Empezo a farfullar no se que sobre unas «cuestiones», pero se mostro esquivo cuando intentamos insistir en el tema. Dijo que tendria problemas para demostrar que le pertenecian. Luego, nos espeto que habia sido Dave Nelson quien le habia dado la idea a Abby. Pero no pudimos sacarle mas. Por eso, de momento y a pesar de nuestras reservas, hemos tenido que devolverle los sellos a Abby, hasta que tengamos pruebas de que ha habido un robo aqui o en Australia.

– Muy interesante que dijera eso -comento Grace.

– ?Sabes que creo? -dijo Branson-. Que aqui hay una especie de triangulo amoroso. Esa es la cuestion.

– ?Quieres explicarte? -pregunto Grace.

– Ahora no puedo, en estos momentos. Pero es lo que creo.

– Si resulta que David Nelson, es decir, Ronnie Wilson, le dio la idea para hacer todo esto, es muy significativo -dijo Grace pensando en voz alta.

– Seguiremos presionando a Skeggs, pero su abogado lo mantiene muy a raya -dijo Glenn.

Grace meneo la cabeza con incredulidad.

– Demasiado costoso. Estoy pensando que David Nelson puede haberse marchado de Australia perfectamente, si es listo. No se arriesgara a aparecer por Inglaterra. Asi que apuesto a que Abby Dawson ira a encontrarse con el en alguna parte. La pondremos bajo vigilancia total. Si compra un billete de avion o pasa por un control de pasaportes, la seguiremos.

– Buena idea -dijo Glenn Branson.

La inspectora Mantle asintio.

– Estoy de acuerdo.

121

Noviembre de 2007

Era uno de esos dias extranos de otono en que Inglaterra lucia su mejor cara. Desde la ventana, Abby miraba el cielo azul y despejado y el sol de la manana, que estaba bajo pero le calentaba la cara.

Dos pisos mas abajo, en los jardines cuidados, un jardinero trabajaba con una especie de aspirador recogiendo hojas. Un anciano con un impermeable nuevo caminaba despacio y a sacudidas alrededor del perimetro de un estanque ornamental, lleno de carpas koi, pinchando el suelo con cautela con su andador, como si anduviera por un campo de minas. Una senora menuda de pelo blanco estaba sentada en un banco en la parte mas alta de la extension escalonada, envuelta en un abrigo de cuadros escoceses, examinando atentamente el Daily Telegraph.

La residencia Bexhill Lawns era mas cara que la primera que habia previsto reservar, pero podia acoger a su madre enseguida y, ?a quien le importaba ahora lo que costara?

Ademas, era un placer verla tan contenta y tan bien aqui. Resultaba dificil creer que dos semanas atras hubiera entrado en esa furgoneta y hubiera visto el rostro perplejo de su madre asomando por la alfombra enrollada. Ahora parecia una persona nueva, habia vuelto a la vida. Como si, de algun modo, todo lo que habia pasado la hubiera fortalecido.

Abby giro la cabeza para mirarla. Notaba el mismo nudo de siempre en la garganta cuando se despedia de su madre. Siempre le asustaba que fuera la ultima vez que la veia.

Mary Dawson estaba sentada en el sofa de dos plazas de la habitacion grande y bien equipada, llenando una inscripcion para uno de los concursos de sus revistas. Abby se acerco a ella, puso tiernamente una mano en su hombro y la miro.

– ?Cual es el premio? -le pregunto, la voz entrecortada mientras transcurrian sus ultimos y preciados minutos juntas. El taxi llegaria pronto.

– ?Quince dias en Mauricio en un hotel de lujo para dos!

– Pero mama, ?si ni siquiera tienes pasaporte! -la reprendio Abby con buen humor.

– Ya lo se, querida, pero tu podrias conseguirme uno sin problemas si lo necesitara, ?verdad? -Lanzo una mirada extrana a su hija.

– ?Que quieres decir?

– Sabes exactamente que quiero decir, querida -contesto su madre sonriendo como una nina picara.

Abby se sonrojo. Su madre siempre habia sido mas lista que una ardilla. Nunca habia podido esconderle nada demasiado tiempo, desde que era pequena.

– No te preocupes -anadio su madre-. No voy a ir a ninguna parte. Esta la alternativa del premio en metalico.

– Me encantaria sacarte el pasaporte -dijo Abby, que se sento en el sofa, paso un brazo alrededor de sus hombros fragiles y le dio un beso en la mejilla-. Me encantaria que vinieras conmigo.

– ?Adonde?

Abby se encogio de hombros.

– Cuando me instale en alguna parte.

– ?Y aparecer yo para cortarte las alas?

Abby solto una carcajada nostalgica.

– Tu nunca me cortarias las alas. -Tu padre y yo nunca fuimos mucho de viajar. Cuando tu difunta tia, Anne, se traslado a Sydney hace anos, no dejaba de decirnos lo maravilloso que era aquello y que debiamos mudarnos alli. Pero tu padre siempre decia que sus raices estaban aqui. Y las mias tambien. Pero estoy orgullosa de ti, Abby. Mi madre solia decir que una madre era para cien hijos, pero que cien hijos no eran para una madre. Tu has demostrado que se equivocaba. -Abby contuvo las lagrimas-. Estoy muy orgullosa de ti. Una madre no podria pedir mucho mas de una hija. Excepto una cosa quiza. -La miro burlonamente.

– ?Que?-Abby sonrio, sabia lo que diria.

– Nietos.

– Algun dia, quiza. Quien sabe. Entonces si que tendras que sacarte el pasaporte y estar conmigo.

Su madre volvio a mirar el formulario para el concurso unos momentos.

– No -dijo, y meneo la cabeza con firmeza. Entonces dejo el boligrafo, cogio la mano de su hija entre sus dedos huesudos y manchados y se la apreto con fuerza.

A Abby le sorprendio su fuerza.

– Si alguna vez decides ser madre, querida Abby, recuerda siempre una cosa. Primero tienes que dar raices a tus hijos. Luego, dejarlos volar.

122

Noviembre de 2007

Una hora y media despues de dejar a su madre, Abby arrastro la maleta con casi todo lo que iba a llevarse de Brighton por el anden de la estacion de Gatwick y subio las escaleras mecanicas hasta el vestibulo de llegadas. Entonces la guardo en la consigna de equipajes.

Con su bolso y el unico sobre acolchado que el sargento Branson le habia devuelto el sabado, que iba dentro de una bolsa de plastico, se acerco al mostrador de billetes de Easyjet y se unio a una cola corta. Era mediodia.

En su despacho, Roy Grace leia una pila enorme de informes que Norman Potting y Nick Nicholl le habian enviado por fax desde Australia durante las ultimas veinticuatro horas. Se sentia un poco culpable por retener a Nicholl tanto tiempo alli, pero la lista de contactos que la amiga de Lorraine Wilson les habia proporcionado era demasiado buena para pasarla por alto.

Sin embargo, a pesar de todo, aun no tenian ninguna pista positiva sobre donde estaba Ronnie Wilson.

Miro su reloj: las 13.20. El almuerzo, que Eleanor le habia ido a buscar al ASDA, descansaba sobre su mesa

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