– Imposible -dije.
– Puede que si, y puede que no. Esto, por si solo, no me habria convencido. Los adictos suelen ocultarlo. No es probable, pero tampoco lo es que este viva. A lo mejor las pruebas eran erroneas o no eran concluyentes. Puede ser. Hay explicaciones, ?verdad? Puede haber explicaciones.
Me pase la lengua por los labios.
– Entonces, ?que era lo que no cuadraba? -pregunte.
– El peso y la talla -dijo Shauna-. Alli decia que Elizabeth media un metro sesenta y seis de altura y que no llegaba a los cuarenta y cinco kilos.
Aquellas palabras fueron un punetazo en el estomago. Mi mujer media un metro sesenta y dos y pesaba cincuenta y dos kilos.
– Nada que ver -dije.
– Nada.
– Elizabeth esta viva, Shauna.
– Tal vez -admitio al tiempo que desviaba la mirada hacia la cocina-. Pero es que hay algo mas.
Shauna se volvio y llamo a Linda por su nombre. Linda aparecio en la puerta, pero no entro. De pronto, con su delantalito, me parecio muy pequena. Se restrego las manos y se las seco en el delantal. Observe, extranado, a mi hermana.
– ?Que pasa? -dije.
Entonces Linda rompio a hablar. Sobre las fotografias, sobre como Elizabeth habia acudido a ella para pedirle que las sacase, sobre lo contenta que estuvo de poder mantener en secreto el asunto de Brandon Scope. Ni quiso edulcorar la cosa ni dar explicaciones, pero quiza, para decirlo una vez mas, no tenia por que darlas. Estaba alli de pie, contandolo todo y esperando el reves inevitable. Yo la escuche con la cabeza baja. No soportaba mirarla, pero la perdonaba. Todos tenemos nuestros puntos debiles. Todos.
Me entraron ganas de abrazarla y decirle que la comprendia, pero no lo hice. En cuanto termino, me limite a asentir con un gesto y dije:
– Gracias por contarmelo.
Con mis palabras pretendia despedirla y Linda lo entendio. Shauna y yo permanecimos sentados en el sofa y estuvimos casi un minuto en silencio.
– ?Beck?
– El padre de Elizabeth me mintio -dije.
Shauna asintio.
– Tengo que hablar con el.
– La otra vez no te dijo nada.
Pense que tenia razon.
– ?Crees que sera diferente esta vez?
Casi sin darme cuenta, palpe la Glock que llevaba en el cinto.
– Quiza -dije.
Carlson me saludo en el pasillo.
– ?Doctor Beck? -pregunto.
En aquel mismo momento, en el otro extremo de la ciudad, se estaba celebrando una conferencia de prensa en la oficina del fiscal del distrito. Como era logico, los periodistas se mostraban escepticos ante las enrevesadas explicaciones de Fein en relacion con mi persona, habia muchas enmiendas a lo dicho anteriormente y mucho senalar con el dedo y todo ese tipo de cosas. Con esto no se conseguia otra cosa que embarullar la cuestion. La confusion es util. La confusion lleva a hacer lenta y pesada la reconstruccion, la clarificacion, la exposicion y muchos otros «cion». La prensa y su publico prefieren descripciones mas sencillas de los hechos.
Seguramente habria sido peor para el senor Fein de no haber resultado que la oficina del fiscal del distrito aprovecho aquella conferencia de prensa para desatar invectivas contra varios altos cargos del consistorio al tiempo que aludia que «los tentaculos de la corrupcion», la frase era suya, podian incluso llegar a la oficina del gran hombre. Los medios de comunicacion, entidad dotada de un radio de atencion colectiva parecido al de un nino de dos anos atiborrado de Twinkies, pasaron de inmediato a concentrarse en aquel nuevo y vistoso juguete, y lanzaron el viejo debajo de la cama de una patada.
Carlson se acerco.
– Me gustaria hacerle unas preguntas.
– Ahora no -conteste.
– Su padre tenia una pistola -dijo.
– ?Como? -Sus palabras me dejaron clavado en el suelo.
– Stephen Beck, su padre, compro una Smith and Wesson del treinta y ocho. Segun el registro, la compro unos meses antes de morir.
– ?A que viene esto?
– Supongo que usted heredaria el arma. ?Me equivoco?
– No tengo por que decirselo -pulse el boton del ascensor.
– Tenemos el arma -insistio.
Me volvi, sorprendido.
– Estaba en la caja de seguridad de Sarah Goodhart. Junto con las fotos.
Aquellas palabras me parecian increibles.
– ?Por que no me lo dijo antes?
Carlson me dirigio una sonrisa taimada.
– Si claro, entonces yo era el malo -dije y, con intencion de alejarme, anadi-: No veo que importancia puede tener.
– Seguro que la ve.
Volvi a pulsar el boton de llamada del ascensor.
– Usted fue a ver a Peter Flannery -continuo Carlson-. Se intereso por el asesinato de Brandon Scope. Me gustaria saber por que.
Volvi a apretar el boton de llamada y mantuve el dedo en el.
– ?Ha hecho algo con el ascensor?
– Si. ?Por que fue a ver a Peter Flannery?
Hice varias deducciones rapidas. De pronto se me ocurrio una idea, lo que es peligroso aun en el mejor de los casos. Shauna confiaba en aquel hombre. Tal vez yo tambien podia confiar en el. Por lo menos un poco. Era bastante.
– Porque usted y yo tenemos las mismas sospechas -dije.
– ?Que sospechas?
– Los dos nos preguntamos si KillRoy asesino realmente a mi esposa.
Carlson se cruzo de brazos.
– ?Y que tiene que ver Peter Flannery en todo esto?
– Usted vigilaba mis pasos, ?verdad?
– Si.
– Pues yo decidi hacer lo mismo con Elizabeth. Trasladarme a ocho anos atras. Descubri que las iniciales y el numero de telefono de Flannery estaban en la agenda de mi mujer.
– Ya comprendo -dijo Carlson-. ?Se entero de algo a traves de Flannery?
– No -menti-. Resulto ser un callejon sin salida.
– No lo creo -dijo Carlson.
– ?Por que lo dice?
– ?Sabe como funcionan las pruebas de balistica?
– Lo he visto en la television.
– Para dar una explicacion sencilla, cada arma deja una marca especifica y unica en la bala que dispara. Aranazos, surcos, que son exclusivos de dicha arma. Algo asi como las huellas dactilares.
– Hasta aqui lo se.
– Despues de que usted visitara el despacho de Flannery, pedi a nuestra gente que hiciera una prueba de balistica especifica de la treinta y ocho que habiamos encontrado en la caja de seguridad de Sarah Goodhart. ?Sabe