Al diablo con todo.

Experimentaba una sensacion extrana. Si, estaba exhausto. La policia andaba tras de mi. Estaba agotado, hecho papilla, al borde de la locura. Pese a todo, me sentia con mas fuerzas que desde hacia anos. No sabia por que. Lo que si sabia era que no queria que aquello se me escapara de las manos. Elizabeth era la unica que sabia aquellas cosas: la hora del beso, la senora Murcielago, los Caniches Sexuales de la Adolescencia. Por tanto, la persona que habia enviado los mensajes no podia ser otra que Elizabeth. U otra persona a las ordenes de Elizabeth. En cualquiera de los dos casos, Elizabeth estaba viva. Tenia que seguir tras de aquella pista. No habia mas remedio.

Pero ?que podia hacer?

Saque mi nuevo movil. Despues de restregarme un rato la barbilla, se me ocurrio una idea. Pulse los digitos. Un hombre sentado a una cierta distancia -llevaba mucho rato leyendo el periodico- me dirigio una mirada. No me gusto. Mejor prevenir que lamentar. Me levante y me situe donde no pudieran oirme.

Shauna respondio al telefono.

– ?Diga?

– El telefono del viejo Teddy -dije.

– ?Eres Beck? ?Donde demonios…?

– Tres minutos.

Colgue. Supuse que los telefonos de Shauna y Linda estarian pinchados. O sea que la policia podia estar escuchando la conversacion. En el piso de abajo vivia un viudo llamado Theodore Malone. Shauna y Linda le echaban una mano de vez en cuando. Tenian la llave de su piso. Pensaba llamarlas alli. Los federales, la policia o quienquiera que me vigilase no atinaria a tener pinchado aquel telefono. Por lo menos de momento.

Pulse el numero.

Shauna estaba sin resuello.

– ?Diga?

– Tienes que ayudarme.

– ?Tienes idea de la que has armado?

– Supongo que se ha organizado una caceria para atraparme -me sentia extranamente tranquilo…, por lo menos aparentemente.

– Beck, tienes que entregarte.

– No he matado a nadie.

– Lo se, pero como continues huyendo…

– ?Quieres ayudarme o no? -la interrumpi.

– ?De que se trata? -dijo.

– ?Han determinado ya la hora en que se cometio el asesinato?

– Alrededor de medianoche. La hora esta muy ajustada, pero suponen que saliste en cuanto me fui yo.

– Bien -dije-, tienes que hacerme un favor.

– ?Cual?

– En primer lugar, sacar a Chloe.

– ?A tu perra?

– Si.

– ?Por que?

– Pues porque, entre otras cosas, necesita un paseo.

Eric Wu hablaba por su movil.

– Esta hablando por telefono, pero mi hombre no puede acercarse lo suficiente a el.

– ?Ha descubierto a tu hombre?

– Es posible.

– Entonces quiza anule la cita.

Wu no respondio. Vio que el doctor Beck se metia el movil en el bolsillo y se disponia a atravesar el parque.

– Tenemos un problema -dijo Wu.

– ?Que problema?

– Parece que sale del parque.

El otro extremo de la linea quedo en silencio. Wu espero.

– La otra vez lo perdimos -dijo Gandle.

Wu no respondio.

– No podemos arriesgarnos, Eric. Atrapalo. Cogelo ahora, averigua que sabe y acaba con este asunto.

Eric asintio con un gesto mirando hacia la furgoneta. Y dirigio sus pasos hacia Beck.

– Eso esta hecho.

Segui a traves del parque y deje atras la estatua de Garibaldi desenvainando la espada. Resultaba curioso que mis pasos tuvieran un destino. De momento descartaba la visita a KillRoy. No la haria. En cuanto a las iniciales PF del diario de Elizabeth, que correspondian a Peter Flannery, picapleitos sin escrupulos, ya era otro cantar. Podia ir a verle y charlar un rato con el. Aunque no tenia ni idea de que descubriria. Pero estaba seguro de que algo conseguiria. Por lo menos seria un comienzo.

A mi derecha habia un parque infantil donde unos ninos, menos de una docena, estaban jugando. A mi izquierda estaba el George's Dog Park, una magnifica extension de terreno poblada de perros cubiertos con panuelos de colores. En el escenario del parque dos hombres hacian juegos malabares. Pase junto a un grupo de estudiantes enfundados en ponchos y sentados en semicirculo. Un asiatico tenido de rubio cuya constitucion lo asemejaba a la Cosa de los Cuatro Fantasticos se deslizo a mi derecha. Me volvi a mirar. El hombre que momentos antes leia el periodico habia desaparecido.

Me hice algunas preguntas al respecto.

No se habia movido de su sitio en casi todo el tiempo que estuve esperando. Ahora de pronto, despues de varias horas, habia decidido marcharse a la misma hora que yo. ?Era una coincidencia? Podia ser.

«Te seguiran…»

Eso decia el mensaje electronico. No decia que quiza me siguiesen. Juzgado retrospectivamente, me parecia que demostraba una curiosa seguridad. Segui andando y reflexionando sobre el particular. Nada. Ni el mejor escolta de este mundo habria podido seguirme a lo largo de todo lo que hoy habia tenido que soportar.

El tipo del periodico, por ejemplo, no me habria podido seguir. Por lo menos no me habia dado esa impresion.

?Habrian interceptado el mensaje?

Pero no veia como. Lo habia borrado. Ni siquiera habia pasado por mi ordenador.

Atravese la zona oeste de Washington Square. Al llegar al bordillo note una mano en el hombro. Primero fue un contacto suave. Como la mano de un viejo amigo que me sorprendiera por detras. Tuve el tiempo justo, al volverme, de ver que se trataba del asiatico con el pelo tenido de rubio.

Su mano entonces estrujo mi hombro.

31

Como puntas de lanza, sus dedos se hundieron en la hendidura de la articulacion.

Dolor, un dolor lacerante, descendio por mi costado izquierdo. Perdi la fuerza de las piernas. Intente gritar o debatirme, pero no podia moverme. Junto a nosotros se arrimo una furgoneta blanca. La puerta lateral se deslizo hacia un lado. El asiatico me puso la mano en el cuello. Me presiono unos puntos a cada lado y senti que los ojos se me volcaban para atras. Con la otra mano me fue recorriendo la columna vertebral, lo que me obligo a doblarme hacia delante. Senti que todo el cuerpo se desmoronaba.

Me empujo hacia la furgoneta. Del interior de la misma salieron unas manos que tiraron de mi. Cai en el suelo metalico del vehiculo. En el interior no habia asientos. La puerta se cerro. La furgoneta se perdio entre el trafico.

El episodio completo -desde el momento en que la mano se poso en mi hombro hasta que arranco la furgoneta-

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