabia por lo menos que aquella posibilidad, mejor dicho, aquella probabilidad, existia.

Pero no, aquello era el final.

El pequeno resquicio que se habia abierto, suponiendo que se hubiera abierto realmente, se habia cerrado de golpe.

Tendria que irse. Sola. Y esta vez seria para siempre.

Se pregunto como reaccionaria Beck al ver que ella no aparecia. ?Seguiria buscando en el ordenador mensajes que no llegarian nunca? ?Seguiria escudrinando el rostro de mujeres desconocidas e imaginando que veia el suyo? ?O simplemente se olvidaria de todo y seguiria adelante? Y cuando ella sondeara sus propios sentimientos, ?no desearia acaso que asi fuera?

En fin, no importaba. Lo primero era la supervivencia. La de el en todo caso. Ella no tenia alternativa, tenia que desaparecer.

Con un gran esfuerzo, desvio la mirada y se apresuro a bajar la escalera. Habia una salida trasera que daba a la calle Tercera Oeste; gracias a ella no tendria que entrar en el parque. Empujo la pesada puerta metalica y salio a la calle. Enfilo la calle Sullivan y encontro un taxi en la esquina de la calle con Bleecker.

Se recosto en el asiento y cerro los ojos.

– ?Donde vamos? -pregunto el taxista.

– Al aeropuerto JFK -respondio ella.

30

Paso mucho tiempo.

Me quede sentado en el banco esperando. Podia ver a lo lejos el famoso arco de marmol. Parece que fue «disenado» por Stanford White, el famoso arquitecto de principios del siglo pasado, asesinado por un hombre en un acceso de celos por causa de una muchachita de quince anos. Era algo que no acababa de entender. ?Como se puede disenar una obra que, en realidad, es una replica de la que ha hecho otra persona? No era un secreto para nadie que Washington Arch era una copia descarada del Arco de Triunfo de Paris. A los neoyorquinos les entusiasmaba lo que era, en realidad, un facsimil. No podia comprender sus razones.

Ahora ya nadie podia tocar el arco. Estaba rodeado por una cadena de hierro muy parecida a las que habia visto en el South Bronx y cuya finalidad era disuadir de sus intenciones a los artistas de gaffiti. En el parque abundaban las cercas. Practicamente todos los espacios de hierba estaban cercados, la mayoria incluso con una doble cerca.

Pero ?donde estaba Elizabeth?

Las palomas se contoneaban con ese aire de arrogancia que suele asociarse a los politicos. Algunas revoloteaban hacia mi. Me picoteaban las zapatillas y despues levantaban la cabeza como disgustadas al descubrir que no eran comestibles.

– Ty suele sentarse aqui.

Era la voz de un indigente, un muchacho con un gorro de molinete y orejas tipo Spock. Estaba sentado delante de mi.

– ?Oh! -exclame.

– Ty les da de comer. A las palomas les gusta Ty.

– ?Oh! -exclame de nuevo.

– Por eso las tiene a su alrededor. No es que usted les guste. Piensan que a lo mejor usted es Ty. O un amigo de Ty.

– ?Ah!

Mire el reloj. Llevaba casi dos horas alli sentado. No vendria. Algo habia fallado. Volvi a preguntarme si todo seria una broma, pero descarte rapidamente la idea. Mejor continuar dando por sentado que los mensajes eran de Elizabeth. Si todo era una broma, acabaria por enterarme.

«Pase lo que pase, te quiero…»

Eso decia el mensaje. No sabia a que podia referirse. Era como si algo pudiera salir mal. Como si pudiera ocurrir algo. Como si yo pudiera olvidarlo y seguir adelante.

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