provocado, asalto, un angelito el tal senor Gonzalez.
Note la boca seca.
– Pero hubo que retirar las acusaciones, ?verdad? -pregunte.
– Si. En realidad, no eran muchas. Habia huellas dactilares suyas en el escenario del crimen, pero tambien las de muchas personas mas. Tambien encontraron cabellos de Scope e incluso una mancha de sangre compatible con la de Scope donde vivia Gonzalez. Pero Scope habia estado en el sitio con anterioridad. Habriamos podido alegar facilmente que aquello explicaba las huellas. A pesar de todo, esto ya justificaba de por si la detencion y los polis estaban seguros de que todavia saldria algo mas.
– ?Que ocurrio, pues? -pregunte.
Flannery seguia sin mirarme. Aquello no me gustaba ni pizca. Flannery era uno de esos tipos que viven inmersos en el mundo de Willy Loman, un mundo donde abundan los zapatos brillantes y el contacto visual. Conocia al tipo. No queria saber nada de esa clase de gente, pero la conocia.
– La policia establecio la hora de la muerte de manera fiable -prosiguio-. El forense pudo hacer la lectura de la temperatura del higado. Scope habia sido asesinado a las once. La hora podia variar media hora arriba o abajo pero era bastante aproximada.
– No lo entiendo -dije-. ?Que tiene que ver todo esto con mi mujer?
Volvio a juntar las yemas de los dedos.
– Tengo entendido que su esposa tambien se ocupaba de los pobres -dijo-. Compartia el despacho con la victima, para ser mas exactos.
No sabia donde queria ir a parar con todo aquello, lo que si sabia era que no me iba a gustar. Durante unos segundos llegue a pensar si Flannery tendria razon, si seria verdad que yo no queria oir lo que iba a decirme, si no habria sido mejor que me levantara y me olvidara totalmente del asunto. Pero lo que dije fue:
– ?Y bien?
– Es una causa noble -dijo con un leve gesto de la cabeza-. Me refiero a proteger a los desvalidos.
– Me alegra que lo crea asi.
– Por eso me meti en Derecho. Para ayudar a los pobres.
Trague bilis y me ergui ligeramente.
– ?Le importaria decirme que tiene que ver mi mujer con todo lo que me esta contando?
– Pudo conseguir la libertad gracias a ella.
– ?Quien?
– Mi cliente. Helio Gonzalez. Su esposa consiguio su libertad.
– ?Como? -dije, frunciendo el ceno.
– Le proporciono una coartada.
Se me paralizo el corazon. Se me paralizaron los pulmones. A punto estuve de golpearme el pecho para que toda la maquinaria de mi interior volviera a ponerse en marcha.
– ?Como? -repeti.
– ?Se refiere a que tipo de coartada?
Asenti con un gesto vago, pero el no me miraba. Consegui articular un si.
– Muy sencillo -dijo-. Ella y Helio estaban juntos a aquella hora.
Senti que mi mente se perdia a la deriva, sin salvavidas a la vista.
– Nunca lei nada de eso en los periodicos -dije.
– Se silencio.
– ?Por que?
– En primer lugar, a peticion de su esposa. Y por otra parte, la oficina del fiscal del distrito no queria dar mas publicidad a la detencion erronea que habia practicado. Debido a esto, todo se hizo procurando armar el menor ruido posible. Aparte de que… habia problemas con el testimonio de su esposa.
– ?Que clase de problemas?
– En un primer momento habia mentido.
Mas desazon. Me hundi hasta un lugar muy hondo. Pero volvi a la superficie. Seguia debatiendome.
– ?De que esta hablando?
– Su esposa habia declarado que, en el momento en que se cometio el asesinato, ella estaba asesorando a Gonzalez en el despacho de la institucion benefica. Pero eso no se lo trago nadie.
– ?Por que?
Levanto una ceja en gesto de escepticismo.
– ?Asesoramiento a las once de la noche?
Asenti atontado.
– Por lo tanto, como abogado del senor Gonzalez, recorde a su esposa que la policia comprobaria su coartada. Y que, entre otras cosas, en las oficinas de la institucion benefica donde trabajaba habia camaras de seguridad y que habria cintas que habian filmado todas las idas y venidas. Entonces fue cuando hablo con claridad.
Se callo.
– Continue -dije.
– Es bastante evidente, ?no le parece?
– Aun asi, continue.
Flannery se encogio de hombros.
– Supongo que queria ahorrarse… y ahorrarle a usted, la verguenza. Por eso insistio en que se llevara el asunto con absoluto secreto. Ella estaba en casa de Gonzalez, doctor Beck. Hacia dos meses que se acostaban juntos.
No reaccione. Nadie dijo nada. Oi un pajaro que graznaba a lo lejos. Seguramente el de la sala de espera. Me levante. Tyrese retrocedio un paso.
– Gracias por el tiempo que me ha dedicado -dije con la voz mas tranquila de este mundo.
Flannery asintio, mirando las persianas.
– No es verdad -le dije.
No respondio. Pero esta vez yo tampoco habia esperado que lo hiciera.
33
Carlson estaba sentado en el coche. Su corbata seguia impecablemente anudada. Su chaqueta colgaba de una percha de madera en el asiento de atras. El aire acondicionado soplaba con fuerza y denuedo. Carlson leyo el sobre de la autopsia: Elizabeth Beck, expediente 94-87002. Desato el cordel con los dedos. Abrio el sobre. Saco su contenido y lo extendio en el asiento de al lado.
?Que habria querido averiguar el doctor Beck?
Stone ya le habia dado la respuesta: Beck queria saber si habia algo que podia incriminarlo. Esto encajaba con sus primeras teorias, al fin y al cabo el propio Carlson habia sido el primero en poner en duda la version aceptada del asesinato de Elizabeth Beck. El habia sido el primero en creer que aquel asesinato no era lo que parecia y que quien lo habia planeado, en realidad, habia sido el doctor David Beck, el marido.
Pero ?por que ya no aceptaba aquella version?
Habia analizado con maxima atencion las lagunas que se perfilaban en aquella teoria, pero Stone las habia rellenado de forma convincente. En todos los casos habia lagunas. Carlson lo sabia. En todos los casos habia incongruencias. Y si no aparecian era porque se habia pasado algo por alto.
?Por que, pues, ahora tenia dudas con respecto a la culpabilidad de Beck?
Tal vez tenia que ver con que ahora el caso se convirtiese en algo demasiado perfecto, que de pronto todas las pruebas se pusieran en fila para corroborar su teoria. O quiza porque sus dudas se basaban en algo tan poco fiable como la «intuicion», pese a que Carlson nunca habia sido partidario de ese aspecto particular de la labor investigadora. La intuicion solia suavizar los angulos, una tecnica excelente para sustituir pruebas y hechos evidentes por algo mucho mas escurridizo y caprichoso. Carlson sabia que los peores detectives eran los que confiaban en la llamada intuicion.
Cogio la primera hoja. Informacion general. Elizabeth Parker Beck. Su direccion, su fecha de nacimiento (tenia