Dentro del Alfa Romeo, Roy Grace observo mientras el Honda negro aceleraba por la carretera serpenteante. Cassian Pewe, en el asiento del copiloto, dijo a su telefono seguro:
– El Objetivo Uno acaba de pasar. Esta a tres kilometros de la zona.
La voz del comisario local -el jefe de policia que dirigia la operacion- contesto:
– El Objetivo Dos acaba de establecer contacto con ella. Proceded a Posicion Cuatro.
– Procediendo a Posicion Cuatro -confirmo Pewe. Miro el mapa de carreteras que tenia sobre las rodillas-. De acuerdo -le dijo a Grace-. Arranca en cuanto la pierdas de vista.
Grace puso el coche en marcha. Cuando el Honda desaparecio tras una colina, acelero.
Pewe comprobo que el boton de transmision estuviera apagado y se volvio hacia su companero.
– ?Sabes, Roy? Lo que ha dicho el jefe es verdad. Solo lo hacia para protegerte.
– ?De que? -dijo Grace mordazmente.
– Las insinuaciones son corrosivas. No hay nada peor que la sospecha dentro de un cuerpo policial.
– Menuda gilipollez.
– Si es lo que crees, lo siento. No quiero pelearme por eso.
– ?Ah, no? No se que tramas, sinceramente. Por alguna razon crees que asesine a mi mujer, ?no? ?De verdad crees que la habria enterrado en el jardin de mi casa? Por eso ordenaste que lo exploraran, ?verdad? ?Por si encontrabas sus restos?
– Ordene que lo exploraran para demostrar que no estaba alli. Para acabar con las especulaciones.
– Creo que no, Cassian.
118
Octubre de 2007
Abby conducia por el cabo. A su derecha, se abrian los pastos, con arbustos y un bosquecillo denso de arboles bajos que acababa en un acantilado de piedra caliza y un descenso vertical al Canal de la Mancha. Una de las caidas mas escarpadas, altas y seguras de todas las Islas Britanicas. A su izquierda, se extendia una vista casi ininterrumpida de kilometros de tierras de labranza. A lo lejos, veia la carretera cruzandola. El asfalto era negro intenso, con lineas blancas discontinuas nuevas en el centro. Parecia como si las hubieran pintado hoy para ella.
El sargento Branson le habia dicho antes que Ricky habia cometido un error al escoger este lugar, pero en estos momentos no entendia por que. A ella le parecia una eleccion inteligente. Estuviera donde estuviera, Ricky podria ver cualquier cosa que se moviera en cualquier direccion.
Tal vez el inspector solo lo hubiera dicho para tranquilizarla. Y en estos momentos era lo que mas necesitaba en el mundo.
Vio un edificio a unos ochocientos metros a su izquierda, casi en el punto mas alto del cabo, con lo que parecia el cartel de un pub o un hotel en un poste. A medida que se acercaba distinguio el tejado rojo y las paredes de silex. Entonces pudo leer el cartel.
Hotel Beachy Head.
«Entra en el aparcamiento del Hotel Beachy Head y espera a que me ponga en contacto contigo», eran sus instrucciones. «A las 10.30.»
El lugar parecia desierto. Habia una marquesina de autobus con un cartel azul y blanco delante en el que habia escrito con letras grandes Los samaritanos siempre a tu lado con dos numeros de telefono debajo. Justo despues habia un furgoneta de helados naranja y amarilla y a poca distancia de alli, un camion de British Telecom, con dos hombres con casco y chaquetas fosforescentes trabajando en una torre de radio. Junto a la entrada trasera del hotel, habia aparcados dos coches pequenos.
Giro a la izquierda y se detuvo al fondo del aparcamiento, luego apago el motor. Al cabo de unos momentos, su movil sono.
– Bien -dijo Ricky-. ?Bien hecho! Un camino precioso, ?verdad?
El viento sacudia el coche.
– ?Donde estas? -dijo Abby, mirando a su alrededor-. ?Donde esta mi madre?
– ?Donde estan mis sellos?
– Los tengo aqui.
– Yo tengo a tu madre aqui. Esta disfrutando de las vistas.
– Quiero verla.
– Y yo quiero ver los sellos.
– No hasta que sepa que mi madre esta bien.
– La pondre al telefono.
Hubo un silencio. Oyo el viento. Luego la voz de su madre, tan debil y temblorosa como la de un fantasma.
– ?Abby?
– ?Mama!
– ?Eres tu, Abby?
Su madre se echo a llorar.
– Por favor, por favor, Abby. Por favor.
– Ahora voy a buscarte, mama. Te quiero.
– Por favor, dame las pastillas. Debo tomar mis pastillas. Por favor, Abby, ?por que no me das las pastillas?
Escucharla le provoco un dolor casi insoportable. Entonces Ricky volvio a hablar.
– Pon el motor en marcha. Voy a seguir al telefono.
Abby arranco el coche.
– Acelera, quiero oir el motor.
Ella le obedecio. El diesel ronroneo con fuerza.
– Ahora sal del aparcamiento y gira a la derecha. Dentro de cincuenta metros veras un sendero a la izquierda que sube hasta el cabo. Tomalo.
Tomo la entrada pronunciada a la izquierda y el coche dio unos bandazos sobre la superficie llena de baches. Las ruedas giraron un instante al perder traccion sobre la gravilla y el barro, luego se subieron a la hierba. Ahora comprendia por que Ricky habia sido tan especifico al ordenarle que alquilara un todoterreno. Aunque no entendia por que le preocupaba tanto que fuera diesel. No podia ser que en estos momentos tuviera en mente ahorrar combustible. A su derecha, vio una senal de advertencia que decia Acantilado.
– ?Ves un grupo de arboles y arbustos delante de ti?
Habia un bosquecillo denso a unos cien metros delante de ella, justo en una pendiente al borde del acantilado. El viento habia torcido los arbustos y los arboles.
– Si.
– Para el coche. -Paro-. Pon el freno de mano. Deja el motor en marcha. Sigue mirando. Estamos aqui dentro. Tengo las ruedas traseras justo en el borde del acantilado. Si haces algo que no me guste, la meto en la furgoneta y quito el freno de mano. ?Lo entiendes?
Abby tenia un nudo tan tenso en la garganta que le costo hablar.
– Si.
– No te he oido.
– He dicho que si.
Oyo un rugido, como si el viento soplara en un telefono. Un ruido sordo. Luego vio un movimiento en el bosquecillo. Primero aparecio Ricky, con su gorra de beisbol y barba, abrigado con una chaqueta de lana gruesa. Entonces, con el corazon en la boca, Abby vio el cuerpecillo fragil y apabullado de su madre, todavia con la bata rosa que llevaba la ultima vez que la habia visto.
El viento mecia la bata, le agitaba el pelo ralo gris y blanco hacia arriba como si fueran volutas de humo de tabaco. Se tambaleaba y Ricky la agarraba del brazo para que no se cayera.
Abby miraba a traves del parabrisas, a traves de un manto de lagrimas. En estos momentos haria lo que fuera,