lo que fuera, cualquier cosa, para volver a tener a su madre entre sus brazos.

Y para matar a Ricky.

Quiso pisar el acelerador y pasarle por encima ahora mismo, hacerle papilla.

Volvieron a desaparecer entre los arboles. Ricky tiraba de su madre con brusquedad, mientras ella medio caminaba, medio tropezaba hacia el bosquecillo. Los arbustos se cerraron en torno a ellos como la niebla.

Abby asio el tirador de la puerta, casi incapaz de evitar bajarse del coche y salir corriendo tras ellos. Pero espero, asustada por su amenaza y ahora mucho mas convencida de que mataria a su madre y disfrutaria haciendolo.

Tal vez, en su mente retorcida, valorara mucho mas eso que recuperar sus sellos.

?Donde estaban el sargento Branson y su equipo? Debian de estar cerca. Le habia asegurado que estarian cerca. Estaban bien escondidos, penso, seguro. No veia un alma.

Lo que significaba, esperaba, que Ricky tampoco.

Pero estaban escuchando. Le habrian oido. Habrian oido su amenaza. No entrarian corriendo en el bosquecillo e intentarian agarrarle, ?no? No podian arriesgarse a que dejara caer la furgoneta por el precipicio.

No por unos putos sellos, ?verdad?

La voz de Ricky volvio al telefono.

– ?Satisfecha?

– ?Puedo llevarmela ya, por favor, Ricky? Tengo los sellos.

– Haremos lo siguiente, Abby. Escuchame bien, solo voy a decirlo una vez. ?De acuerdo?

– Si.

– Deja el motor en marcha y tambien el movil encendido, en el coche, para que pueda oir el motor. Bajate y deja la puerta bien abierta. Trae los sellos y camina veinte pasos hacia mi y luego parate. Yo ire hacia ti. Cogere los sellos y luego subire a tu coche. Tu entraras en la furgoneta. Tu madre esta dentro y esta bien. Ahi es donde tienes que ir con sumo cuidado. ?Te das cuenta?

– Si.

– Cuando llegues a la furgoneta, yo ya habre mirado los sellos. Si no me gusta lo que veo, conducire directamente hacia la furgoneta y la tirare por el acantilado. ?Te queda claro?

– Si. Te gustara lo que veras.

– Bien -dijo Ricky-. Entonces no tendremos problemas.

Sin querer mover demasiado la cabeza, por si la observaba con unos prismaticos, Abby miro a su alrededor tanto como pudo. Pero lo unico que vio fueron pastos pelados azotados por el viento, una estructura pequena y curvada de ladrillo con algunos bancos vacios, que seria algun tipo de punto de observacion, y unos arbustos solitarios, ninguno lo bastante grande como para ocultar a una persona. ?Donde estaban los hombres del sargento Branson?

Al cabo de un par de minutos, volvio a oir a Ricky.

– Sal del coche ahora y haz lo que te he dicho.

Abby abrio la puerta, pero era una batalla perdida contra el viento.

– ?La puerta se cerrara! -le grito al altavoz, presa del panico.

– Sujetala con algo.

– ?Con que?

– Dios mio, mujer estupida, algo habra en el coche. Un manual, el contrato de alquiler. Quiero ver que dejas la puerta abierta. Te estoy observando.

Abby saco el sobre con los documentos del alquiler del coche del bolsillo interior, empujo la puerta para abrirla y lo sacudio en el aire, para que Ricky pudiera verlo. Entonces se bajo. El viento soplaba tan fuerte que una rafaga casi la tumbo y le arranco la puerta de la mano, que se cerro de golpe. La abrio de nuevo, doblo el sobre en dos, para hacer una cuna mas gruesa, cogio el sobre acolchado y acompano la puerta hasta que encontro el tope de la cuna.

Luego, con el viento tirando tan fuerte de las raices de su pelo que le hacia dano, los oidos doloridos y la ropa sacudiendose con fuerza, dio veinte pasos inestables hacia el bosquecillo con los ojos disparados en todas las direcciones, la boca seca, muerta de miedo, pero ardiendo de rabia. Seguia sin ver a nadie. Excepto a Ricky, que ahora caminaba hacia ella.

El extendio la mano para coger el sobre con una sonrisa adusta de satisfaccion.

– Ya era hora, joder -le dijo, y se lo arrebato con avaricia.

Entonces, con todas sus energias y todo el veneno acumulado que sentia por el, Abby levanto el pie derecho y le asesto un golpe tan fuerte como pudo entre las piernas. Tan fuerte que le dolio un horror.

119

Octubre de 2007

Ricky se quedo sin aire. Mientras se doblaba en dos, sus ojos se hincharon de dolor y sorpresa. Entonces Abby le dio un bofeton tan fuerte que el hombre cayo de lado. Le dio otra patada en la entrepierna, pero el le agarro el pie y se lo retorcio bruscamente. Le dolio mucho y provoco que se estrellara contra la hierba mojada.

– Zorra de…

Se quedo callado al oir el rugido de un motor.

Los dos lo oyeron.

Casi sin poder creerselo, Ricky se quedo mirando la camioneta de los helados que subia hacia ellos dando botes por el sendero. Y a poca distancia, seis agentes de policia con chalecos antipunaladas se acercaban corriendo desde un lado del hotel.

Ricky se puso de pie con dificultad.

– ?Puta! ?Has hecho un trato! -chillo.

– ?Como el que hiciste tu con Dave? -le grito ella.

Ricky recogio los sellos y se dirigio hacia el Honda. Abby corrio hacia el bosquecillo tan deprisa como pudo, olvidando el dolor en el pie. Detras de ella, oyo el rugido de un motor. Giro la cabeza. Era la camioneta de los helados y vio que dentro habia dos hombres. Luego, delante, a traves de los troncos y las ramas y las hojas, vio partes de una furgoneta blanca.

Cegado por el dolor y la ira, Ricky se subio al Honda, metio la marcha y quito el freno de mano antes incluso de cerrar la puerta. «Esa zorra se va a enterar.»

Acelero a fondo, para ganar velocidad, y condujo directo hacia el bosquecillo. En estos momentos, no le importaba caer el tambien por el acantilado con tal que la madre de aquella zorra se despenara. Con tal que Abby se pasara el resto de su puta vida lamentandolo.

Entonces una mancha de color aparecio de repente delante de el.

Ricky piso el freno, bloqueo las ruedas y solto un taco. Giro el volante con brusquedad hacia la derecha, para intentar esquivar la camioneta de los helados, que habia cruzado por delante del bosquecillo, eliminando la oportunidad de chocar contra el vehiculo que se escondia dentro. El Honda dio la vuelta describiendo un arco ancho y la parte trasera choco con el parachoques trasero de la camioneta de los helados y lo arranco.

Luego, horrorizado, vio que dos coches pequenos, que habia supuesto que pertenecian al personal del hotel, cruzaban a toda velocidad la hierba y se dirigian hacia el. Las luces azules giraban detras de los parabrisas, las sirenas gemian.

Volvio a pisar el acelerador, desorientado por un momento, girando y girando. Uno de los vehiculos se interpuso en su camino. Ricky dio media vuelta, bajo por un terraplen pronunciado, atraveso un dique, subio por el otro lado y llego al asfalto firme de la carretera.

Luego, consternado, vio unas luces azules que bajaban a toda velocidad por la derecha.

– Joder. Mierda. Mierda, joder.

Presa de un panico terrible, giro el volante a la izquierda y piso el acelerador.

La unica puerta de la furgoneta vieja y oxidada que no estaba obstruida por ramas y arbustos era la del conductor. Preocupada, Abby la abrio con cuidado, consciente de la advertencia sobre lo cerca que se encontraba

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